Sabiamente dijo Cicerón, aquel gran orador que supo defender los valores de la republica romana, que muchas veces “no logran entender los hombres cuán gran renta constituye la economía”. A lo mejor el excelso litigante se expresó así sabiendo del poco conocimiento que algunos tienen a la hora de priorizar el capital, sea este privado o público.
Es que cuando se trata de hablar de economía –algo que en los colegios se debería enseñar obligatoriamente, en lugar de darle cabida a lo que adoctrina y no produce nada–, la mayoría de las personas, incluyendo en ellas a los que supuestamente saben, carecen de un conocimiento práctico o totalmente real de lo qué es el bolsillo ajeno. Para muestra un botón: el futuro presidente según las encuestas, el senador Gustavo Petro.
Las ideas de este artista del engaño, por no decirle que simplemente es un canto de sirena, son el resultado un pensamiento completamente socialista, en donde lo único que importa es desmonetizar a la sociedad, con el fin de hacerla dependiente de un sistema económico que vaya contracorriente del libre mercado, que siendo sinceros, ha sido mal interpretado durante décadas en este terruño.
Según el candidato del Pacto Histórico, bajo su gobierno se detendrá toda exploración y producción petrolera con el fin de darle cabida a una economía que tenga como única prioridad el agro, un viejo tópico que siempre ha estado en boca de los embaucadores de esta aldea de culebreros, sean estos de cuello blanco o como él, populistas, que a través de un discurso aparentemente democrático busca vivir del inconforme, es decir, del que no genera o produce nada.
Igualmente, ha manifestado que obligará a los terratenientes a vender sus tierras “improductivas”, decretando impuestos que impidan el desarrollo de la propiedad privada, en pro de una “democratización” del campo que lo ayude a crear una industria agraria de verdad. Si alguno no intuye nada de lo que es el socialismo, esto último lo tiene que hacer despertar, porque más socialista no puede ser.
En fin. La pregunta que más de uno se hace es la siguiente: ¿cómo va a financiar sus quimeras? ¿De dónde va a salir el dinero que va a sostener su preocupante agenda económica?
Hace poco dijo que iba a reformar el sistema pensional colombiano, tal como lo hizo Cristina Fernández en Argentina, en donde los aportes de los trabajadores representan un abusivo fondo común. ¿Será que la plata del 40 % de la fuerza laboral de este pobre país le alcanzará para semejante improvisación? Yo no creo.
¿Cómo lo va a conseguir? Es sabido que el empresariado se siente más que amenazado, realmente perseguido; que una vez que llegue a palacio, el peso se va a devaluar como resultado de la poca inversión, siendo él el único responsable de la fuga del capital privado que buscará salvación en otras latitudes. Esto es algo que nunca discute, porque sabe que el dólar se hará inalcanzable, y allí la gente sabrá lo qué fue caer en las redes de su truculenta telaraña.
La sociedad que quiere Petro no es otra que una sociedad lumpenizada, propia de toda nación que ha acogido cruelmente el socialismo. Por eso busca desmonetizar al proletariado nacional, haciéndolo dependiente de una serie de decretos, los cuales propagarán las filas para entregar subsidios y, por ende, motivarán una superinflación como resultado de imprimir billetes.
En conclusión, nos quiere llevar a la debacle, con tal de sumarse a la lista de líderes de izquierda que hoy mandan en América Latina. Por eso el elector, si realmente le importa el país, debería saber que el rico tiene su plata y comida no le va a faltar. Pero que será de él cuando su fuerza laboral valga cero: simplemente protestará en las calles por su mala decisión.
Por eso decía John Stuart Mill, el economista y filósofo inglés, que “ningún problema económico tiene una solución puramente económica”: a veces es más importante una posición política, y la derecha ha demostrado con aciertos y desaciertos que es más realista que la izquierda en temas económicos.