Sólo cinco días después de la muerte de Jairo, Damaris de Diego T, la atractiva morena de 1.77 de estatura que conquistó la corona del Chocó en 1994, y el corazón del director de la legendaria orquesta de salsa, el Grupo Niche, intentó entrar al templo de su esposo: los estudios Niche, donde tenía su oficina. Como si se tratara de una desconocida la detuvieron sin dejarla seguir. Quienes mandaban ahora eran los cinco hijos de Varela quienes fungían de dueños. Damaris supo desde entonces que nada sería fácil y mucho menos armónico.
A Damaris le costó su error de no haber logrado llevar a una notaría a Varela para consolidar legalmente una relación de quince años que empezó como una pasión loca de un hombre que le llevaba 26 años y una mujer que lo admiraba como una fan enloquecida y terminó en una cotidianidad de momentos de gloria pero también de muchos tropiezos. El trago, las infidelidades, el derroche, la quiebra, los escándalos por sus relaciones con los narcos, el derrumbe, la desesperanza, en todos estos trances lo acompañó Damaris. Encerrado a su lado viendo solo por sus ojos. Ese día le pesó más que nunca no haberse casado y permanecer revoloteando como una mariposa molesta, el remoquete que la definía como “La novia interrumpida” o simple y llanamente, como la moza.
Damaris fue su musa y su socia que con el poder autenticado de Varela se ocupó de las cuentas, consignaciones y deudas, embargos, de la marca Grupo Niche. Concluido el funeral los cinco Varela buscaron a un penalista peso pesado en Bogotá: Abelardo de la Espriella. La pelea iba en serio. Pusieron por delante ante la Superintendencia de industria y Comercio el argumento de que Damaris no había sido más que una intrusa en la vida de Niche y de una familia destruida por ella.
Atrás quedaron los días felices marcados por esa elección de señorita Colombia en la que quedó coronada como primera princesa y se le abrieron las puertas del modelaje y los eventos más allá de Buenaventura y Quibdó. Apareció Varela en su vida. Aquel muchacho que a finales de los setenta soñaba con ser un músico a pesar que sus amigos le recomendaban no intentarlo porque no tenía talento, veinte años después era el líder de la orquesta de salsa más importante de América.
A Damaris le dedicó canciones, le regaló joyas, le prometió el mundo y se lo dio.
Ella insiste que el fervor con el que cuidaba al músico tenía que ver más con el amor que con el interés monetario, pero allegados a la pareja defienden lo contrario. Después de su primer infarto fue ella quien vigiló que el Maestro no fumara, le recordaba los horarios de su medicina y se encargó de que siguiera las recomendaciones de su médico cardiólogo, Carlos Tenorio, a quien Varela no volvió a visitar cuando creyó erradamente haber superado la gravedad de su estado. Se descuidó a pesar de las súplicas de su mujer. Indomable y nocturno, la creación para Varela era una rumba que conllevaba fumarse dos paquetes de cigarrillo y desocupar varias botellas de whisky. Y con él se fueron las esperanzas económicas de la vida tranquila de Damaris.
Este año perdió los derechos sobre la marca Jairo Varela que les quedó a sus herederos y a su primera esposa, Luz Mary Calderón. Quienes de la mano del abogado De la Espriella ganaron los derechos de las composiciones del maestro. Damaris vive en una austeridad que conoció de joven antes de los concursos y la cercanía con las estrellas.
Permanece en el mismo apartamento donde el miocardio de Varela no aguantó un segundo infarto. Se gana la vida con su trabajo como relacionista pública y empresaria promoviendo eventos para visibilizar la comunidad afro con su Fundación Etnia One. Es mamá de Victoria y su nombre no es capricho porque tuvo un embarazo de alto riesgo, siempre temió no poder tener hijos, con Jairo perdió dos y finalmente fue un productor musical chocoano quien lo hizo posible.
Damaris no se siente derrotada. Quiere contratacar para defender sus derechos. Contrató a otro peso pesado, al ex Fiscal Mario Iguarán para intentar quedarse con la marca Niche, que manejó desde el 2001. Un tesoro más valioso que la marca Varela. Un triunfo no solo con un significado económico. Para exorcizar los fantasmas del pasado necesita cerrar este último capítulo de Jairo, el más oscuro de todos, el que empezó el día en que encontró tendido en el suelo, con los ojos abiertos y el corazón roto al amor de su vida.
Twitter: @karlaarcila