La sociedad que naufraga en los desechos de su propia imprudencia

La sociedad que naufraga en los desechos de su propia imprudencia

"Sin un propósito la sobrevivencia se hace difícil y sin una visión clara de estos tiempos, la vida se hace insoportable"

Por: SAMUEL ASTOR BAHOS
julio 20, 2017
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La sociedad que naufraga en los desechos de su propia imprudencia
Foto: Stocksnap

La calidad se ha vuelto un sofisma del capitalismo para avalar el estatus comercial y la especialización institucional. Quiero llamar la atención en que “ya no es posible pensar en términos locales”; nada nuevo para algunos, pero sabe usted que los jóvenes prefieren comprar una hamburguesa en Macdonald's que cinco empanadas caseras. No es un secreto que las multinacionales han extendido sus linderos a tal nivel de exigencia mercantil que un adolescente puede desarrollar cuadros depresivos si llegase a perder el IPhone 7 que sus padres todavía están pagando.

El planeta en el que vivimos de a poco se está haciendo pequeño; la comunicación desenfrenada está transformando los antiguos planes de espacio y tiempo para facturar inmediatez y virtualización a precios instantáneos. Hoy la madre latina habla por videoconferencia con su hijo en Australia mientras hace el almuerzo. Los medios de comunicación son la urdimbre más eficaz que debilita la privacidad y el derecho a la intimidad. Darse cuenta de momentos de infelicidad en la vida social de Melania Trump es tan rápido ahora como enviar contenido pornográfico en masa, o como sacarse una selfie desde el consultorio odontológico para reportar vía redes sociales que se acaba de iniciar el tratamiento de diseño de sonrisa.

No es conveniente para una comunidad mezclar sus costumbres para habituarse al cambio impulsado por iniciativas extranjeras. Desde hace unos cuantos años la invitación a consentir la extranjerización ha ganado terreno, es casi como aceptar la invitación a hacer las cosas de una misma forma. Esto permite decir que la industria musical y el sexo se han vuelto un dúo de mucho éxito, si lo duda puede preguntarle a los productores de MTV. Pero eso no es todo, el fomento del consumo de cosméticos, películas, modas y estilos conserva ciertas tendencias en los formatos de uso, una homogeneidad preferencial que explica entre otras cosas cómo gustan tanto los superhéroes de Marvel y muy poco los juguetes artesanales que bien pronto los niños aprenden a desechar.

Por otro lado, tras la relación que existe entre la descentralización del poder en las esferas gubernamentales y los constantes escándalos de corrupción que ennegrecen con desigualdad y violencia el territorio, es propio advertir que desde hace unos cuantos años la obediencia regional se ha debilitado frente a los entes gubernamentales para el fortalecimiento de una dependencia institucional. Para decirlo en otros términos, tenemos que un mal desempeño en el Icfes es menos importante que tener un mal desempeño en las pruebas Pisa, si en las primeras los niveles no son óptimos no pasa nada, si en las segundas se ocupa alguno de los últimos lugares, el revuelo mediático no se hace esperar. Se ha vendido la idea de reaccionar en el momento en que las grandes organizaciones como la OEA, ONU o la OECD se pronuncian causando rasgadura de vestiduras, atendiendo sí a una lógica democrática mundial pero desestimando tristemente la operatividad de las regiones que han venido prostituyendo su sistema político.

Son estos  los tiempos de la mundialización en la que se persuade a llorar con mayor intensidad a las víctimas del 11 de septiembre que a las de la guerra entre Israelíes y Palestinos. Tiempos en los que prevalece la tendencia  del pensamiento convergente que no puede desmarcarse del sensacionalismo y del impacto que generan las figuras públicas como el Chapo Guzman, Nicolás Maduro o Nairo Quintana. Así la guerra con Norcorea prende las alarmas, la persecución  contra los refugiados causa pesar, las bombas en Europa preocupan, y el cambio climático da lugar a reuniones entre múltiples países captando la atención del público hacia sus agendas.

