Las incursiones de la Mata-Hari criolla en la Corte Suprema de Justicia y las del “hacker” Sepúlveda en las negociaciones de La Habana, hacían, a su manera, uso de la tecnología. La manipulación de la opinión a través de las redes sociales por la vía de los “bots” que pueden descuartizar la reputación de cualquiera, es práctica usual. Los sobornos a escala criolla y también continental como los de Odebrecht se han tecnificado. Todos estos casos, sin embargo, pertenecen a una etapa de corrupción que se podría llamar artesanal. Lo que se viene debería preocuparnos.
La Inteligencia Artificial generativa (IA) abre inmensas oportunidades para la salud, la educación y también para el mundo de las empresas. También las ofrece para el atraco sistemático y a gran escala a los recursos públicos.
La corrupción política y, en general, la relacionada con las contrataciones y compras del sector público en Colombia, lo sabemos de sobra, anda desbordada. Quizás siempre ha sido así. Un expresidente de finales de los setenta hablaba de cómo era imperativo mantenerla en sus justas proporciones, aludiendo a un fenómeno inevitable.
Enterarnos acerca de la reaparición del prohombre Emilio Tapia, de su talento para reincidir y apoderarse de licitaciones públicas, del orden nacional o del departamental, asombra por su inmensa capacidad de articulación de actores, falsificación de documentos, penetración de instancias públicas con responsabilidad de llevar a cabo procesos de adjudicación. No obstante, el modus operandi resulta prehistórico al lado de las posibilidades de la IA aplicada al tema.
Pensando en Tapias y en tantos próceres locales, no podemos culpar solo a los bandidos internos. Algunas multinacionales, sobre todo europeas, tuvieron durante décadas, en su presupuesto de inversión, partidas para el soborno de tomadores de decisiones en las grandes licitaciones. El expresidente de Costa Rica Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002) no pudo ejercer el cargo de secretario general en la OEA porque fue capturado en 2004 por recibir sobornos de una empresa francesa productora de equipos de telecomunicaciones. Y Odebrecht se ha llevado la reputación y la libertad de una serie de personajes públicos latinoamericanos, como nos consta…
Lo anterior sólo para afirmar que estamos culminando una etapa que podríamos llamar artesanal en materia de corrupción.
En un mundo cada vez más digitalizado, la Inteligencia Artificial (IA) generativa ha emergido como una herramienta poderosa con un potencial sin precedentes. Sin embargo, junto con los beneficios, también hay peligros latentes.
La IA generativa, capaz de crear contenido convincente y casi indistinguible de la realidad en todos los formatos (textual, audio, fotos, videos), plantea una serie de riesgos que podrían socavar la integridad de los procesos de contratación gubernamentales y minar aún más la confianza en la política misma.
Mediante la IA generativa se pueden producir propuestas de licitación manipuladas o informes de evaluación de contratos que favorezcan a determinados proveedores o que oculten información crítica
Un peligro inminente es la generación de documentos falsos. Mediante la IA generativa, se pueden producir propuestas de licitación manipuladas o informes de evaluación de contratos que favorezcan a determinados proveedores o que oculten información crítica. Estos documentos falsificados podrían influir en los resultados y socavar la justicia y la transparencia de los procesos de contratación.
La manipulación de los procesos de licitación es otra preocupación. Los modelos de lenguaje generativos pueden contribuir a crear preguntas y requisitos en los pliegos de licitación hechos a la medida, brindando una ventaja oculta a ciertos proveedores o influyendo en la evaluación de propuestas. Se facilitaría la burla a la justa competencia y la adjudicación de contratos a proveedores inescrupulosos.
Existe también el riesgo de falsificación de identidad en las licitaciones. La IA generativa puede ser utilizada para crear perfiles falsos de proveedores, ocultando la verdadera identidad de los participantes y permitiendo manipulaciones en el proceso de contratación. Imaginemos a personajes como Tapias con tecnología…
Estos peligros se entrelazan con los riesgos de corrupción en la política. La tecnología es apta para difundir desinformación y propaganda política, manipulando la percepción pública y socavando la confianza en los procesos democráticos. En la medida en que una parte de la clase política se reproduce mediante puestos y contratos, es inevitable que las campañas políticas transcurran con intereses complementarios a los de los licitantes indeseables. ¿Por qué no utilizar la IA en favorecerlos?
La creación de perfiles falsos y el uso de discursos generados por IA pueden distorsionar, a gran escala, las percepciones de la opinión pública y manipular la toma de decisiones de los electores, por un lado y desvirtuar eventuales revelaciones de actos de corrupción, por otro.
Para abordar estos peligros deberían tomarse medidas concretas. Establecer políticas y regulaciones claras que aborden específicamente el uso de la IA generativa en los procesos de contratación gubernamental y en la política en general, especialmente en procesos electorales.
La capacitación y una cultura que promueva el buen uso de la IA son esenciales. Funcionarios gubernamentales, proveedores y ciudadanos deben comprender los riesgos asociados con la utilización de la IA generativa con fines de corrupción y ser conscientes de la necesidad de prácticas transparentes en la política y en los procesos de contratación pública.
La colaboración entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil es clave para desarrollar soluciones tecnológicas y estrategias que prevengan el mal uso de la IA generativa, combatan la corrupción en la política y promuevan la integridad en los procesos de contratación gubernamental: la IA como herramienta contra el robo de los recursos públicos.