La Semana Santa de Popayán en tiempos de pandemia

La Semana Santa de Popayán en tiempos de pandemia

Popayán afrontó en el siglo XVI una decena de epidemias, de viruelas, de sarampión, tabardillo y sus habitantes y jerarcas salieron triunfantes y airosos de estas duras pruebas

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abril 09, 2020
La Semana Santa de Popayán en tiempos de pandemia

“…En Popayán, sus hidalgos y sus pecheros, sus damas y sus ñapangas, durmieron
 todo el año,  y solo despertaron, al son de la plegaria que tocaban las campanas,
para percatarse que las Procesiones de su Semana Santa… se habían suspendido…”

 

¿Qué otro oficio permite a uno vivir la historia en el instante mismo de su devenir y también ser un testimonio directo…? El periodismo, es ese privilegio extraordinario y terrible a la vez. Y tal como dogmatizó la periodista Oriana Fallaci: “No es raro, cuando me encuentro ante un acontecimiento importante, que sienta la angustia y el miedo de no tener bastantes ojos, bastantes oídos y bastante cerebro para ver, oír y comprender, como una polilla infiltrada en la madera de la historia”.

Nada más coincidente para el suscrito, en este contexto histórico, que éste postulado de la admirable escritora y periodista italiana Oriana Fallaci; en tiempos de Pandemia de “Coronavirus”, con el lenguaje del virus transportando ruines noticias ecuménicas.

Para vislumbrar la suspensión de los desfiles procesionales de la Semana Santa de Popayán, semeja a la veda de la sabia y vitalidad que circula frenéticamente por las venas de los payaneses y semanasanteros, que por más de 464 años ininterrumpidos salvaguardan este Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Trataremos de hilar una trama histórica, social, cultural, política, patrimonial y antropológica.

En cada encrucijada del sendero que lleva al futuro, la tradición ha colocado más de diez mil hombres para custodiar su pasado, su solemnidad, su memoria, su devoción, su carácter espiritual y su propia identidad. Porque la verdadera tradición no es sirviente del tiempo, no está en el presente, ni menos aún emana del pasado y tampoco desciende del futuro…porque “Popayán vive para la Semana Santa”, tal como lo afirmó el afamado historiador del arte español Santiago Sebastián.

La ciudad de Popayán, ha soportado la furia e intensidad sísmica de 12 terremotos, registrados en los archivos de su historia, infortunios que no lograron destruir su semblante colonial y mucho menos  la eterna tradición y magnificencia de las Procesiones de la Semana Santa;… pues la tenacidad de sus habitantes, hacendados y mineros reconstruyeron la ciudad una y otra vez con mayores pompas. Igualmente en Popayán acaecieron cerca de veintidós  saqueos, expolios y decenas de guerras domésticas por múltiples actores, entre realistas y federalistas, entre liberales,  conservadores y revolucionarios; pero la independencia de Colombia en gran parte se debió, tal como lo atestiguaron el propio Simón Bolívar y el mismo Santander, a la gallardía y bondad de las gentes  de Popayán.

Así también los habitantes de Popayán debieron afrontar una decena de epidemias, de viruelas, de sarampión, tabardillo y otras no especificadas, entre los años 1559, 1566, 1584, 1587, 1588,  con fieles testimonios de cronistas, como Jaime Arroyo, Juan Fride, Andrés Soriano Lleras, José María Groot;…y así también,  sus habitantes y jerarcas salieron triunfantes y airosos de estas duras pruebas epidemiológicas en su historia.

Hoy la historia alinea de nuevo, a prueba y en tribulación, tanto a los ciudadanos de Popayán, a la Junta Permanente Pro Semana Santa, a los semanasanteros, a empresarios, a comerciantes, como también a mandatarios; con la declaratoria mundial de “Pandemia del Coronavirus”, que golpea las fronteras del departamento del Cauca y amenaza con expiración y contagio a sus habitantes…!

