Los países de Occidente, encabezados por Estados Unidos, han proporcionado una multimillonaria ayuda a Ucrania. Entre enero de 2022 y julio de 2023 le han dado 200.000 millones de dólares entre ayuda militar, financiera y humanitaria.
La mayor parte de la ayuda militar la ha dado Estados Unidos con USD 42.000 millones, y después Alemania con USD 17.000 millones.
Esta ayuda equivale al doble del presupuesto total de Ucrania para 2022, de USD 97.000 millones, y es equivalente al PIB total del país, que en su punto más alto llegó a ser de USD 200.000 millones anuales.
Lo que para la Unión Europea es un gasto, para Estados Unidos parece ser más una inversión, pues logró quedarse con el mercado de gas natural de Europa, gracias a la voladura del gasoducto Nord Stream, y está alimentando sus fábricas de armamentos y debilitando a Rusia.
Según la administración Biden, la guerra había causado hasta noviembre de 2022, 100.000 bajas de cada bando. Ya en febrero de 2023 se calculaban en 500.000 y a esta fecha serán muchos miles más, cuyo cálculo exacto no se conoce por toda confusión informativa propia de la guerra.
Pero es fácil hacer algunos cálculos elementales a mano alzada. El ejército de Ucrania tiene 250.000 efectivos y cerca de 900.000 reservistas, de lo cual se puede deducir que en el año y medio de guerra perdió todo su ejército y está operando con las reservas y una buena cantidad de mercenarios.
De los 41 millones de habitantes de Ucrania, más de seis millones han huido del país y si las hostilidades siguen al mismo ritmo, en otro año perderá otro ejército y habrá nuevos refugiados y continuará un desplome económico sin precedentes.
La guerra comenzó por la decisión de la OTAN de extenderse hacia el este, hacia las fronteras rusas. El episodio más reciente fue el incumplimiento deliberado de los Acuerdos de Minsk en 2015 y la decisión de preparar al ejercito ucraniano para un enfrentamiento con Rusia, como lo confesó Angela Merkel.
Toda la Unión Europea, Estados Unidos y varios países más han apoyado financiera y económicamente a Ucrania, que presionada por el bloque otanista ha debido sostener una guerra más allá de sus posibilidades.
Para Rusia la guerra es un asunto existencial, pues ser cercada por la OTAN la hace críticamente vulnerable, al punto de poner en peligro su existencia. De ser llevada a tal extremo, Putin anunció explícitamente que recurrirá a una respuesta nuclear.
Aunque para el sector gobernante en Washington es importante la guerra, Estados Unidos no se está jugando su sobrevivencia. Pelea en Ucrania por resguardar su hegemonía
Aunque para el sector gobernante en Washington es importante la guerra, Estados Unidos no se está jugando su sobrevivencia. Pelea en Ucrania por resguardar su hegemonía, con ganancias colaterales como haber debilitado a Europa para mantenerla bajo su férula y aislada de Rusia.
Pero la situación no es fácil para la potencia del Norte por cuanto arrecian las diferencias en su seno en vísperas de las elecciones de 2024. En la aprobación provisional del presupuesto para sostener el funcionamiento del gobierno no se incluyeron USD 6.000 millones de apoyo a Ucrania y, tras el acuerdo con la Casa Blanca, cayó el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy.
Aunque los republicanos comparten el enfoque antirruso de los demócratas, difieren en la táctica. Piden que se le preste más atención al enfrentamiento con China y sobre todo van detrás de la Casa Blanca, en lo que promete ser una de las contiendas más sucias y enconadas para las próximas elecciones.
Europa muestra signos de cansancio con la guerra. En Europa Oriental se agudizan las contradicciones entre Polonia y Hungría, entre Polonia y Ucrania, y Eslovaquia acaba de elegir a un presidente amigo de Rusia, sin contar con que varios jefes de Estado han sido relevados de sus cargos. Los inmensos recursos que han gastado en su apoyo a Zelenski están comenzando a impactar en la población y no es casual la proliferación de huelgas.
Como es natural, hay voces que buscan salir de aprietos dando un salto hacia adelante y radicalizando la guerra, como es el caso del Reino Unido, pero otros tímidamente plantean dudas al respecto ya que no se ve un triunfo militar en el horizonte cercano. La inmensa mayoría de los mandatarios tienen en sus países altos índices de desaprobación, incluido el propio Biden.
La contraofensiva ucraniana desatada en junio del presente año ha sido un fracaso estrepitoso y el ejército de ese país, que no ha logrado rebasar las líneas de defensa rusa, ha tenido más de 70.000 bajas.
Para completar, se están abriendo nuevos frentes de guerra que reclaman la atención europea y mundial. Lo demuestran los golpes de Estado antioccidentales en África, las tensiones entre Serbia y Kosovo, las disputas entre Armenia y Azerbaiyán, y el más reciente y seguramente más grave conflicto entre Israel y Palestina desatado con el ataque de Hamás y otras organizaciones palestinas, pero que tiene como trasfondo inocultable la persecución y maltrato a la población palestina por parte de Israel.
El panorama es desolador. La obstinación de las potencias occidentales lideradas por Estados Unidos en intentar arrodillar a toda costa a Rusia se ha mostrado infructuosa, las tensiones mundiales se acrecientan y lo que corresponde es buscar una paz que dé seguridad a todas las partes involucradas.