Solo había que ver la foto de ella en diciembre pasado con diadema de orejitas de perro, al lado del árbol de navidad y obvio, el perro de ella en su regazo para preguntarse entonces ¿los animalistas son adultos infantilizados que usan como excusa su total y absoluta subordinación a cualquier cosa que repte se arrastre, pique, rasguñe o muerda?
La foto podría dar a entender eso, pero sería injusto generalizar, se dé animalistas que sin apelar a esta imagen trabajan silenciosos, donan parte de su sueldo a rescatar animales de las alcantarillas sin mostrar en redes su trabajo porque no les interesa recibirpor eso, su convicción es más profunda y viene de décadas atrás.
El asunto con la senadora Hernández es la bobería por la bobería porque, sabe perfectamente que hoy cualquier joven sin saber muy bien que hacer en la vida, ve un video de un perro o gato rescatado y adoptado y cree que ha encontrado su razón de vivir.
Y más sentido le encuentra a todo esto si descubre que no hay que estudiar ni pagar nada por ser “animalista”, entonces lo primero es autodenominarse emprendedor y montar una guardería en un garaje con algún nombre en inglés.
A algunos (as) les da por estudiar veterinaria, pero cuando les enseñan a castrar u operar a un “michi”, y descubren que no están rellenos de espuma ni de algodón sino de tripas y sangre, salen despavoridos y vuelven al emprendimiento.
Lo siguiente entonces, es seguir a la senadora en redes y replicar las cosas que ella hace por los animales, empezando por denigrar de la pólvora porque los “trastorna”. A ver, la pólvora la inventaron los chinos en el año 800 d. C., ¿o sea que hace más de 1.224 años los perros, pájaros y demás llevan traumándose por el estallido y como raza no han desarrollado ningún mecanismo de defensa?
¿Llevan todo ese tiempo y hasta ahora nos preocupamos por eso?, preocupémonos entonces es porque son bobos y no hacen nada en su cerebro diferente a asustarse, no hay evolución frente a eso.
Qué van a evolucionar en estos tiempos si los dueños se los echan al hombro hasta el parque porque el concreto de andenes y calles les quema las patas en días soleados
Pero qué van a evolucionar en estos tiempos si los dueños se los echan al hombro hasta el parque porque el concreto de los andenes y calles les quema las patas en días soleados, repito entonces, ¿hasta ahora se les queman las patas? ¿Qué pasaba antes?
A mí no me sorprendería en lo absoluto que la senadora saque un divertido y didáctico video – luciendo una diadema de orejitas de gato- diciendo: “¿Sabían ustedes que en el antiguo Egipto los gatos eran considerados dioses? Qué bella tradición, deberíamos recuperarla”
U otro diciendo, “no seas rata, adopta una” porque no dijo ni pío, -para seguir en ese tono- el año sobre la infestación de roedores en Bogotá y que fue catalogado como un problema de salud pública.
Hay una publicación en redes que rueda por ahí, que dice que las ratas no le hacen daño a nadie y citan a alguien- un biólogo o algo así- que dijo eso y lo toman como certeza, como dato probado, con una foto de un tierno ratoncito con un pedazo de queso mirándonos y remata el post con: “si me ves no me mates, déjame ir”.
Estoy seguro de que a ese “biólogo” le regalaron el título y nunca supo del hantavirus, o la peste bubónica que acabó con la tercera parte de Europa gracias a los tiernos ratoncitos.
Y si usted es animalista y ha compartido esa publicación anteponiéndole emojis de corazones, déjeme decirle que es un tarado(a), y debería revisarse de urgencia.
Pero vuelvo con la senadora y con lo que ella cree que es un “hit” en su paso por el senado, la prohibición de las corridas de toros.
Parece que es tan animalista que ya siente lo mismo cuando le dan la estocada final a un toro de lidia, (como una especie de telepatía) entonces en su afán y sintiendo la espada, pasó el proyecto de ley “no más olé”, sin consultarle al Ministerio de Hacienda si había recursos destinados a compensar a los miles de personas que se quedarían en la miseria por esa prohibición -el famoso aval fiscal- y que mal contados serían: matadores, banderilleros, picadores, ganaderos y vaqueros de las ganaderías, monosabios, revendedores de entradas, entrenadores de la cuadra de caballos, vendedores de cojines, mazorcas y sombreros a la entrada de la plaza…
Pero claro, no hay nada más placentero para una animalista/progresista que creer y tratar de prohibir un espectáculo “donde solo asiste la elite que por 200 años ha gobernado” y bla bla bla. Si eso fuera cierto la elite de este país sería gigantesca y seriamos Dinamarca, pero somos Cundinamarca, es más, el mamerto insigne Alfredo Molano, era un asiduo espectador a las corridas de toros, y escribía sobre eso defendiendo el derecho a las minorías que son hoy día los taurinos.
Ella y los animalistas piensan que le están salvando la vida a un toro, pero si no hay corridas se acabaría la razón de ser de esa especie, el toro de lidia, y es tan ingenua que en un programa de tv cuando le preguntaron si los ganaderos los seguirían criando a pesar de la prohibición, respondió: “Yo sé que ellos los quieren tanto como yo, y lo seguirán haciendo.” ¿Ah? Es un negocio, si no hay corridas, no existirá más esa variedad y usted por protegerlos lo que hará, más bien, es ingresarlos a la lista de animales en inminente peligro de extinción, aplausos genia.
Pero no sé, tal vez ella quiere es que se reproduzcan libremente como los hipopótamos de Pablo Escobar, que corran y pasten libremente en zonas protegidas, y pobre del campesino que desplazado por la violencia le dé por cosechar para sustento propio 5 matas de plátano y 3 de yuca en esa zona, y de pronto lo embista un toro, ¿Quién le manda? Eso es territorio sagrado, escribiría en X. No lo sabemos, no nos ha dicho aún si ese es su final feliz y su mundo ideal en su infantilizada mente.
Para terminar, se acaba de aprobar en primer debate un proyecto de ley para que se les dé un día -remunerado- de duelo a los propietarios de mascotas cuando les fallezcan el michi o el firulais. ¿Qué sigue, un día de descanso cuando pierda la selección Colombia para pasar el guayabo?
Por eso digo al principio de esta columna que la causa animalista se volvió boba, porque ahí encajan perfectamente desde los adoradores de ratas, los emprendedores de garaje, los (las) que hablan de hijiperros e hijigatos, y como no, hasta la senadora de las orejitas de perro.
Del mismo autor: Mi abuelo, el de la cámara de plomo