Aunque parezca un cuento fabulado, Pablo Escobar ordenaba mezclar la boñiga de sus hipopótamos para evitar que los perros de los servicios de antinarcóticos detectaran mediante su olfato la presencia de cocaína entre cargamentos de exportación. Ese método parece haber sido imitado por los responsables del cargamento de 4,5 toneladas de la sustancia descubiertas en España a bordo de un buque que llevaba ganado colombiano en pie.
La mezcla de estiércol y orina y gases expelidos de las reses, sumada al hedor de la descomposición de aquellas que llegaban muertas a los puertos de destino, parecía el camuflaje perfecto según los cálculos de los narcotraficantes.
La senadora Andrea Padilla, reconocida por su activismo en defensa de los derechos de los animales, advirtió sobre ese método desde 2020. Desde entonces ha librado una batalla para que las autoridades sanitarias, con el ICA a la cabeza, dispongan que mientras exista la exportación de ganado en pie –práctica que a su juicio debe acabarse- se permita la presencia a bordo de los barcos de zootecnistas y otros expertos independientes que inspeccionen las cargas.
La congresista insiste también en que, si los exportadores de ganado no tienen nada que ocultar, deberían permitir también la instalación de cámaras de seguridad en las naves.
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