El de Francia Márquez es un caso trágico. La nominación a la Vicepresidencia se la ganó, por su recorrido, a pulso. Los votos que atrajo fueron parte de la clave del triunfo de Gustavo Petro en el 2022. ¿Retribución, agradecimiento? Al contrario: garrote presidencial a una dirigente íntegra.
Independiente de las diferencias ideológicas que se puedan tener con ella, resulta imposible negar que ha sido burlada y maltratada dentro del propio gobierno al que ayudó a llegar al poder. Su lucha y su mensaje eran claros: una representación real para sectores históricamente marginados. Sin embargo, la realidad ha sido otra. Se le negó el Departamento de Prosperidad Social (DPS), potente herramienta para ejecutar políticas sociales de impacto. Luego, el Ministerio de la Igualdad, la estructura que se creó como un aparente reconocimiento a su lucha, terminó convertido en una oficina sin recursos ni poder real. Un ministerio de papel.
Ahora, fuera de ese ministerio, Márquez ha perdido la oportunidad de cosechar algunos logros que le habrían servido tanto a su base electoral como a su propio legado político. Sin duda, un trato cruel del presidente.
El caso de Francia está lejos de ser el único. Es el mismo Petro quien, en lugar de valorar a quienes lo han acompañado, los desprecia y desecha sin miramientos. Basta con darle una mirada a la lista de ministros y altos funcionarios que, tras salir del gobierno, han sido tratados con absoluto desdén.
• José Antonio Ocampo, uno de los economistas más respetados del país y de América Latina, fue reemplazado sin que Petro siquiera le reconociera su trabajo.
• Alejandro Gaviria, un intelectual con gran experiencia en gestión pública, fue humillado públicamente antes de su salida y sigue siéndolo. En el famoso consejo de ministros del 4 de febrero, Petro nos soltó la revelación:
“Mi mayor error fue haber puesto de ministro de Educación a Alejandro Gaviria, porque no entró a colaborar con el programa de Gobierno elegido por los colombianos, sino que buscó las maneras de detenerlo.”
• Álvaro Leyva, un veterano de la política, terminó su gestión en la Cancillería en medio de una pelea absurda y sin acceso al mandatario, como él mismo ha manifestado en sus trinos:
“Con el señor presidente hace meses no me comunico. Imposible tener interlocución con él. He guardado riguroso silencio viendo desde la distancia el lento hundimiento de su proyecto de gobierno” (X, 5.02.25).
• Jorge Iván González, exdirector del DNP, un funcionario de primer nivel, salió sin una sola palabra de agradecimiento. Después de haber armado un plan de desarrollo que pudo haber sido la brújula del gobierno, Petro no vaciló en descalificarlo. Sin duda, tiro en el propio pie.
La exministra de Transporte, María Constanza García, también sufrió la arrogancia presidencial. Su reemplazo recibió, en público, la instrucción de barrer “con toda la corrupción al interior del Ministerio de Transporte.”
Sorprendida, García le respondió:
“Estuve ahí, primero como viceministra y luego como ministra, y antes de mí hubo dos ministros nombrados por usted. En todo ese tiempo, jamás vi la corrupción que usted señala y mucho menos fui parte de ella…”
Habría que sumar a la lista del trato ingrato a Patricia Ariza, ícono de la cultura en Bogotá, quien fue sacada a sombrerazos del Ministerio de Cultura a los pocos meses, sin que mediara una razón clara.
También a Juan Fernando Cristo, exministro del Interior, un hombre capaz y honorable, quien sin duda hubiera querido salir por la puerta principal.
Lo anterior contrasta, desde luego, con su lealtad a Armando Benedetti, sobre quien sobran los comentarios. Lealtad presidencial de la que ninguna de las personas mencionadas ha sido merecedora
Es el maltrato a los ministros salientes y la manera en que Petro ha repudiado a sus amigos y permitido que arrogancia y ambición destruyan la cohesión de su propio equipo
El problema no es solo el maltrato a los ministros salientes, sino también la manera en que Petro ha repudiado a sus amigos y ha permitido que la arrogancia y la ambición destruyan la cohesión de su propio equipo. Sus alianzas son fugaces, su lealtad, inexistente. El fuego amigo es la constante. Quienes un día fueron esenciales para su causa, al siguiente son prescindibles. Excepto, ya sabemos quiénes.
Volviendo a Francia, contrasta su integridad con la de la exministra de Ambiente, aquella que en medio del llanto, como feminista, manifestó que no compartiría la misma mesa con Benedetti. Todo indica que aceptará la dirección del DNP. En ese caso, su integridad no es lo suyo.
El poder es transitorio. Las oportunidades de impulsar cambios son pocas. Los escoltas, los viajes, los aplausos de la burocracia no duran para siempre. Pero el recuerdo de cómo se trató a funcionarios honestos y leales, de cómo se abusó de la confianza de millones que han creído en el cambio y en el respeto a los recursos públicos, sí queda en la historia. Y la historia, tarde o temprano, siempre pasa factura.
Del nismo autor: Francia Marquez, burlada con Minigualdad