La soñada alianza entre Petro y los empresarios del siglo XXI

La soñada alianza entre Petro y los empresarios del siglo XXI

Lo que pasó en Colombia, esa furia contra la desigualdad y carencia de oportunidad, la injusticia, es un síntoma de la crisis. Es momento de imaginar qué queremos

Por: Orlando Guerra Bonilla
junio 06, 2022
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La soñada alianza entre Petro y los empresarios del siglo XXI
Fotos: Archivo

Petro como economista social que es, asociado al proyecto del Pacto Histórico, ha desenmascarado el Estado con carácter patrimonialista auspiciado e impulsado por las castas enclaustradas y encaracoladas en medio de este infierno por la base clientelera que se trasluce en el despojo de nación, desigualdad y exclusión que para ellas es lo más normal.

Por eso estas épocas calamitosas ante la carencia de un proyecto de Nación es necesario objetivar y apreciar las recientes movilizaciones sociales dentro de la legalidad convocadas por distintos sectores que han gravitado profundamente en la sociedad por la carencia de dialogo y solidaridad.

El país tiene una oportunidad de imaginar un futuro, de pensar qué país queremos. Lo que pasó en Colombia, esa furia contra la desigualdad y carencia de oportunidad, la injusticia que está ocurriendo en muchos países, pero lo de Colombia es algo inhumano entones, hay que aprovechar esta crisis global para imaginar el mundo que queremos.

A lo largo de esta dilatada época Colombia ha carecido de un proyecto social de nación. Por lo tanto, no se interpretaron y asimilaron los últimos movimientos, al contrario, ciertos sectores de la sociedad no apreciaron y objetivaron ese eje de movilización que convocara a las mayorías en pos de un objetivo trascendente. Es necesario recrear un proyecto que recupere la mística y el sentido de compromiso nacional.

Por eso es fundamental recrear un proyecto que recupere la mística y el sentido de compromiso nacional y uno de los sectores que puede obrar en consonancia es el empresarial.

Al respecto, se tendrá en cuenta el diagnóstico elaborado por las distintas esfera sociales que expresan tener un proyecto nacional para potenciar la vida que implica priorizar una serie de objetivos centrales a la hora de delinear políticas y articular las fuerzas sociales para respaldar su éxito esa relación al estado de la Nación colombiana pensada como unidad objetiva y orgánica y de una nacionalidad que consideraba aún en construcción, dependiente de aportes necesariamente subjetivos de los distintos actores sociales y políticos de esa Colombia finisecular.

La pregunta es qué contribución le hacemos al país repitiéndole, reeditándole experiencias ya fracasadas para la sociedad como ha sido los grupos de presión que solo han servido para consolidar intereses o lobbies puntuales que no se tradujeron en políticas adecuadas para todos los colombianos.

No podemos incurrir en el caso mexicano donde hizo carrera la célebre frase: “El mundo se divide entre los que no comen y los no duermen, los que no comen son los miserables y los que no duermen son los empresarios pendientes que no les destruyan sus empresas”.

Nuestro siglo XX y el que avanza el XXI no solo fue infecundo y el ultimo va para peor camino, por haber transcurrido y trascurre en perpetua guerra civil, que son indignos de ser tomados en consideración, porque, como dice Ganivet, “una nación que vive un siglo entero constituyéndose no es una nación seria”.

El empresariado está en deuda con la aspiración de un país por un fuerte mercado interno de gran competitividad, producir lo que consumimos, con buena capacidad adquisitiva que desaloje y destierre la postura pretérita e histórica del enfrentamiento entre capital y el trabajo es la gran responsabilidad al futuro puede dinámica y solidaria con perspectiva de desarrollo equitativo surgir una gran clase empresarial.

Empresarios dinámicos y serios Harold Eder Jr., Arturo Calle, Rosmery Quintero, Bruce Mac Master, para mencionar  ejemplos, han entendido que solo en un país con posibilidades de progreso para todos los ciudadanos, con mejores salarios reales podemos ser exitosos en forma sustentable y convivir en una Nación con seguridad y armonía social.

Afortunadamente aparecen cada vez más lejos aquellos gurúes neoliberales o las recetas equivocadas e inequitativas de los ministros del contubernio de la migaja en función de los intereses de sectores antidemócratas.

Colombia ha sufrido una dictadura del neoliberalismo que nos ha hecho retroceder y perder todo el camino recorrido en décadas anteriores, expresión de ese criterio es el rechazo brutal de las juventudes que lo único que quieren, anhelan es incorporarse de plano a las virtudes de la democracia y al circuito económico del capitalismo con ética y no a las luchas de clases, para evitar la extrema desigualdad  que es un obstáculo para un sistema democrático capaz de garantizar derechos a toda la población.

La riqueza acumulada en unas cuantas familias con soporte en el costo-beneficio les permite influir para aprovechar las políticas públicas, obstaculizando la responsabilidad de los Estados para garantizar derechos a toda la población. La política tributaria es una muestra de cómo se limita la capacidad del Estado para enfrentar la desigualdad, e incluso puede aumentar la pobreza.

De forma posterior a la disputa entre gobierno y capital en la década de los años 80, líderes empresariales impulsaron iniciativas de vertebración social, con las cuales se buscaba conformar un empresariado con facultades de organizador de ciudadanía,  que pudiera constituirse como una fuerza social con suficiente peso en los debates político-electorales de coyunturas, así como un contrapeso a gobiernos caracterizados como agente del despotismo y la arbitrariedad o que resultaran peligrosos para la permanencia de una estructura social favorable a la reproducción ampliada de su capital.

El ejercicio del poder para derogar una democracia coja en  la que los canales de mediación y resolución de conflictos están azolvados. La capacidad de los gobiernos centrales y municipales para negociar y resolver conflictos sociales se mueve intermitentemente entre la amenaza del garrote, las represiones selectivas, los intentos de cooptación y la entrega de franjas territoriales a la ilegalidad en sus distintas expresiones.

Parece entonces que, como señaló el profesor mexicano Daniel Cossio Villegas, hemos alimentado nuestra marcha democrática bastante más con la explosión intermitente del agravio insatisfecho que con el arrebol de la fe en una idea o una teoría superadora para un país.

Y, en este sentido, sin duda, un proyecto nacional debe garantizar fundamentalmente el acceso de la gente al trabajo, la salud, la educación y que exista una fuerte movilidad social que permita el progreso social. Crecimiento y distribución del ingreso son los objetivos centrales de un proyecto nacional.

Pero también es molesta nuestra falta de autocrítica como sociedad que nos ha llevado a dejarnos manipular; una comunidad sin proyecto nacional en la que se expresó el malestar social de manera abrumadora, pero que se exalte el progreso material y espiritual, que no pensemos en la democracia únicamente como un proceso electoral y no como inicio de la participación social; que sigamos siendo una sociedad pasiva, temerosa, expectante, sumisa y callada, es decir, que continuemos negándonos a ser ciudadanos y a asumir nuestra responsabilidad como tal para con nuestro país y en este el empresariado tiene incidencia como creadores de riqueza, no para las castas sino para la nación.

 

 

 

 

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