En el santoral católico, el 19 de marzo está dedicado a San José, según los evangelios el esposo de María y padre putativo de Jesús. La historia de aquel hombre es demasiado conocida como para repetirla en detalle. Se trata de un humilde carpintero, a quien su prometida le confiesa que se encuentra embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo.
Ella acaba de llegar de donde su prima Isabel, distante lugar en el que pasó los tres últimos meses. Cualquiera dudaría de su honestidad, a lo que se agrega su inverosímil explicación. Pero José quiere demasiado a su novia, y sabe bien que el castigo al que será sometida si se conoce de su preñez por parte de un hombre distinto a él, será la muerte por apedreamiento.
Le resulta demasiado difícil creerle, al tiempo que le duele profundamente verla morir a manos de una turba furiosa. Por eso decide divorciarse de ella en secreto, es decir romper el compromiso, una opción válida en las leyes hebreas. Según san Mateo, un ángel que se aparece en sueños a José, le confirma la versión de María y le pide que se la lleve a vivir de una vez a su casa.
José lo hace y al nacer el niño lo cría efectivamente como su hijo. Por eso su título de santo varón. Al que se añade el de patrón de los obreros, por gracia de su oficio de carpintero en Nazaret. Con fundamento en esos méritos, su fecha fue escogida en Colombia para conmemorar el Día Internacional del Hombre, cuya celebración en el resto del mundo es el 19 de noviembre.
La verdad que tal celebración tiene cierto tufillo a machismo. Sobre todo si se tiene en cuenta que hace apenas una semana estábamos rindiendo homenaje a la mujer. Algunos dirán que es apenas justo, al fin y al cabo existen dos géneros y no hay razón para que se dedique atención particular solo a uno de ellos. Quizás sea cierto, aunque no deja de ser un juicio parcializado.
La idea del Día Internacional del Hombre surgió en una universidad norteamericana en 1992, y alcanzó algún reconocimiento cuando en 1999 el Programa de Mujeres y Cultura de Paz de la Unesco le dio el espaldarazo. En palabras de su directora, se trataba de una excelente idea que proporcionaría un poco de equilibrio entre géneros.
Como quien dice, el equilibrio estaba roto en contra de los hombres, y establecer tal celebración compensaría el injusto desnivel. Más adelante, el Comité de Coordinación del DIH le confirió seis objetivos: promover los modelos masculinos positivos, celebrar las contribuciones positivas de los hombres y poner de relieve la discriminación contra los hombres, son los tres primeros.
A ellos se suman, mejorar las relaciones de género y promover la igualdad entre hombres y mujeres, centrarse en la salud y el bienestar y crear un mundo mejor con mayor seguridad. Tanto por el lugar y año de su creación, como por el listado de los objetivos vistos, es fácil comenzar a pensar en la promoción del modelo neoliberal sobre los hombres.
Qué se entiende por un modelo masculino positivo y quiénes pueden serlo.
¿El exitoso empresario multimillonario,
o el revolucionario que lo sacrifica todo por un mundo mejor?
En los tiempos que corren, cabe preguntarse qué se entiende por un modelo masculino positivo. Y luego quiénes entre los hombres pueden ser considerados así. ¿El empresario exitoso y multimillonario, o el revolucionario que lo sacrifica todo en la vida por un mundo mejor? ¿Acaso las contribuciones positivas de los hombres no han sido las más reconocidas históricamente?
O a quién pueden atribuirse las discriminaciones contra los hombres. ¿A las mujeres? La respuesta es evidente, a otros hombres. El mundo ha estado en manos de ellos desde hace miles de años, y todas las lacras existentes sobre la tierra han sido creaciones suyas. Unos hombres explotan y sojuzgan a otros, oprimen y discriminan la mujer, envilecen las relaciones de género.
La salud y el bienestar no tienen por qué ser promovidos desde una perspectiva masculina. Son derechos de todos los seres humanos, hombres, mujeres, niñas y niños. Una cosa es Noruega con sus servicios médicos futuristas y otra el África negra con sus pestes masivas e ignoradas. El ojo debe ser puesto sobre otro tipo de realidades si queremos de veras un mundo mejor.
El modelo de José, escogido para celebrar el día del hombre en nuestro país, mueve a risa. Difícilmente se encontrará en Colombia un tipo que no considere idiotismo meterse con una mujer en embarazo. Y que no juzgue como el colmo de la imbecilidad formalizar una relación con una mujer que tenga hijos de otro hombre. Hasta su madre se lo reprocharía.
Así que esa celebración está de más, por absurda y ridícula. Me quedo mil veces con el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, pero sobre todo con el 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, incluido José.
