Esta historia me la contó una vieja que habitaba en una vereda del río Mira, en el municipio de Tumaco. A su vez, ella la escuchó de su abuela quien la había oído de un viejo pescador, durante un velorio.
La historia refiere que en el lecho del portentoso Río Mira existe un nido de sierpes de siete cabezas. Son reptiles descomunales que pueden crecer hasta alcanzar el tamaño de un caserío.
A pesar de su aspecto, las míticas serpientes son pacíficas, permanecen adormecidas y se alimentan de plantas y peces que el mismo río les provee. Acostumbran a mantener sus cabezas sumergidas en el fondo fangoso del río; aparentemente no tienen rivales y son casi inmortales.
Sin embargo, durante el invierno la situación puede cambiar dramáticamente porque los rayos son los enemigos mortales de los fabulosos reptiles de siete cabezas.
Cuando un rayo cae en la cabeza de alguna de estas serpientes gigantescas, está se retuerce de dolor haciendo que las aguas del río pierdan el juicio y remonten sus cauces tradicionales.
Las aguas desbocadas inundan los caseríos y arrasan los cultivos, causando muerte y desolación entre las gentes que viven en las orillas del río.
Después que las aguas vuelven a su cauce, el río Mira mantiene un color barroso y un olor fétido por varios días, lo cual es indicio de que en algún sitio de su lecho se descompone el cuerpo de una mítica serpiente de siete cabezas que murió electrocutada por un rayo.