La soledad de Charb, el director del Charlie Hebdo

La soledad de Charb, el director del Charlie Hebdo

Los cuatro asesinados por los fundamentalistas islámicos eran unos de los mejores caricaturistas de Francia obsesionados por la libertad informativa

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enero 08, 2015
La soledad de Charb, el director del Charlie Hebdo
Charb, Wolinsky, Cabu, y Tignous

El fuego de mayo del 68 aún no se apagaba cuando Harakiri Hebdo salió a las calles de París a socavar aún más el régimen moribundo y anacrónico del General  De Gaulle.  En las páginas de ese primer número, lanzado en 1970, estaban ya los corrosivos dibujos de Cabú y Wolinski, dos de los caricaturistas que cayeron ayer bajo las balas yijadistas.

Amante del jazz, del cine, eterno y consecuente militante de izquierdas, su fragor revolucionario, envalentonado en los agitados años sesenta, hizo que lo dejara todo para irse a combatir durante 27 meses a la guerra de Argelia, periodo que le sirvió no sólo para hacer una serie de devastadoramente graciosos e irónicos dibujos publicados en  París Match, sino para endurecer aún más su postura antimilitarista. Jean Cabu era ante todo un anarquista.

Una vez muere De Gaulle, Harakiri Hebdo se transforma en Charlie Hebdo, nombre inspirado en  el amo de Snoopy. Cambiaron de nombre pero no de postura, al contrario, la endurecieron aún más. Cabu, desde esa trinchera, se va transformando en el cronista gráfico de París. Crea personajes inmortales, a través de los cuales expresaba su inconformidad con la sociedad francesa. Mon Beauf, un francés ordinario, sexista, racista y vulgar, es tal vez su personaje más conocido y polémico, con el que se ganó la admiración de miles de lectores pero también muchos detractores.  Su popularidad empieza a crecer gracias a la participación, a principios de la década del ochenta, en un programa de televisión en donde aparecía haciendo lo que mejor sabía hacer: Dibujar.

Caricatura por Wolinski - La soledad de Charb, el director del Charlie Hebdo

Caricatura por Wolinski

Sus amigos más cercanos afirman que este hombre con su peculiar peluqueado de “Corte de taza” era “La alegría de vivir personificada”. En los videos que se pueden encontrar en youtube, se le puede ver haciendo bromas en pleno consejo editorial de la revista. Cabu, al ser el caricaturista más importante de Francia, era la joya más preciada de Charlie Hebdo. En el 2006 ganó notoriedad mundial a raíz de una satírica caricatura de Mahoma que le granjeó, de paso, la enemistad con los islamitas que terminaría arrancándole a balazos la vida. Tenía 77 años.

A finales de la década pasada, cuando Charlie Hebdo emprendió una cruzada contra Sarkozy, dibujó al primer mandatario francés con cuernos y cola, como si del mismísimo diablo se tratara. Divertido, el marido de Carla Bruni desafió al popular dibujante a tomarse un café mientras discutían el tema. Cabu le respondió al presidente con lo que mejor sabía hacer: una serie de dibujos en donde ridiculizaba a la pareja más glamurosa y conocida de Francia.

Cabu inspiró a muchos dibujantes jóvenes entre los que se destacaban Francoise Mouly, editor de arte del New Yorker, quien ayer acongojado dijo sobre la masacre “Tener dibujantes sacrificados por caricaturas editoriales era algo que no veíamos desde el siglo 18” y dijo que los chicos de Charlie Hebdo “Eran mis alborotadores preferidos” y Stépanne Charbonnier, quien en 1992 cumplió su sueño de trabajar con Cabu, su ídolo y  desde el 2009 era el director de la revista. El hombre de 47 años fue otra vícitma más del aterrador ataque.

Contestatario, puntilloso, miope y genial, Charb era un obsesivo que dormía apenas 3 horas diarias y que era incapaz de contener el humor corrosivo con el que llenaba las páginas del periódico que precedía. Su postura radical y provocadora hizo que llovieran sobre él las amenazas y los  atentados. Lejos de acongojarse o de medir su postura, la radicalizó aún más. En el 2013, a pesar de que ya se había convertido en un objetivo militar para los islamistas más feroces, decidió sacar la historia en imágenes de Mahoma, en donde, como era de esperarse, se burlaba sin cortapisas del profeta. Ante el peligro que corría su vida, Charb respondía con su habitual desparpajo : "No tengo hijos, ni mujer, ni coche ni crédito... Puede que sea un poco pomposo esto que voy a decir, pero prefiero morir de pie a vivir de rodillas".  Ayer  fue abatido por las balas que escupía un Kalashnikov, una muerte demasiado absurda para un hombre que sólo dibujaba.

Caricatura por:  Cabu - La soledad de Charb, el director del Charlie Hebdo

Caricatura por: Cabu

En medio de la solemnidad que acompaña la muerte de todo dictador, Wolinsky fue el único que se atrevió a burlarse del general De Gaulle cuando aún estaba en cámara ardiente. Desde allí sus dardos afilados intentaron devastar el orden establecido. Hijo de Mayo del 68, detrás de su aspecto brusco se escondía un hombre sensible y a la que sólo se le conoció una mujer. Su deseo, una vez muriera, era ser cremado y sus cenizas arrojadas al inodoro que compartía con la dama de sus sueños ya que  así “podré ver el culo de mi amada todos los días”. Además de la sátira, este “erotómano redimido” como el mismo se calificaba, se destacó por sus dibujos eróticos.  Tenía 80 años cuando cayó ayer en París.

Begnard Verlhac, mejor conocido como Tignous, era otro hombre tierno de aspecto duro. Empezó después de los 40 a dibujar viñetas y su estilo, igual de picante de sus compañeros, era más contenido. Sus trazos igual despertaban la urticaria de la ultra derecha francesa y de los grupos extremistas islámicos. Tenía 57 años.

Entre los 11 heridos de ayer se destaca la presencia del crítico literario Philippe Lancon a quien Mario Jursich, director de la revista El malpensante, conoció en su visita a Bogotá en el 2010. Sobre él Jursich dice estas palabras “ es un periodista inteligente y sumamente vivaz. En el 2010 Philippe trabajaba en Liberation y tenía el propósito de escribir un reportaje sobre escritores colombianos menores de 50 años. No sé si finalmente lo hizo, pero me consta que la curiosidad por nuestra literatura lo llevó a reseñar con simpatía y agudeza libros de James Cañón, Álvaro Mutis, Juan Gabriel Vásquez y Tomás González”.

Ahora Lancon se debate entre la vida y la muerte.

El gran legado que dejaron los cuatro caricaturistas inmolados fueron los de seguir a rajatabla una idea, un concepto: la de no tolerar la estupidez de la religión, los totalitarismos y las verdades absolutas .

 

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