A mediados del 2013 el comandante del ELN Nicolás Rodríguez Bautista hizo llegar una comunicación dirigida a la Presidencia de la República y al Comisionado de Paz en la que mostraba la disposición de su organización para arrancar una mesa de negociación. La misiva se engavetó. Pasó un año antes de que el negociador Frank Pearl recibiera instrucciones presidenciales de iniciar la fase exploratoria de los diálogos con esa guerrilla.
Sin palabras, la señal estaba clara: la prioridad para el gobierno y el comisionado Sergio Jaramillo, era la negociación con las Farc en Cuba y cualquier avance con el ELN llegaría por añadidura.
Nada ha alterado esta decisión que ha contaminado el comportamiento gubernamental, con excepción del de Frank Pearl. Este le ha apostado al diálogo con ambas guerrillas, en paralelo, sin priorizaciones, desde que Álvaro Uribe lo designó Comisionado de Paz en el 2009 en remplazo de Luis Carlos Restrepo.
Pearl se había proyectado como un financiero en el sector privado hasta que en el 2006, cuando se desempeñaba como presidente de Valorem Bavaria, el Presidente Uribe lo invitó a crear la Consejería Presidencial para la Reintegración con el propósito de buscarle una salida a los cientos de desmovilizados de las AUC, producto de la negociación de paz. De allí pasó a formar parte de la avanzada de paz de Uribe que se manejó con gran discreción y de la que solo concluido ese gobierno comenzó a conocerse. Mantuvo la interlocución con el vallecaucano Henry Acosta quien mantenía secretamente y autorizado por el gobierno contactos en la cordillera occidental con Pablo Catatumbo para avanzar con las Farc, y con Juan Carlos Cuellar, guerrillero del ELN detenido en la cárcel Bellavista de Medellín para buscar caminos con esa guerrilla.
Frank Pearl se desempeñaba como Comisionado de Paz cuando Juan Manuel Santos fue elegido Presidente en agosto del 2010, pero el nuevo mandatario sorpresivamente lo designó Ministro de Medio Ambiente. Desde allí empezó los primeros contactos autorizados por Santos con las Farc, mientras Henry Acosta hacía lo propio con el jefe máximo Alfonso Cano a través de Pablo Catatumbo. La primera reunión de la que se tiene noticia de funcionarios públicos del gobierno Santos con las Farc fue en la frontera con Venezuela y estuvieron presentes Frank Pearl, Alejandro Eder –quien lo había reemplazado en la Consejería para la Reintegración– y Jaime Avendaño, un funcionario de la misma. Sin el cargo de Comisionado que Santos mantuvo vacante, Pearl fue tejiendo durante dos años la relación con las Farc que le abrió la puerta a las negociaciones que el Presidente le presentó al país el 26 de agosto del 2012 cuando la delegación tomaba camino de Oslo, Noruega, donde se dio la instalación del proceso con la intervención de Humberto de la Calle y el beligerante discurso de Iván Márquez.
Fue ese mismo día, cuando Pearl se enteró que él no sería el Comisionado para el proceso de paz con las Farc. El escogido se llamaba Sergio Jaramillo. El nuevo Comisionado había estado lejos de la estrategia de paz del gobierno pero cerca de Juan Manuel Santos en el Palacio Nariño como asesor de seguridad nacional.
Jaramillo había trabajado antes con Santos como viceministro de defensa y derechos humanos. Llegó al Ministerio con Martha Lucia Ramírez a comienzos del gobierno Uribe, con un rol importante en la formulación del documento de la política de Seguridad Democrática, pero se retiró con ella cuando fue reemplazada por el empresario antioqueño Jorge Alberto Uribe. Pasó entonces a dirigir la Fundación Ideas para la Paz, una organización creada por empresarios desde los diálogos del Caguán, donde permaneció entre el 2004 y 2006. Fue una pausa en el sector público pero un paso importante para empaparse en el tema ya no de la guerra sino de la construcción de paz y con este acumulado llega al ministerio de Santos. Allí compartió con el general Óscar Naranjo y el general Rafael Colón con quienes se reencontraría, luego, en las negociaciones con las Farc.
La crisis de los falsos positivos llevó a Jaramillo a retirarse voluntariamente del cargo pero sin salir del círculo de influencia de Santos. Fue nombrado cabeza del Plan Nacional de Consolidación, un programa piloto financiado por la cooperación internacional para asegurar la presencia del Estado en zonas liberadas de guerrillas y paramilitares.
Con la discreción de su talante, Frank Pearl guardó silencio y se acomodó al nuevo rol que lo limitaba a formar parte del equipo de negociadores plenipotenciarios junto a Jorge Enrique Mora, Óscar Naranjo y Humberto de la Calle a la cabeza; el Comisionado Sergio Jaramillo tendría la batuta institucional.
Los primeros acercamientos con el ELN se dieron en el Ecuador donde asistieron por parte de la guerrilla el segundo de la cúpula, Antonio García, y por el gobierno el general retirado Eduardo Herrera Verbel y Jaime Avendaño. Ecuador, Brasil y Noruega serían los garantes para la eventual negociación. Hasta entonces las reuniones de Pearl para avanzar con el ELN habían sido secretas pero intensas al tiempo que participaba en la Mesa de La Habana.
Los constantes viajes y la distancia del día a día aliviaban la tensión evidente para todos entre Pearl y Jaramillo. Santos esperaba resultados prontos a pesar de la lentitud que había tenido el acercamiento y la construcción de confianza con las Farc. No se conocen detalles concretos de los avances ciertos de Pearl con el ELN pero tanto para la opinión pública como para el gobierno el proceso pareciera no despegar. Un ritmo lento que llevó al desespero al Presidente, quien explotó delante del concejo de ministros y los participantes de la Cumbre de paz en la Casa del Márquez de Valdehoyos, en Cartagena, a comienzos del año. Cuando Santos pasó revista al estado de las conversaciones con el ELN la perspectiva de Frank Pearl no coincidió con la del Presidente, reacción que generó un roce que ha dejado cicatriz en la relación del responsable de los diálogos con el ELN y el Presidente. .
Pero Pearl sigue tejiendo las esquivas relaciones con la guerrilla del ELN en un oficio que ha resultado ingrato pero cuya persistencia si la voluntad del Presidente se mantiene, puede por fin permitir instalar la mesa de diálogo. Eso sí, en un lugar distinto a Venezuela.