Para muchos, sería equivalente a decir “¡Viva Colombia!” o “¡Dios salve a la Reina!”, pero el hecho de que el hoy aclamado futbolista croata Domagoj Vida haya aparecido en un video exhortando a Ucrania justo después del partido en el que, con un tanto suyo, Rusia fue eliminada en propia casa, es un hecho digno de analizar. Además de que la FIFA advirtió al jugador, la federación croata al saber del escándalo multó y desacreditó al asistente técnico que aparece junto a Vida en dicho video. Son varios los hechos que envuelven a la selección croata, a sus jugadores y directivas, con el surgimiento de un nuevo poder de ultraderecha nacionalista, xenófobo y racista.
Para empezar, ¿por qué el grito de Slava Ukraini es tensionante en medio del actual panorama político internacional? Esta frase puede remontarse atrás en la historia, junto con el saludo “Gloria a los héroes” que utilizaban los insurgentes ucranianos antes y después de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces podía escucharse el particular saludo entre las filas de la Organización Nacionalista Ucraniana, movimiento surgido entre guerras contra las potenciales amenazas de un dominio polaco y soviético sobre el actual territorio ucraniano. Con el afán de lograr la independencia de estos poderes, la organización decide abiertamente aliarse con la Alemania Nazi y su promesa de ayudar “al pueblo ucraniano a liberarse de la ocupación moscovita”, y de paso facilitar las atrocidades contra los judíos y polacos que eran enemigos comunes de alemanes y ucranianos.
No sorprende que ese nacionalismo ucraniano y antiruso siga vivo. En la última década revivió el conflicto que animó a miles de personas a manifestarse, y en algunos casos, a alzarse en armas en contra del alineamiento del gobierno local con las políticas de Putin. La crisis que siguió a la pérdida de la península de Crimea (adhiriéndose a Rusia) y al golpe de Estado en el que participaron grupos nacionalistas y nazis, se agravó con el despertar separatista de dos provincias al este de Ucrania en favor, nuevamente, de un alineamiento prorruso. Estos hechos dividieron la opinión europea en favor de unos y de otros, extendiendo la polarización ideológica a varios rincones del continente, incluidos los Balcanes.
Según el profesor de historia Jorge Christian Fernández, las palabras de Vida y de otros miembros de la selección croata son una “demostración clara de las afinidades políticas de los croatas con Ucrania y ese mundo 'más occidental', que sueña con una Europa de pureza racial y cuyas manifestaciones son cada vez más populares”. Pero, ¿en qué momento Croacia viró hacia este mundo racista y xenófobo? ¿Por qué el populismo nazi tomó fuerza en algunos países ex yugoslavos? Debemos revisar la historia para averiguarlo.
La aparatosa disolución de Yugoslavia, que se componía de seis repúblicas menores, desembocó en sucesivas guerras independentistas animadas por enfrentamientos étnicos y religiosos. Precisamente a mediados de julio de 1995, miles de hombres, mujeres, ancianos y niños musulmanes fueron masacrados, torturados y violados por grupos insurgentes nacionalistas, muchos de ellos serbios. Ante la imagen que los serbios proyectaban por su pasado socialista, los independentistas croatas vieron la oportunidad para reavivar paradójicamente los símbolos pro-nazi que alguna vez apoyaran las campañas de Hitler por Europa. Así, la “Ustacha”, como se conocía al grupo paramilitar extremista que asesinaba judíos y serbios, vuelve al ruedo a mediados de los noventa.
De 1995 a la actualidad Croacia sufrió importantes reformas políticas. Todos los intentos por separarse del pasado yugoslavo y acercarse a la Unión Europea dieron frutos, sin olvidar que esta occidentalización del país se daba a toda prisa y, posiblemente, sin considerar la justa reparación a las víctimas o el saneamiento político frente a las oleadas xenofóbicas y racistas que incluso al interior del gobierno caldeaban los ánimos. Tanto es así que no hay seguridad de que la actual presidenta croata, que se ha robado las miradas en los palcos de los estadios rusos, no sea promotora del nazismo desde el gobierno. En 2016, Kolinda Grabar-Kitarovic posó con una bandera croata con símbolos de la Ustacha durante su visita a Canadá. Sin embargo, con el paso de los días la controversia quedó en segundo plano hasta desaparecer por completo.
Pero en el actual Mundial la selección croata es envuelta nuevamente en escándalos de este tipo.
Después de la victoria 3-0 sobre Argentina, que aseguró el paso a octavos de final, varios miembros de la selección grabaron y subieron un video a las redes en el que celebran cantando Bojna Cavoglave, de la banda Thompson. Esta canción se ha erigido como un himno independentista que usualmente se asocia a la Ustacha y los movimientos nacionalistas tal y como lo ha reconocido la propia banda. Dejan Lovren, zaguero del Liverpool, canta: "por nuestras casa, por nuestros hermanos, por nuestra libertad, estamos luchando". En 2014, cuando Croacia clasificó al Mundial de Brasil, el también defensor Josip Simunic animó a los aficionados locales a repetir las palabras "Por nuestra casa, estamos cerca", típicas referencias al gobierno nazi de la Ustacha. Por estas acciones, se le prohibió ir a Brasil con un veto de diez partidos con la selección.
Pero esto no quiere decir que la Federación Croata de Fútbol no tenga responsabilidad en lo ocurrido. Si bien la federación ha multado y responsabilizado a los jugadores y miembros cuyos gestos y actuaciones son reprochables, hay una actitud de cierta complicidad con los hechos, pues no se actúa hasta después del incidente. Esta complicidad manifiesta no solo una falta de rigor y control para con el plantel, sino una posible aprobación de los actos que han sido escándalo en el presente Mundial e incluso antes. No olvidemos que en 2015 la federación fue multada por 100,000 euros tras comprobarse que en uno de los estadios donde la selección disputó partidos de clasificación a la Euro fue encontrada la estampa de una enorme esvástica nazi sobre el gramado.
Así como están las cosas Croacia es candidata a ganar el título mundial que pocas selecciones han logrado, y este hecho podría ocultar las advertencias de un pasado y un presente políticamente crudo para ese país y para el mundo entero. Y es que el fútbol siempre ha permitido el ocultamiento de ciertas verdades dolorosas y oscuras. Precisamente el Mundial de Francia 98 ayudó a mermar el desajuste ideológico posterior a las guerras y afirmó una identidad croata gracias a que la selección de ese entonces alcanzó la semifinal. Al igual que como ocurre en Colombia, las tensiones políticas se resuelven (o se olvidan) con fútbol.
Pero como sostiene el filósofo croata Srećko Horvat, “la euforia de hoy se trata más de un anhelo por el pasado, porque un buen futuro está en entredicho (…). El fantasma que atormenta al país es el de una ‘transición’ fallida (del comunismo al capitalismo). Y la única esperanza y emoción colectiva parece ser el fútbol. En lugar de idealizar la Copa del Mundo, deberíamos verla como lo que es: un reflejo invertido de lo que falta hoy en la política: la esperanza”.