Resulta imposible no emocionarse con ver el fútbol de estos tiempos, es el súmmum del vértigo y de la capacidad humana para hacer añicos los pronósticos más reservados, convertir la voluntad en realidad, no importa lo difícil e inverosímil que parezca.
El fútbol de Klopp, sí, de Klopp, no es otra cosa que una combinación armónica de agresividad, talento, fuerza,concentración, inteligencia, gusto y contundencia.
Irrumpió ante los ojos del mundo con el Borussia Dortmund, pero su sistema ya venía siendo organizado décadas atrás, había sentado las bases de su estrategia en el modesto Mainz.
Este “loco” del fútbol nos ha dado a los amantes del balompié alegrías inmensas —a pesar de ser seguidor del Barca—, nos ha traído recuerdos y sueños de la infancia, porque el fútbol no es otra cosa que un deporte de niños seguido por adultos.
La simbiosis lograda entre el cerebro de Klopp con el espíritu combativo del Liverpool nos ha entregado como resultado a una máquina de jugar fútbol, un aparato incansable que está programado para hacer goles, para vencer y reponerse de las adversidades más extremas.
El triunfo histórico sobre el Barcelona, ese apabullante 4-0 contra “todo” pronóstico, es la máxima prueba de que estamos ante el nuevo jefe del fútbol mundial, sí señores, su nombre es Jürgen Klopp.
No vale la pena entrar en explicaciones y justificaciones mediocres acerca de por qué el Barca se “dejó” encajar 4 goles, no señores, la superioridad futbolística del Liverpool a lo largo de los 180 minutos así lo demuestra.
El primer gol en Anfield, precedido del majestuoso himno vitoreado por las 98.299 almas que cantaron “You´ll never walk alone” (Nunca caminarás solo) —hasta yo lo canté—, marcó la suerte de lo que vendría.
Una sinfonía, una marejada de ataque sin par, de no dar tregua al rival un solo instante, no importaba que al frente estuvieran Messi y Suárez con su escuadra, pues, precisamente a ellos era a los que se quería derrotar, a ellos y a todo lo que representan, la grandeza del fútbol, para desmitificarlos en vida, en su presencia y también, humillarlos.
Pocas veces la humillación en el fútbol se ha vestido de tanta grandeza como lo visto en Anfield, porque fue lo que cada amante del fútbol sueña alguna vez en su vida, remontar un marcador imposible, hacerlo en una Final, en este caso en la semifinal de la Champions League contra el Barcelona, que es como una final. Recuperarse de un 3-0 aparentemente cerrado.
Lo de Anfield se ve con frecuencia en el Play Station, pero pocas veces en el mundo real.
Gracias a Klopp por entregarnos esta hermosa canción, podemos decir que ya no son los tiempos de Pep (en cuanto a estilo y placer fubolero), estos son los tiempos de un alemán, que ahora nos pertenece a todos.
Estos son los tiempos del heavy metal hecho fútbol, ya es hora de enterrar el bailoteo y la contemplación casi sempiternas de algunos técnicos, es momento de abrirle paso a la ofensiva permanente, al ataque inagotable, a la dominación y sometimiento del rival hasta el minuto 90, pues, no importa ganar solamente, sino ganar todos los 90 minutos, cada minuto, hasta los del tiempo extra y dejar que el contrincante se vaya a casa pensando mientras se rasca la cabeza en qué tren lo acaba de arrollar.
Se rinde el mundo entero ante lo que estábamos esperando, la reinvención del fútbol.
Estamos ante Klopp y su sinfonía.
