Antes que la samba brasilera de Odebrecht que nos azota, se vuelva un carnaval, cuando apenas empieza el ventilador de personajes, vale la pena ir encontrando fórmulas que ayuden a parar la corrupción que asfixia tanto en lo público como en lo privado y que, desgraciadamente, se ha convertido en un motor necesario para que el país marche.
La radiografía de la corrupción es puntual. En lo público, es una escalera de arriba hacia abajo y la inician el presidente de la República y el Congreso. Para que le aprueben las leyes al gobierno, el presidente y el ministro de Hacienda incluyen en el presupuesto a consideración del Congreso los llamados “cupos indicativos”. Eso mismo hacen los gobernadores con los diputados y los alcaldes con los concejales.
A partir de allí se escala el mal ejemplo. Como esos dineros son para obras que inscriban quienes aprueban los presupuestos, ellas se adjudican a dedo y por allí se filtra el cartel de contratistas que se han apoderado del país y que generosamente ceden un “porcentajito” del valor contratado al congresista, concejal o diputado que consiguió la partida para “compensar” los excesivos gastos de campaña.
En algunas regiones de Colombia piden a los contratistas
que les presten los nombres para ejecutar las obras
a cambio de pagarles o un salario o un “porcentajito”
Luego vienen los retenes. El de los interventores, el de los tesoreros, el de las contralorías, el de los secretarios y, por supuesto el de los gobernantes, aunque en algunas regiones de Colombia se ha degradado tanto la manía, que ellos piden a los contratistas que les presten los nombres para ejecutar las obras a cambio de pagarles o un salario o un “porcentajito”.
Viendo este organigrama de clan en la corrupción de lo público, es más que necesario investigar a profundidad en lo privado, que de pronto es peor.
P. D. Vergüenza sin igual, de Presidencia y Ministerio de Educación, no haber girado los dineros a tiempo de los estudiantes de "Pilos paga" y que estos pasen dificultades. Ni eso.
@josiasfiesco