Nada mejor para ilustrar el actual momento histórico de Popayán y de sus habitantes, que una cita rescatada por el  eminente Antropólogo Hernán Torres, en su obra “Bajo el peso de la tradición”, de la exquisita pieza histórica del arqueólogo y antropólogo estadounidense Andrew Hunter Whiteford, sobre las Procesiones de la Semana Santa de Popayán: “El pueblo de Popayán, sus hidalgos y sus pecheros, sus damas y sus ñapangas, duermen todo el año y no se despiertan sino dos veces, una al son de la plegaria que tocan las campanas en Semana Santa y otra al son del pífano que tocan los disfrazados en la fiesta de los Negritos, en los últimos días de diciembre. Esto no impide que si hay guerra, estén despiertos todo el año”.

¡Con… La Cruz a cuestas!  Pregón

Se acallaron en la alborada, los repiques de las campanas en las atalayas de los antiquísimos templos de la ciudad blanca. Ya no se escucha el eco de  los tambores, los violines, los violonchelos la lira, los platillos y las trompetas. El coro del miserere anunciando la magna solemnidad de la Semana Santa, ha acallado. Los faroles forjados en hierro que custodian con su sutil luz el peregrinaje de los fieles y devotos semanasanteros, se ha atenuado. Del fastuoso Teatro Guillermo Valencia, no emanan los cantos y las rimas poéticas de legendarias orquestas del mundo, del más antiguo Festival de Música Religiosa en Latinoamérica.

La estampida de 4.300 exóticas orquídeas que emanan tonalidades y etéreas fragancias desde un solariego  monasterio, se han desvanecido. Y en las calles henchidas de templos pretéritos, cesaron el profundo simbolismo,luminiscencia y su maratónico desfile de las rosas, las violetas, gerberas, claveles, bastones, azucenas, lirios, cartuchos y aves del paraíso que perseguían incesantes cada paso  procesional. Hoy no se eleva en el horizonte la Cruz Alta procesional del Arzobispo, que como punto de fuga,  resplandecía la obra de arte renacentista de las Procesiones de Semana Santa.

Feneció el efluvio aroma de las esencias que competían y surcaban cada esquina con finas esencias de incienso, eucalipto, mirra, olíbano, estoraque, romero, laurel y alhucema; y que rociaban los devotos alumbrantes  en su desfile sacro. Ya no se empinan los Moqueros para capturar los escurridizos lamentos de los ascendentes cirios. Los fieles alumbrantes ya no custodian la flama de sus consagrados hachones de laurel. Y las Saumadoras ya no caminan ingrávidas en sus alpargatas de suela de cabuya y capellada de pabilo y sus esencias balsámicas  que quemaban en sus pebeteros, hoy no serpentean las calles trazadas en forma de cruz latina, los cautelosos Regidores  hoy no remontan el orden y la solemnidad con su dilatada cruz de autoridad; más la soberanía de los Síndicos, que acotejaban,  enlucían y armaban los pasos con virtuoso carguío…hoy han declinado tan honroso honor!

Los fervorosos e inquebrantables Cargueros, con callosidades que exhiben como orgullo de purificación-sobrellevando y salvaguardando el colosal peso de la tradición,  con ceñidos cíngulos sobre sus túnicas lapislázuli  y sus coronas de violetas que iluminan la noche, con sitiales que buscan tocar el cielo y los cirios que destellan las obras de arte de virtuosos artistas, talladas por escultores de distintas escuelas artísticas del mundo, como la de Sevilla, Granada, Andalucía y Valladolid, como también de Italia, Francia, Quito y Popayán. Su sigilosa y ritual marcha de los Cargueros, con mirada en lontananza a través de sus místicos capirotes; hoy han sido forzados al destierro y a silenciar el crujir de las andas con sus   horquillas de hierro forjado y empotradas en palo de chonta…Y la luna llena, en su ineludible cita anual de la Semana Santa de Popayán, no saldrá a alumbrar este  Viernes Santo!

Simulando al premio Nobel Gabriel García Márquez…“la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos; y gracias a ese artificio y a la resiliencia natural de los payaneses, la tradición de la Semana Santa de Popayán sobrevivirá eternamente”.

¡…Y en esta Semana Mayor, tal vez Lucas, Marcos y Mateo, escribirán…que Simón de Cirene, en esta encrucijada de la historia de las Procesiones de Semana Santa de Popayán, no acudió a auxiliar a Jesús de Nazaret, a llevar la  Cruz a Cuestas hasta el Calvario!


*Premio de Periodismo Antonio José Caballero
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