Cada 15 de mayo desde mediados de siglo XX en diversos países de América Latina y el mundo se conmemora el día del maestro, esta fecha está determinada por el Papa Pío XII quien reconoció a Juan Bautista de la Salle como patrono de los educadores por sus aportes a los procesos de alfabetización en el siglo XVIII. En Colombia por determinaciones del presidente conservador Mariano Ospina Pérez se decreta dicha fecha para resaltar la labor de los docentes, en especial porque se asumía que ellos tenían una vocación de servicio semejante a la de los clérigos.
En continuidad durante mucho tiempo en el país se estimaba que los maestros eran personas de alto reconocimiento social, en algunos lugares en especial los rurales, cumplieron y cumplen papeles importantes de organización de las comunidades, alfabetización de los más humildes, hasta en casos más extremos impidieron procesos de violación de derechos humanos a los niños y niñas por parte de actores armados legales e ilegales, lo cual llevo a incrementar su estigmatización, casos de violencia y asesinato por su rol de constructores de tejido social.
Así mismo es de resaltar que dada la baja importancia que le ha prestado el Estado colombiano a la educación de sus ciudadanos, muchos maestros se han visto abocados a construir con las comunidades sus escuelas, aportar de sus propios recursos a la alimentación de los niños, hasta afrontar largos periodos de protesta social por buscar mejorar sus condiciones laborales, que en comparación con las de otros funcionarios estatales es bastante desigual e injusta.
Hoy en día los maestros y maestras de diversos niveles, procedencias y disciplinas sienten que el Estado y una parte de la sociedad le atribuye problemas estructurales, como la baja calidad académica que tienen muchos estudiantes en el país, las rupturas sociales que se manifiestan en formas de delincuencia, la alta tasa de natalidad en adolescentes y por último la conciencia crítica de los ciudadanos, siendo señalados por algunos grupos políticos de adoctrinar a sus estudiantes.
Así pues claramente la escuela como escenario social de encuentro, tiene que ver con todas las temáticas anteriormente enunciadas, pero no puede subsanar las deudas históricas que tiene el país con relación a brindar las condiciones de vida digna necesarias para cada uno de sus ciudadanos, más si puede fomentar espacios, procesos y acciones que empoderen a las personas que realizan dichos cambios, por medio de una educación emancipadora tendiente a la generación de autonomía y conciencia crítica frente a la realidad histórica, estética, científica y política que vive el país.
Ahora bien, en el marco de la pandemia por efectos del COVID 19 las exigencias sobre los maestros se han multiplicado, lo cual corrobora la total descontextualización del Ministerio de Educación Nacional frente a las condiciones de educación en Colombia, donde un millón de personas no tiene servicio de luz, aproximadamente 25 millones no cuenta acceso a Internet, fuera del hambre que si asiste matutinamente a los hogares de millones de personas tanto en campos como en las ciudades.
Finalmente, esta fecha fuera de los agasajos y felicitaciones nos debe llevar a repensar la necesidad urgente de ubicar nuestras prioridades colectivas como nación, ha revalorar la importancia social que tiene la escuela en la generación de procesos de eliminación del analfabetismo funcional, y a los maestros a reconstruir continuamente nuestra práctica, fortalecer el movimiento pedagógico y apostar por nuevos horizontes comunes de una educación sentipensante para tiempos de crisis permanente.