La soledad de la gobernadora indígena del Putumayo

La soledad de la gobernadora indígena del Putumayo

Sorrel Aroca, la joven dirigente de los verdes, tendrá que enfrentar los cargos de la Fiscalía por una acusación que va hasta el homicidio culposo

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abril 03, 2017
La soledad de la gobernadora indígena del Putumayo

Sorrel Aroca no sólo tuvo que soportar la muerte de más de 300 de sus paisanos en la terrible avalancha de abril del 2017. Ahora también está en una encrucijada: la Fiscalía le acaba de inputará el cargo de homicidio culposo además de prevaricato por omisión y prevaricato por acción. A sus 38 años la gobernadora indígena del Putumayo ya no sabe qué hacer.

Su vida cambió desde que escuchó el sonido de la tierra moverse, las piedras gigantes arrastrarse por el barro tragándose carros, árboles, gente. En la madrugada del viernes 1 de abril cargó a su hija de siete años y salió corriendo junto a su huyéndole a la furia del rio Sangoyaco, que pasa casi que por el solar de la casa. Un rio que era casi una quebrada mansa pero que en las noches de lluvia sacaba la furia de un gigante salido de cauce. Con la tímida luz de del amanecer de invierno se percató, de regreso, que el barro se había tragado el barro; como había ocurrido como con 17 barrios vecinos. Le regresaron a la memoria las imágenes de Armero que había visto con señales intermitentes  cuando era una  niña de siete años en Puerto Leguizamo, en el extremo sur de Colombia, más cerca del Perú que su país, el pueblo donde nació. No dudo en decirlo en medio de la angustia y el desespero: esto es como un Armero chiquito.

Estos tres día suyos y de su gente han borrado cualquier mal rato del pasado. Nada es comparable. Ni siquiera cuando en noviembre la Procuraduría en cabeza de Martha Castañeda, la destituyó por once años por unas presuntas irregularidades que habría cometido cuando fue presidente de la Asamblea del Departamento, decisión que el Consejo de Estado anuló un mes después. Entonces pensó que se le venía el mundo encima y más por sus circunstancias de ser la voz de Antanas Mockus en la región, en contravía de la clase política que tiene tomada la dirigencia del Putumayo. A él no le podía fallar cuando su compromiso la había llevado a ser la gerente de su campaña presidencial, en la que nos les fue nada mal.

Sorel llegó a la Gobernación casi que por accidente. Iba de tercera en las encuestas cuando Jorge Coral Rivas fue forzado a retirarse por los señalamientos de posibles vínculos con jefes de Bandas Criminales, como lo atestiguaba un video difundido en abril del 2015. Sorprendentemente los derrotó a todos con su menuda figura y su voz solitaria.

Lo de ella era escribir libros y ver películas y estudiar, por supuesto. Terminó Derecho en la Universidad Libre de Bogotá y se especializó en derecho Minero Energético en el Externado de Colombia. Paralelo a eso escribió libros de cuentos como ‘Miradas al orden’ y ‘Del devenir y la imaginación’. Cuando regresó al Putumayo puso un Cineclub en donde pasaba La noche de los lápices, Tango Feroz La muerte y la doncella y todas esas películas de tinte político que tanto le gustaban. Quería hacer cine para mostrar el orgullo de ser indígena. Sin que ella lo planeara cayó en las redes de la política por el único partido que la convencía, el Verde, y especialmente su líder Antanas Mockus.

Mockusiana hasta la médula, a los veinte años fue Secretaria de Gobierno en Orito, Putumayo y, a los 24 años fue Jefe de Control Interno de Gestión y Secretaria de Despacho en el área de contratación y servicios administrativos. En el 2012 saldría elegida diputadas en la Asamblea del Departamento y, por haber sido destituidos los dos candidatos que competían con ella por la gobernación del Putumayo, terminó vencedora. Es una gobernadora por fuera de todos los patrones convencionales.

Creía que lo peor había pasado después de su transitoria destitución. La vida le cambió, como a todo el mundo en Mocoa, en la madrugada del sábado 1 de abril. Dos días después de la tragedia se subió a un helicóptero de la Defensa Civil y sobrevoló la zona. Al menos tuvo la certeza de que no sobrevendrían nuevas avalanchas en las próximas horas.

Hoy intentará dormir en el cuarto que le preparó una prima en su casa. Tendrá los ojos abiertos, con el miedo que tienen los sobrevivientes de escuchar el ruido de la tierra, los gritos de las rocas chocándose entre sí, el murmullo sordo que hace una persona cuando se lo está tragando un río. Ella controla sus temores pero quisiera que el gobierno nacional la escuchara un poco más para al menos organizar las ayudas en medio del caos.

 

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