Hasta hace nada, más de 70 mil venezolanos pasaron a Colombia, en cuestión de horas, para comprar entre otros, azúcar, jabón, aceite, harina y medicinas básicas. Artículos que no se consiguen en los mercados venezolanos. La verdad es que actualmente algunos pocos en Venezuela, con eso que llaman el “bachaqueo”, logran obtenerlos pagando mucho más por encima de su verdadero valor. Ya eso se ha hecho groseramente cotidiano.
Es obvio que en ambos lados de la frontera, se palpó –y sintió- el significativo riesgo que un número más que incontrolable de venezolanos pasará a Colombia por alimentos y que además no regresarán. Estaba así servida la mesa para una impresentable tragedia humana, de tal magnitud que los dos gobiernos acordaron suspender –hasta nuevo aviso- esas aperturas transitorias de la frontera.
Unos días después de estos eventos, sus Excelencias se reúnen por –seguramente- unas largas horas, y entre varios temas por ellos expuestos, anunciaron que nacería un nuevo instrumento llamado la “Tarjeta Migratoria de Tránsito Fronterizo”.
La verdad sea dicha, no es una “tarjeta” y por supuesto no da crédito alguno. Más bien es un formulario que para conseguirlo lo que se debe hacer es ingresar a la página web de Migración Colombia, y dar clic en el botón "Tarjeta Migratoria de Tránsito Fronterizo". Así sin más referencias, sin codeudor o finca raíz, el usuario la obtiene o más bien lo pude imprimir. Para todos aquellos que aún no tienen acceso a computadoras –en Venezuela son cientos de miles- se puede reclamar la Tarjeta impresa en los Puestos de Control Migratorio de Migración Colombia, en las zonas de frontera.
Hasta allí cualquier persona –sin estudiar el tema mucho- comprende que la dichosa tarjeta es sólo un documento más, creado exclusivamente al amparo de las normas del derecho interno colombiano. Llegamos a esa conclusión ya que por ningún lado aparece mención, referencia o si quiera alusión alguna a normas del derecho venezolano o lo que de él queda.
Uno que aún practica aquello de estudiar y leer, se consigue con otra opinión expuesta por el representante de Migración Colombia; en ella se explica que el mencionado instrumento, no es realmente un documento de identificación, ni mucho menos otorga derechos similares a aquellos extranjeros –venezolanos en este caso- que porten una visa o cédula de extranjería. Es algo que existe, pero que no identifica. Sirve pero a la vez no sirve.
Leyendo aquella declaración, podemos pensar rápidamente, si no es un tarjeta –es más bien una hoja, si no es para identificar al que la porta, si es solo para “tránsito fronterizo”; entonces ¿por qué no se usa el pasaporte? O es que acaso ¿la tarjeta que no es tarjeta y no da crédito, pero que tampoco identifica, es más que el pasaporte de cada venezolano que cruza los pasos en dirección a Colombia? Los voceros de la institución que expide los pasaportes en Venezuela, el llamado SAIME no han dicho nada. Es muy seguro que ni siquiera sepan, que en la más importante frontera terrestre del país, ya desde hace mucho tiempo no se usa el pasaporte –no sellan la salida- por lo que ha sido sustituido por una tarjeta que no es tarjeta y menos da crédito al que la porta.
La tarjeta recientemente creada no permite el paso, tránsito, cruce, paseo o si quiera recorrido más allá de las contadas ciudades fronterizas que tienen un paso terrestre de ámbito binacional. De manera, que el portador de la tarjeta, únicamente puede acercarse a la ciudad fronteriza, seguramente comprar todo lo que no consigue en su localidad y que así como llegó regresarse.
Este impedimento de libre tránsito del “turista” o portador de la tarjeta –que obviamente ya no es tenido como turista-, entre otras cosas se debe a que no se usa el pasaporte, no se sella en él la salida de Venezuela y tampoco se sella la entrada en Colombia. Todo este proceso legítimo, debido y además constitucional –por aquello del derecho a la identificación- se ha sustituido –sin mayor problema- por la “tarjeta” que de acuerdo con la información oficial, “facilitará la integración, la movilidad y sobretodo, permitirá continuar trabajando (sic) en la construcción de una migración ordenada, regulada y segura en zona de frontera”.
Una semana después de que los gobiernos de Venezuela y Colombia acordaron abrir la frontera entre los dos países, tras casi un año de permanecer cerrada, los voceros oficiales aseguran han ingresado al territorio colombiano 380.000 venezolanos aproximadamente. Y lo que es mejor aún estos voceros indican que a cada persona que ingresó a Colombia se le entregó una tarjeta migratoria que le da la opción de entrar 12 veces por un término no mayor a 30 días. De modo pues, que se reconoce que ya el pasaporte no se usa, y lo que se usa es una “tarjeta” que no es tal y que además expira a los 30 días. Una nueva clase de “turismo binacional” ha surgido entonces y dura solo 30 días.
Las cifras oficiales en Colombia nos dicen, que el 80% de los venezolanos con tarjeta han entrado para comprar productos básicos. El 12% lo ha hecho para visitar a algún familiar, mientras que el 7% para cumplir con citas médicas o realizar algún trámite en Colombia. Tan solo el 1% ha ingresado para tomar vuelos internacionales desde el territorio nacional.
El que se promueva e insista en sustituir informalmente –con una hoja de papel- el uso del pasaporte como mecanismo de identificación de los venezolanos en Colombia, por un documento interno, ni siquiera sustentado en un tratado binacional –nadie en los parlamentos de ambos países lo discutió- pareciera que deja de lado lo que expresa el artículo 100 de la Constitución Política de Colombia: “Los extranjeros disfrutarán en Colombia de los mismos derechos civiles que se conceden a los colombianos … los extranjeros gozarán, en el territorio de la República, de las garantías concedidas a los nacionales…”.
Basta pensar que la frontera binacional alcanza una extensión de 2.200 kilómetros, que la conmoción interna en Venezuela “lanza” a los venezolanos a “huir” del país. Esa crisis, severa, constante y “del Siglo XXI” requiere un tratamiento con visión humanitaria internacional mucho más amplia, integral, fundada y consolidada en el tiempo. Ojala así sea.