Con desconfianza, como se tiene que ver todo lo colombiano que hay en Netflix, empecé a ver el Robo del Siglo. La historia de cómo dos hombres organizaron el robo de más de 20 mil millónes de pesos de la bóveda del Banco de la República de Valledupar en 1994, pedía a gritos una adaptación a la ficción. Realizaron una miniserie de 6 capítulos.
Es que cerca de 26 personas dirigidos por una sola, se robaron 24 mil millones de pesos sin soltar una bala y dejaron literalmente sin billetes a la gente de la Costa Atlántica. La idea puede sonar maravillosa sino tienen un gran realizador para adaptarla. Y afortunadamente lo encontramos en el tándem compuesto por los jóvenes Camilo Prince y Pablo Gonzalez. La idea de juntar de nuevo a Cristian Tappan y a Andrés Parra después de su éxito internacional de Escobar cuadró perfecto. El reto era grande ya que tenían que despojar a la gente de cualquier tipo de asociación con ellas y, bueno, cuando un actor como Parra encuentra el realizador que le de molde, los resultados están ahí.
Y eso que cuando lo vi con la peluca, absurdamente falsa, temí por Parra. Pero no, a punta de talento cualquier duda se deshace. Hace poco vi una tremenda entrevista entre él y Ricardo Darín y hablaban de la importancia de llegar a la verdad a la hora de la interpretación. En manos de Prince y González, Andrés Parra, y Cristian Tappan también, dejan de actuar, de interpretar, y se convierten en seres de carne y hueso, personajes reales.
Y ahí si es donde El robo del siglo le da tres vueltas al Profesor y su combo de la Casa de Papel. La obsesión por la verdad, los rostros, feos, normales, tan lejanos a los de Berlín y Tokio, súper niños lindos y bien avenidos en héroes de la contracultura y la delincuencia por obra y gracia de Netflix. No, acá Stiven es un delincuente terrible que hace paseos millonarios, El Dragón está mamado de cuidar a sus nietas, Doña K, es una señora temible y malencarada y el Abogado tiene que ir cada miércoles a su cita en la EPS para que le hagan la diálisis. Son gente de verdad.
La construcción de todos los personajes, incluso los más secundarios, como el actor que le da vida al entrañable y graciosísimo Yidi, son sacados de un casting milimétricamente escogido. Y la edición de Andrés Porras...¡Dios! la tensión es absoluta producto de la mejor banda sonora que hayamos escuchado en una producción colombiana desde los ya lejanos días del Cartel de los sapos. Rock nacional como Estados Alterados, o clásicos como Demolición de los peruanos Los saicos, le dan un sello y un brillo propio a esta miniserie que ojalá no caiga en la ramplonada que cayó la Casa de Papel de extenderse en absurdas secuelas.
Los que piensan que el atractivo, cultísimo e improbable procesor es el cerebro más grande del crímen Latinoamericano, no se han adentrado en El Abogado, impecablemente encarnado por el grandísimo Cristian Tappan. Nunca antes seis capítulos de 40 minutos se han pasado más rápido. Veánla ya.
