Bien dicen por ahí que las situaciones difíciles, requieren medidas desesperadas. En estos días y con la marcha encabezada en Cartagena por senador y expresidente se demuestra esta premisa. Durante años, la figura de Uribe se ha tambaleado entre los espinosos escándalos de corrupción, narcotráfico y paramilitarismo y cual Pedro Paramo, se alzó con el poder provocando estragos en el campo colombiano (que para el caso le sirvió como Comala), gracias al apoyo de una patidifusa clase dirigente. Pero vuelve aquí la literatura y me ataca; Uribe me recuerda al viejo Cronos que fue comiéndose a cada uno de sus hijos para evitar su propia Hecatombe. Los partidos que lo apoyaron llevándolo al poder hicieron un cambio, abandonaron el rejo y la cabalgata por el tren de la megaminería de Santos.
Habría que decir que su discurso guerrerista ha sido desplazado (como tantos en sus gobiernos) por el Sí de los ciudadanos. La paranoia propia de los dictadores que plagaba sus discursos de manos firmes y corazones grandes (como el de Paloma), en la que se le quitaba la C al grupo guerrillero y se afirmaba la hombría diciendo “le voy a dar en la cara, marica”, parecen estar relegados. Acompañado del Procu-orador, y con una voz que aunque calma mostraba el talante reaccionario-guerrero del personaje, Uribe se niega a decir Adiós a las armas. Si bien sus escuderos siguen ahí, existe un desgaste ideológico en las palabras de Pacho, de Óscar Iván y de las mismas parcas: Claudia y María Fernanda. Uribe se ha ido quedando sólo.
Creo que el 2 de octubre podremos decir por fin “Olvidando al Soldado Uribe” , incluso que aquellas buenas gentes que en pro de la seguridad, o de familias en acción y otras tantas cosas concibieron a este hombre como el salvador. Encontraran en la posibilidad de exigir sus derechos y no de mendigar la morona que cae de la mesa del “padre”, una visión más digna del futuro. Seguramente la historia lo juzgara, pues ya tantas veces se ha librado de la contundencia de las pruebas que es difícil creer que este personaje llegue a un estrado.
La soledad de Uribe, es la soledad de alguien que fue entronizado por la guerra y que ahora se queda sin ella. Como en el cuento de Saramago La Silla: se le rompió la pata a la silla que sostenía al dictador. Ni la Seguridad Democrática, ni el premio del gran colombiano consiguieron que s quedara en el poder. Le quedan dos años en el senado en el que esperamos que se dedique dignamente al silencio y que no intente desde su figura de Macbeth criollo hacerse nuevamente con el poder (Hay que anotar que el lenguaje de Uribe, por más florituras que tenga no llega ni a los talones de Shakespeare). Esperamos que sus copartidarios no hagan el eco de lo que otros hicieron en los años 80 exterminando partidos y aterrorizando poblaciones.
Yo quiero, sinceramente, olvidar al soldado Uribe y recordar al Pretérito gobernante como una página que se encabeza con la frase: "Aquí yacen las palabras de Odio, que gobernaron durante ocho años este país y que por más de veinte apoyaron la lucha fratricida, ahora son letra muerta plagada por los fantasmas de la guerra.