Casi como una herencia no deseada, los filósofos tenemos que cargar (además de su imbrincada prosa) con la frase de Hegel según la cual: “la filosofía llega siempre demasiado tarde”. Dicha sentencia que hubo de pronunciarse en 1820 en el Prefacio a unos Fundamentos de la filosofía del derecho parece que nos impide emprender cualquier tipo de reflexión sobre el presente. Para ser más precisos, da la impresión de que el filósofo está condenado a quedarse rezagado en su sillón viendo cómo entierran cadáveres a lo estilo lasagna (esto es, unos sobre otros), porque debemos esperar a que la realidad haya cumplido su proceso de formación y esté realizada.
No obstante, rompiendo el conjuro hegeliano, ciertos filósofos se han animado a ofrecernos una reflexión sobre el acontecer de la pandemia. Entre ellos podemos nombrar a los rock stars de la filosofía Slavoj Zizek y Byung Chul-Han (cuyos textos y réplicas se propagan más rápido que la misma pandemia) o citar el caso de otros filósofos teloneros como Giorgio Agambem y Jean Luc-Nancy. De esta forma, si bien se ha dicho que la filosofía llega siempre demasiado tarde, esta idea puede desmontarse; sobre todo, con textos como La sopa de wuhan: pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia o, mi más reciente adquisición, el crepúsculo de las simples cosas: Lecturas esperanzadas y perspectivas críticas para un Sur en pandemia.
Estos se atreven, desde una perspectiva multidisciplinar, a mostrarnos aspectos de la contingencia que son difíciles de entender cuando uno, siendo un ciudadano responsable como es, se ha quedado en casa teniendo como único vínculo con el mundo exterior algunos medios masivos (de esos dificultosamente confiables). Así pues, mis más sentidos loores para aquellos filósofos que nos demuestran que la lechuza de minerva no siempre llega tarde. Pero mi emoción se frena de golpe cuando echo un vistazo a la filosofía local: ¿acaso nuestro mochuelo sigue acurrucado sin emprender el vuelo?, ¿hasta cuándo? Miremos en lo que sigue algunas lecturas de la realidad que han emprendido otras lechuzas más valientes.
La sopa de wuhan es una edición de Pablo Amadeo publicada el 1 de marzo del 2020, cuyo objetivo fue recopilar una serie de columnas escritas por distintos filósofos que reflexionaban sobre la pandemia. Dicho texto reúne una producción filosófica que se publicó a lo largo de un mes (entre el 26 de febrero y el 28 de marzo de 2020) de autores tales como los ya mencionados Agamben, Zizek, Nancy y otros como Franco “Bifo” Berardi, Santiago López Petit, Judith Butler, Alain Badiou, etc. La antología presenta a pensadores y pensadoras de Alemania, Italia, Francia, España, Estados Unidos, Corea del Sur, Eslovenia, Bolivia, Uruguay y Chile. Tal selección nos asegura una visión de la pandemia lo suficientemente amplia.
De esta forma, abriendo la mencionada compilación, encontramos (no por casualidad9 el texto de Agamben titulado La invención de una epidemia (26 de febrero). Allí, Agambem, quizá apresurandose precozmente a la catástrofe italiana, renegaba de las medidas gubernamentales tomadas para frenar el contagio. Puntualmente, afirmaba que las limitaciones de la libertad impuesta por el gobierno eran aceptadas en nombre de la seguridad, pero no había que descuidar el “estado de excepción” generado por el Estado para lograr tales limitaciones. Casi tres días después, Italia se convertía en el foco de la pandemia a nivel mundial. ¿Acaso la lechuza alzó vuelo demasiado pronto? El mismo Agambem reconsidera su postura en un texto del 27 de marzo titulado Reflexiones sobre la peste. En este texto y, siendo un poco más sesudo, Agambem se pregunta, à la Zizek, si acaso la pandemia no genera que la gente comience a preguntarse si la forma en que vivían era la correcta (cf. Zizek, 27 de febrero 2020). Tal golpe de consciencia lo continua, por ejemplo, Paul B. Preciado en su texto Aprendiendo del virus (28 de marzo, 2020) que ve el COVID-19 y sus consecuencias como un llamado a liberarnos de la violencia con la que hemos definido nuestra inmunidad social. El autor nos invita (si seguimos con vida) a poner en marcha una forma estructural de (oigan bien) “cooperación planetaria”; puesto que si el virus muta, entonces nosotros debemos mutar tan bien en personas quizá más empáticas, responsables, blah, blah, blah.
Por otra parte, El crepúsculo de las simples cosas es una edición promovida por la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba bajo la edición de Nelson Specchia y José Emilio Ortega. Al igual que La Sopa de Wuhan, dicho texto reúne un conjunto de textos que tratan la pandemia desde una mirada política, económica, cultural y filosófica. Con autores como Raúl Allard Neumann, Manuel Aispuro, Darío Sandrone, Julio M. Sanguinetti, María Sol Yuan, Debret Viana, entre otros tantos, El crepúsculo nos expone el acontecer de la pandemia desde el cono sur y cuyas reflexiones se hacen extensivas a la América entera. El libro de descarga virtual y gratuita se divide en dos grandes bloques; a saber, Instituciones en su laberinto y Cuarentena en conflicto. A continuación, echaré un breve vistazo al libro para que incite su lectura.
