Sin la Copa América el gobierno se quedó sin el distractor perfecto para diluir las manifestaciones que ya por varias semanas se toman las principales ciudades del país y que han conseguido la renuncia de ministros y el retiro de proyectos de ley, importantes para el gobierno, pero nocivos para la ciudadanía. Además, tumbaron la candidatura presidencial de la vicepresidenta y han logrado captar la atención de medios y organizaciones internacionales que denuncian el excesivo uso de la fuerza policial y militar. Por desgracia, como es ley en un país violento, la rebelión se paga con muertos, que siempre los pone el pueblo.
Ahora sin cortinas de humo que desvíen la atención a otros temas, el gobierno apelará al desgaste de las manifestaciones pacíficas, a que la gente se aburra y los de la primera línea pierdan lentamente el apoyo ciudadano por físico agotamiento, mientras sigue con su discurso de culpar del descontento al castrochavismo, las disidencias, Maduro, la izquierda y todos esos agitadores que ya conocemos; desconociendo que este estallido que hoy experimenta el país no le pertenece a ningún político, no son los partidos los que están en la calle, es la gente de a pie, la que se cansó y la que ya no tiene miedo, porque por la falta de oportunidades existente en Colombia no tienen nada que perder.
Ante la sordera del gobierno, que está mas enfocado en inventar enemigos que en escuchar lo que la calle grita, cabe preguntarse: ¿qué más se necesita?, ¿cuántos muertos más tiene que haber para que de una buena vez los que están al mando entiendan que es hora de poner en el centro de la discusión pública los problemas estructurales que afectan a los colombianos (como la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la falta de accesos a servicios básicos y de oportunidades, los asesinatos, el abandono del Estado en algunas zonas del país, entre muchos otros)?
Está claro que estos problemas que venimos arrastrando por décadas no se solucionan de un día para otro. Pero esta es una oportunidad para que la sociedad se organice en torno a sus legítimas demandas y tome un rol activo en la democracia. De nada sirve que hoy marchen y en las elecciones no voten o peor aún vendan el voto. Aunque parezcan obviedades y suene a disco rayado, si seguimos eligiendo gobernantes que solo aparecen cuando están en campaña, que no representan y no conocen la realidad de la mayoría de los colombianos, las brechas sociales continuarán profundizándose, habrá razones de sobra para protestar y los estallidos sociales serán una constante.