No esperemos grandeza ni resultados elocuentes cuando vemos a las altas personalidades recurriendo a la lástima como recurso barato para lograr objetivos. Es una estrategia utilizada desde el banco de la indignidad y falta de criterios, por lo tanto no nos sorprendamos si el fenómeno es extendido a todo el país.
Las ansias de gloria desde la Selección nos lleva a lo mismo de siempre, arribismo que termina en frustración. No esperemos resultados extraordinarios de unos muchachos forjados cada uno en la calle, en el barrio, sin apoyo mayor que el de sus familias y amigos. El Estado no existe para el deporte en Colombia, ¿entonces por qué esperamos gritar la victoria final desde el banco de los deseos? Respuesta: porque lo necesitamos, lo deseamos, lo ansiamos, así como soñamos con los cambios favorables en todo. ¿Cómo pueden venir cambios con un Estado sin formación? Dijimos que la lástima es el recurso, así que deduzcamos las consecuencias.
Colombia tiene un tremendo grupo de jugadores y eso es lo que cuenta porque significa que todo el país somos un tremendo equipo, solo que mal direccionado. Da lástima escuchar los comentaristas y narradores de fútbol. Nos quieren mostrar a un país que quiere jugar bien, pero algo no lo deja. Comentarios desastrosos como el Javier Fernández Bonet en otro partido distinto al de ayer: “Colombia descansa con la pelota en los pies”. O la del narrador de ayer en un tiro libre que salió como diez metros lejos de la portería: “Cuadrado está afinando la puntería”. Eso muestra lo que vengo sosteniendo, nos quieren meter un país que no es el real, no es el que imaginamos. El colombiano ha perdido todo, dignidad, orgullo patrio, sentido de pertenencia, amor. Emigramos a otro país y en dos meses ya nos sentimos ciudadanos extranjeros, dueños del sistema de y la aptitud del país que nos acoge. Solo somos colombianos para la euforia deportiva mientras se sueña. Esto se debe a la equivocación de que la lástima es una forma de gobernar de la manera que se porta el esclavo ante el amo, sin dignidad.
En Colombia, y creo que en casi toda Latinoamérica, encontramos seres que se sienten superiores a Francia, España, Dinamarca, Holanda, Alemania, toda Europa, mejores que los chinos, incluso, todavía se arrastra a Cuba como muestra inferior ante nuestra superioridad. ¿A qué se debe este bovarismo sin fundamento? A lo que vengo diciendo de las ansias de gloria por encima de lo que sea. Es un hambre que data de décadas. Cuando el cinco a cero contra Argentina hace más de veinte años, el extraordinario narrador Edgar Perea Arias no nos bajaba de campeones mundiales. ¿Ven la ecuación?
La grandeza, los objetivos, la fundamentación viene desde la dirección, la banca técnica, los encargados de dirigir. Ayer asistimos al espectáculo del DT de Argentina, metía gritos, dirigía, empujaba, le enviaba al equipo la señal de que no estaban solos. Y pasa con casi todos los técnicos actuales, especialmente en Europa. Inyectan al equipo una potencia adicional que redunda en energía positiva.
Ahora vamos a Colombia. Nuestro DT parece un títere. Expresión corporal y vestimenta de contador público amanecido en parranda, porte sumisa, que no tranquila, no hace sentir al equipo que tienen un gran poder y deben utilizarlo. Ojalá le asesoren mejor y cambie hasta los zapatos de abuelo que le vimos, un corte de cabellos menos sobrio. Sabemos que está viejo, pero por qué insistir en demostrarlo. Que le inyecten adrenalina si es necesario para que imparta energía que es lo que necesita el equipo, no un tipo vencido, o aparentemente vencido, que no ayuda mucho porque así estamos todos en Colombia, deseando un cambio significativo desde la matriz. Solo así se logran las victorias como lo muestran los países victoriosos.
En cuanto al gran equipo que tenemos, hay jugadores que ya no están para Selección. Y no nos echemos mentiras, el medio campo está huérfano de liderazgo, del 10 pensador y baluarte de todo el andamiaje. Aún con la baja condición que tiene, posiblemente James le habría dado ese toque que hoy adolece. A veces parece al Junior de Comesaña que pierde el norte cuando los contrarios se cierran atrás, le cuesta romper la defensa con técnica y todo se supedita a la grandiosidad personal de uno de sus jugadores, como ocurrió con Díaz, a quien escuché ya mencionarlo entre Messi y Cristiano. Algo falta en el equipo que no deja que nos sintamos a gusto por completo, ansiando la gloria que siempre se aplaza por razones de fondo. Nos representa tal y como somos, pero el propósito es que seamos mejores. Ojalá cambiemos para lograr el progresismo culpable de que Europa haya superado sus propias crisis.