Pretendo hacer ver como lo dijera Ulrich Beck, que se está viviendo en el riesgo de una sociedad que naufraga en los desechos de su propia imprudencia. La información es mayor en cantidad que todo a cuanto se puede acceder humanamente, pero al mismo tiempo la desinformación supera por mucho la producción de conocimiento válido y confiable. Internet es causa de patologías en la actualidad, los videojuegos alimentan los niveles crecientes de adicción; el temor a una pandemia inquieta a las personas en su lecho, y los esfuerzos por demostrar que Dios no existe es a mi juicio la piedra de coronamiento que hace falta para que al mundo se lo lleve el diablo. Lo que digo es que se está viviendo en el riesgo de una sociedad en pánico que se debilita y permanece inmóvil ante la amenaza.

El caos impera tanto como el miedo, ya por esta causa las bocas de los transeúntes auguran muy pronto el comienzo de la tercera guerra mundial, otros del apocalípsis, otros el Armagedón y otros menos dogmáticos hablan de la extinción biológica de la especie humana. Se está en un lugar donde las bocas hablan y las voces casi no se escuchan por la desarmonía espeluznante. El barullo entre fe y ciencia desorienta, el murmullo de la conspiración engaña, los gritos del desarrollo tecnológico desgastan e incluso los discursos de las minorías étnicas y sexuales desconciertan. Posiblemente solo desde el espacio se puede presenciar un globo azul silente, carente del bullicio inagotable y de la estridencia de las comunidades en sus nichos transitorios.

Hablar de globalización más allá de sus ventajas transformacionistas que no son el foco de esta reflexión, implica detenerse en las hibridaciones mundiales entre mercado y competitividad, entre riqueza y consumismo, entre política y ecología o entre gobierno y sociedad. Buena cosa es permanecer en un país cambiante pero es negativo hacer parte de una sociedad sin rumbo. En un horizonte como este se puede ver que al enfrentar la incertidumbre de la existencia a los adolescentes se les hace casi imposible imaginar cómo será su vida dentro de cinco o diez años.

Es momento de parar

Detener la explotación en cualquiera de sus formas debe convertirse en un pilar para la formación humana; una aspiración al amor propio y a la autonomía. Las hibridaciones mundiales conllevan a pensar en la explotación malsana de los recursos naturales para fortalecer el brazo económico de las naciones, aunque este es tan solo uno de los grandes problemas que enfrenta esta generación. La explotación de la gente en los países más pobres del globo es el cruel testimonio del monopolio de los emporios económicos. ¿Se ha preguntado usted dónde y a que costo han manufacturado las zapatillas Nike que tiene puestas? Ese es solo el comienzo, la explotación infantil, sexual, comunitaria, intelectual, de género y racial tiene su propia industria en todo el mundo, pero a pesar de que hoy es más visible y execrable su actividad, parece que hay una tendencia constante a la permisividad y la injusticia; el caso Venezuela es un argumento claro de este hecho.

Así las cosas, existen etiquetas que es necesario abandonar; “americanización” es una de ellas, “colonialismo” es un término un poco más amplio; me refiero a las etiquetas que impone el comercio con cada extravagancia para estar a la moda o los discursos importados sobre política, arte y educación. Es lamentable que un estudiante no pueda desmarcarse del adoctrinamiento intelectual simplemente porque no ha desarrollado pensamiento crítico, es decir, un pensamiento capaz de hacerse responsable de sus decisiones. Un pensamiento coherente que se resista a creer que la luna es de queso cuando es un poeta el profesor de astronomía. Un pensamiento que interrogue, interpele y reflexione con insistencia en diferentes niveles de la organización social.

