La Teletón es como una institución en Colombia: lleva muchos años construyendo centros de rehabilitación para niños con discapacidad, a través de aportes de colombianos invadidos de solidaridad. No entraré a debatir cuántas obras se han hecho, si se roban los recursos recaudados, si los usan para evadir impuestos o si les cobran la prestación de servicios a los usuarios. Finalmente eso es algo que a mí no me interesa.
Pero lo que sí me indigna hasta más no poder, a mí que me muevo sobre dos pares de ruedas y mido un metro de estatura, es el modo de pedir. ¿Cómo se recaudan los fondos? Mostrando casos conmovedores, padres orgullosos y con los ojos aguados hablando de las luchas diarias que enfrentan sus hijos, estos sonrientes y llenos de esperanza, con el “libreto aprendido” e invitando a los colombianos a que den sus monedas, cheques o en su defecto, reduzcan impuestos en pro de su rehabilitación.
Me choca tal generalización del asunto y me atrevo a decir que Teletón no presta sus servicios como IPS ni al 30% de la población con discapacidad del territorio nacional. Hay departamentos que ni siquiera tienen un centro de rehabilitación, de los que tanto se ufana el espectáculo. Por el hecho de que el colombiano conmovido dé sus aportes, no está ayudando del modo en que le hacen creer.
El problema radica pues, en que este show mediático contribuye a que la imagen de personas con discapacidad sea de una perpetua minoría de edad, no nos ven como sujetos poseedores de capacidades y a pesar de que la mayoría de individuos suplicantes son niños, no se piensa en que pueden desarrollar aptitudes que los harán ciudadanos útiles, sin necesidad de paternalismos aún más incapacitantes que la misma discapacidad.
Grupos empresariales, multinacionales, entidades financieras, medios de comunicación, pequeñas empresas y ciudadanos de a pie, donan en un esfuerzo por limpiar sus conciencias y formar una imagen de “socialmente responsables”, procurando conjurar la grandísima deuda que la sociedad y todas las esferas que la conforman, tienen respecto a la población con discapacidad en temas como acceso a la educación, al empleo, al transporte público, a la salud y por supuesto, a las relaciones interpersonales de calidad.
Pregunto yo, ¿Son lo suficientemente accesibles las instalaciones de todas las entidades donantes?, ¿Reciben entre sus empleados a personas con movilidad reducida?, ¿Saldría con una persona en situación de discapacidad o le atormenta el qué dirán? La respuesta está muy clara, pero lo dejo a sanción personal de cada cual.
El lema ridículo de este año es “Teletón nos une”, pero el hecho de que luzcan a las personas en televisión como si se tratara de fenómenos de circo urgentes de ayuda, lo único que hace es separarnos como población del resto, de los “normales”, relegándonos al punto más vulnerable, como si todos fuéramos incapaces de estudiar, de trabajar, de amar, de odiar, de mentir, de pelear, de equivocarse. ¿Qué la Teletón nos une como colombianos? No, la Teletón nos segrega, lo que nos podría unir es ser capaces de entender la diferencia, de aceptar que las sociedades son plurales y que cada individuo debe ser socialmente integrado, pero no con limosnas, caridades y moralismos.