Desde el 2018, una secta religiosa conocida como los Menonitas aterrizó en Colombia. Alentados por el Acuerdo de paz de la Farc con el gobierno Santos que llevó a dejar territorios que controlaban y que por años se disputaron con los grupos paramilitares, empezaron a comprar tierras en el Meta.
Los menonitas que se instalaron en Colombia son en su mayoria de origen bolivano y mexicano, y el lugar escogido fue en la zona de Puerto Gaitan. Compraron de contando tres grandes haciendas, La Florida, Liviney y Australia. Llegaron llamando la atención por sus particulares atuendos, su conversación en alemán, y, sobre todo, por su robusta billetera. La maquinaria con la que trabajan la tierra la trajeron de Canadá, México, Japón y Estados Unidos y el desembolso pudo haber superado los 2 millones y medio de dólares.
La comunidad pertenece a una colonia mayor ubicada al norte del estado de Chihuahua en México de nombre Manitoba. Los convenció un empresario petrolero después de que, durante décadas, estos sufrieran los estragos de tener una tierra mala. Los pozos en los últimos años empezaron a secarse y como, desde hace 400 años, viven de la agricultura, dependían de una buena irrigación. Las tierras del Meta parecían el mismo paraíso.
La hacienda Liviney cuenta con 7.000 hectáreas y está dirigida por Ramón Dick, mexicano que sólo se dirige a sus allegados en alemán, como toda la comunidad. Esta es la colonia más grande. Buena parte de las tierras está destinada a la agricultura pero también construyeron una escuela propia y una iglesia con su arquitectura particular. Las otras haciendas son de 2.000 hectáreas. No tienen televisor en sus casas, las mujeres no usan maquillaje, pero los hombres se movilizan en moto, camioneta 4x4 y compran sus mercados en comercio en casa.
Tres años después de su llegada a Colombia su presencia empieza a notarse. Los indígenas de Puerto Gaitán fueron los primeros que empezaron a quejarse. Se les señala de estar tumbando indiscriminadamente árboles afectando terrenos de una comunidad indígena. Las imágenes que se muestran en estas fotos se ve que terminaron acabando con el bosque. Ya esta parte de los llanos parece un desierto.
El 23 de abril de 1529 fue promulgada en todos los territorios del Sacro Imperio Romano una ley que aprobaba el exterminio de los anabaptistas quienes, impulsados por Ulrico Zuingilo, se rebelaron ante una Iglesia de Estado, capaz de cobrar en metálico por el perdón de los pecados. A pesar de la carta blanca que tenía el imperio para aplastarlos, los anabaptistas de Munster, hoy una ciudad alemana, se levantaron según sus creencias y fueron masacrados sin piedad. La cifra, afirman, supera los doscientos muertos. Horrorizado el sacerdote católico de Frisia, hoy Países Bajos, Menno Simons, se aferró a la creencia de que sólo en la biblia estaba la verdad. Guio a los anabaptistas sobrevivientes primero a Europa Oriental y luego en su empeño de cruzar el Atlántico y asentarse, en 1683, en Pensilvania, territorio de los que serían llamados un siglo después los Estados Unidos de América.
Desde entonces no sólo se han caracterizado por vivir en paz sino por llevar los mismos atuendos que lucían los anabaptistas a finales del siglo XVII. Se estima que hoy hay unos 2.100.000 de estos descendientes desperdigados por el mundo. Están distribuidos de la siguiente forma: 735 000 en África, 672 000 en América del Norte, 420 000 Asia y Pacífico, 270 000 Hispanoamérica y el Caribe, 63 000 en Europa. En Colombia, hasta el 2018, no se conocía presencia de ellos.
Son muchas las denuncias en la Fiscalía no sólo por el daño ambiental sino porque estas tierras habrían sido compradas de manera ilegal. Los argumentos con los que se han defendido los líderes menonitas es que ellos desconocían las normativas ambientales del país. Por eso reconocen su error pero el daño ya está hecho.
La Corporación Cormacarena ya tomó cartas en el asunto. Ya llegaron a Liviney, la visitaron y constataron el cultivo de soya que es el principal medio de sustento. Los comprometieron con un acta de compromiso para evitar el ecocidio. Los compromisos son parar todo tipo de actividad, las quemas, deforestación, además de estar en control permanente en conjunto con la policía. Las hectáreas afectadas pueden ser más de 400, casi todos bosques de galería, llenos de árboles como Alcoronocos, que son árboles más bien pequeños.
Desde el Meta las autoridades locales están pidiendo un llamado a Migración Colombia y al gobierno para que tome cartas en el asunto. La etnia Sikuani, vecina de los menonitas, espera que el gobierno vele por ellos y ponga coto a los manitobas. Pero el daño que ya se hizo resulta irreparable.