Sin un pensamiento reflexivo las personas marginadas están expuestas no solo a la vulneración constante, sino a la extinción. En este país se han ido muriendo muchas cosas entre estas se nota que se va perdiendo la identidad, por ejemplo las nuevas generaciones saben muy poco de folclor. Pregunte a un joven de bachillerato quienes son Garzón y Collazos para que sea evidente lo que expongo. Hablar hoy de cultura colombiana es tratar sobre usos y costumbres amalgamados en las artes; y de nuevo rueda el cántaro hasta que por fin se rompe; si bien la evolución es necesaria significa algo diferente a desnaturalización cultural. Ya no es utópico que se termine por vender el río Magdalena a un país extranjero, los páramos a quienes puedan pagar por el agua, el aire al primero que encuentre la manera de facturarlo y la subastación de las cuencas hidrográficas.

Es momento de reflexionar

Siendo consciente de que habitamos un mismo planeta, afirmo que la parte no poblada del mundo es definitivamente inmensa para vivir juntos; el problema radica en la desigualdad y mala repartición del territorio, lo que supone un problema sociológico sobre control, poder e interconectividad humana, porque el vértigo  con el que se vive en la ciudad obliga a que se combinen los problemas de orden público, con los culturales, financieros y espirituales sin brindar la oportunidad de escapar a su nociva convergencia. De no replantearse la interconectividad desde posturas éticas, las sociedades terminarán por sumergirse en el desgaste y la ansiedad crónica causada por la aceleración social que es cada vez más intensa.

Vivir en un mundo globalizado trae la sabia responsabilidad de desconectarse cada vez; de la forma como saludablemente se espera luego de las horas reglamentadas para el trabajo que un hombre o una mujer puedan dedicar tiempo a su familia, al ocio o a otras actividades que le generen placer; se espera también que el internet no se convierta en el espacio social selecto o que la presencia del entretenimiento no le robe tiempo al crecimiento individual, a la crianza de los hijos ni a la pareja. Si no es posible regular lo que un menor hace frente a un Play Station, de nada sirve tratar de controlar las nocivas intenciones de la industria pornográfica y de otros actores transnacionales que tienen objetivos perjudiciales. Aprender a desconectarse es aprender a valorar cada instante siendo austeros en el uso del tiempo.

Vivir en un mundo global significa que ya no solo una persona se preocupa por lo que le sucede a su entorno cercano sino por lo que le pasa al país vecino y al mundo en general. Basta con ver cuánto se estresan los fans por el futuro de Leonel Messi o Adriana Grande. Hay que ver cómo afecta la subida del dólar la decisión de divorcios y cómo las fiebres mortales de África ahora son temas de seguridad nacional en los países con desarrollo tecnológico.

Pensar en sí mismo, en el hogar o en el vecindario es posible en conexión con los acontecimientos del mundo e incluso con aquello que trasciende el mundo. La privacidad es una situación improbable, ahora América y Asia están a un clik de distancia; Marte es la próxima frontera en la carrera espacial y el orden ininteligible de las partículas subatómicas empieza a revelar sus misterios. Pensar en sí mismo significa pensar en el otro, es resignificar la relación con el agua y con los animales, es descubrir la influencia de los astros sobre los seres vivos, es entender que el hombre hace parte de un todo, de un todo complejo y único que exhibe su singularidad en  el presente. Un todo atravesado por partículas elementales y leyes universales, que se manifiestan al ojo del observador para darle nacimiento a la subjetividad.

Esta Era que se mueve indómitamente de lo grande a lo pequeño y de lo pequeño a la infinitud, es el escenario de las consecuencias históricas de la humanidad. La globalización es la confluencia de las repercusiones de la devastación ¿Acaso no nos detendremos? La respuesta solo se puede dar hoy. Repercusiones como la destrucción por armamento de amplio alcance ¿Acaso lo utilizaremos? Hablo también de la inmoralidad que soporta uno de los comercios fluidos y destructivos más difíciles de controlar ¿Acaso abrazaremos la suciedad?

Ahora que las creencias giran alrededor y sobre el mundo, es menester cuidar de no perder el rumbo por completo; porque sin un propósito la sobrevivencia se hace difícil y sin una visión clara de estos tiempos, la vida se hace insoportable.

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