No se trata de una soledad física porque Ana María González ha estado rodeada no solo por su familia directa sino por su exesposo y por muchísimos colombianos a los que nos duele su situación. Ver llorar a su padre en el noticiero de la semana pasada conmovió al país. Las declaraciones de su tío, Guillermo Alberto González, a quien muchos conocemos, y ahora la entrevista dada a El Tiempo de quien fue su expareja que además se trasladó a Houston a acompañarla en todo ese proceso, demuestran el profundo afecto, el respeto y la incredulidad frente no solo a las razones por las cuales fue condenada sino a la imagen que se proyectó de ella durante el juicio.
No le ha faltado ni le faltará el apoyo de muchos que además reconocen su valiosísimo trabajo. Pero es esa soledad del alma que se refleja en la imagen de ella durante el juicio que muestran su impotencia frente a las acusaciones que se le han hecho; a la soledad que se siente cuando alguien a quien se ha amado, como lo hacen las mujeres, se convierte en su acusador que la ha llevado a su situación actual. Como mujer y todas sentiremos lo mismo, comprendemos ese gran vacío que debe invadir su alma.
Se debe respetar la justicia y ella es la que personalmente que ha dado muestra de ello. Han surgido comentarios en los medios en los cuales se ataca a quienes ponen en tela de juicio las decisiones de la Corte que ha manejado su caso. Es verdad, ninguno de nosotros por mucho que valoremos sus condiciones personales y su dedicación a salvar vidas, tenemos el derecho a dictar veredictos. Pero solo esperamos que ese juicio haya sido justo porque con lo sucedido con el carpintero, en Colombia, con razón, ya la idea de que la justicia norteamericana no se equivoca, ha perdido peso. Dios quiera que este no sea el caso porque se han publicado por parte de expertos en el tema, dudas sobre la forma como se llegó al veredicto.
Independientemente de lo que suceda, la verdad es muchos tenemos la esperanza de que ella, si es inocente, como se ha declarado y como lo han expresado quienes la conocen, logre demostrarlo. No se sabe aún si apelará la decisión de la Corte y el país entero estará pendiente de los pasos siguientes de este doloroso episodio que compromete a una persona muy valiosa para la humanidad.
El amor puede ser un camino perverso en la vida de las mujeres, caso que también sucede entre los hombres, pero con menos frecuencia. Los triángulos amorosos casi siempre terminan en tragedia y este caso es un claro ejemplo de ello. Lo que esperamos muchos en este país y en el mundo que le reconoce a Ana María sus valiosos aportes a un tema tan crucial para la vida de las mujeres como es el cáncer de seno, es que no se esté cometiendo una injusticia y que quede muy claro para todos que las decisiones tomadas o que se tomen en el futuro, si hay apelación, se ajusten a derecho. Que no intervengan otros factores como el hecho de ser colombiana a pesar de tener también ciudadanía americana; ni que el famoso café sea colombiano, ni la alusión de que el caso personal "se resolvería a la colombiana".
Mientras tanto, ojalá que ese gran apoyo que ha recibido le compense la profunda soledad en el alma que se le nota en su rostro durante todo el juicio. Qué contraste con el que tenía cuando era una profesional muy exitosa y una feliz recién casada.
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