El primer bloque de textos se compone de dos secciones que en su título aluden al complejo mito de Teseo. La sección primera, Dédalo, entre pliegues, destina una serie de pequeñas reflexiones que tratan, entre otros temas, al aspecto político de la pandemia. Con títulos como La respuesta estatal, los derechos y las políticas públicas atravesados por la crisis sanitaria del COVID-19 de Marcelo Bernal o Después de la pandemia. El Leviatán que no está solo y espera de Abel Gallardo, el lector reconoce en la actual pandemia un fenómeno genuinamente “mundial” que registra la historia de la humanidad. Además, con el texto de Bernal, profundiza en las respuestas institucionales de Argentina ante el coronavirus. La segunda sección, titulada Tras el hilo de Ariadna, destina una serie de reflexiones al aspecto económico de la pandemia; particularmente hablando, las consecuencias del confinamiento. Textos como los de Martín Maldonado, en “#LoQueNoVeoDesdeCasa”, realizan un interesante análisis del hambre en el mundo como una epidemia que es visible por el impacto de la pandemia presente. Por otra parte, textos como el de Alfredo Blanco titulado Coronavirus y economía: lecciones de la pandemia presenta una radiografía de la Argentina que transita por la recesión e inflación. Según el autor, la pandemia es un agregado más a la historia de desequilibrios que vive la nación albiceleste desde hace un par de años.
El segundo bloque de textos se compone igualmente de dos secciones que llevan por título Crónicas de un naufragio y Vacíos y desafíos. Esta sección, a comparación de la anterior, es más variopinta puesto que aquí encontramos reflexiones de carácter filosófico-tecnológico, como el divertido texto de Gustavo Morello titulado ¡Santas pandemias, Batman! o textos de carácter ético como el de Jaime Rodríguez Alba titulado La ética ante el coronavirus. Lo distópico de esta sección queda consignado en el texto de María Sol Yuan titulado Aspectos encantados de la pandemia. Bajo la luz de Wittgenstein, y con la crítica puesta sobre Zizek, Agamben y otros pensadores, la autora revisa “la versión encantada” de la pandemia (esa que la interpreta bajo un aspecto divino, conspirativo o utópico) y muestra sus posibles formas: por un lado, un “encantamiento profético” que se basa expresar creencias que están más allá de lo humanamente asequible. Y por otro lado, un encantamiento (denominado por la autora) como “futurista” que pone su mirada hacia el futuro en búsqueda de una sociedad humanamente más motivada que busca países más justos y solidarios. Este y demás textos son ciertamente un vuelo de la lechuza sobre el presente, tratando de entender; entre vientos torrenciales, el mundo que nos tocó vivir.
Todo lo anterior para mostrar que hay reflexiones gestándose en otros países que nos ayudan a hacer frente de una manera más reflexiva y, quizá, menos paranoica. ¿Pero qué pasa en Medellín? ¿Qué voces académicas nos ayudan a entender la actual pandemia? Si la filosofía siempre llega tarde, a nuestras tierras de empinadas montañas y nubes tumultuosas, el mochuelo de Minerva se retrasó un poco más ¿Primum vivere deinde philosophari?, dado que vivo al frente de una clínica (no diré cuál, para no recibir visitas inesperadas) he reconocido más bien el primum mortem deinde philosophari. Al frente de mi casa llegan casos de COVID-19 todos los días, unos en ambulancia de pueblos del suroeste antioqueño y otros en ambulancias cuyos nombres de los pueblos son extraños para mí. Esto denota la amplitud del virus en zonas periféricas a la gran ciudad.
Al principio de la cuarentena, los casos eran manejados con total discreción; esto es, los enfermos llegaban a media noche. Pero ahora, es común ver la fila de ambulancias que esperan para entrar a los enfermos. Mientras que el Estado colombiano reporta un incremento de muertos por COVID-19 bastante lento en todo el país, al frente de mi casa sacan tres muertos por día. ¿Acaso estos no se suman a los fallecimientos por COVID-19 a nivel nacional? Ciertamente, como ocurre en muchos otros casos, hay una dinámica de maquillar los datos. Pero, la buena fe del gobierno en confinarnos en nuestras casas para evitar un contagio masivo que quiebre el ya frágil sistema de salud, muchos hogares de Medellín se han visto privados de sus ingresos debido a que subsisten de sus trabajos informales (cuya dinámica económica se hace, fundamentalmente, en la calle que ahora están vacías).
Aunque no son solamente los vendedores informales quienes fueron los primeros en colgar las temidas banderas rojas en sus ventanas en señal de auxilio, son también miles meseros, artesanos y, principalmente, las personas del arte (actores, actrices, etc.) que ven difusamente la pronta reapertura de sus sitios de trabajo. No solamente ellos, sino, también nosotros los espectadores, vemos como si fuera un tímido sueño volvernos a sentar en una sala de teatro. ¿Qué hay de las artes escénicas y demás eventos que implican la congregación de un gran número de personas en pequeños espacios? Si la cuarentena se sigue extendiendo ¿Seremos testigos de su reinvención o desaparición en el formato que lo conocemos? Reconozco que estas preguntas no son enteramente genuinas porque son formulaciones que todos tenemos en tiempos de pandemia, ¿pero dejaremos que la lechuza de minerva llegue tarde a Medellín? Por mi parte creo que no. Por eso extiendo esta invitación a los colegas para que pensemos en tiempos de pandemia y juntos agregamos un poco de salsa y sabor (o lo que usted desee) a este caldo de cultivo que denominaré “la sopa de Medellín”.