La salud de los colombianos

La salud de los colombianos

'¿Qué tipo de profesionales se gradúan en las universidades del país?'

Por: Luz Amanda Moreno
julio 09, 2015
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La salud de los colombianos
Imagen Nota Ciudadana

Cuando se “sangra por la herida”, dicen que tal vez se pierde la objetividad, pero cuando uno asume que la tal objetividad es una falacia para que el pueblo pierda la noción de realidad y derechos, sentar una posición desde la experiencia dolorosa es la mejor denuncia.

Mi padre, empleado al servicio del Estado, una vez finiquitaron la Caja Nacional de Previsión empezó a cotizar su salud en Saludcoop. Cualquier colombiano cotizante recibe su salario con los descuentos y cuenta con atención a la altura. Eso, que los medios de comunicación se acusan como “objetivos”.

Lo cierto es que la atención siempre fue mediocre, pastillinas con costos no mayores a los $1.000 pesos y servicios de –especialistas- cuando el general lo determinaba, para muchos meses después.

Mi padre fue envejeciendo. Mi hermano debió demandar para que le dieran audífonos, que sin asesoría psicológica, es de difícil adaptación para cualquier persona. También se demandó por los pañales y a pesar de tener la solicitud médica de no enviar unos plásticos que deterioran la piel ya lesionada por la orina, los sabios Saludcoop siguieron enviando bien tarde los pañales esos. En el pasado diciembre y noviembre no los enviaron. Solo los recibimos hasta marzo. Uno de los profesionales que trabaja para ellos, en su ejercicio “lambón”, cierta vez le dijo a mi hermano: “Es que ustedes no quieren poner un peso en su padre”. Infame comentario, porque nosotros lo atendimos con cariño, con presteza, con compromiso y testigos son todas las personas del pueblo que nos frecuentan y quienes nos vieron con él. Mi padre vivía conmigo y en aquello que sabíamos le dimos la mejor atención. Disfrutó de sus nietas, de salidas al campo, de restaurantes, de serenatas, fiestas familiares. Esto no es diario, se realiza ocasionalmente y por motivos que lo ameriten. Pero los pañales y las cremas son de uso diario. Asumiendo, como es deber ético, que sabíamos poco, solicitamos a la entidad, que le cobraba la salud, la atención en casa. Una de las jueces de la República que habita en Quilichao, y a quien conozco porque fue mi compañera de bachillerato, de esas pobres en compromiso, conocimiento y destrezas intelectuales y humanas, pero que habiendo tantas universidades mafiosas logró graduarse de abogada y nos negó este derecho. Mi padre tenía al momento de la solicitud 91 años. Y la juez Orejuela, desde su sapiencia y haciéndole manguala a Saludcoop, le negó el derecho. Yo soy docente y trabajo en las mañanas, pago una empleada doméstica que nos acompaña hasta la tarde-noche, asumiendo que mi padre no podía quedar solo.

Mi padre se fue envejeciendo más y su salud empezó a decaer mayormente. Lo llevamos al Hospital Francisco de Paula Santander, de mi municipio Quilichao, en la primera ocasión no había ni camilla, ni pieza; Saludcoop no tiene convenios con el hospital, o no paga como informaron allá, yo decidí llevarlo para la casa.

Hace una semana le vimos una escara en su “colita”, llamamos a un médico particular que nos sugirió atenderlo en casa, pero al otro día, llamamos otro que nos convidó a llevarlo al hospital ya mencionado. Ahí tuvo cierta atención: camilla, cualquier lugar de urgencias, mientras Saludcoop no contestaba al reclamo para que lo atendieran en Cali-Norte. Para completar, la enfermera jefe del turno del pasado lunes 29 de junio, la de la madrugada, con la arrogancia propia de los seres mezquinos se negaba a llevarlo, asumiendo su condición divina, dijo que despacharía a una paciente moribunda. La enfermera, además, ejercía su ejercicio racista. Nosotros somos mestizos, ella afro y la paciente que iba a transportar, también era afro y acababa de llegar al hospital.

Saludcoop en Cali-Norte tampoco quería recibir a mi padre muy delicado de salud a eso de las 3:00 de la madrugada del lunes 29 de junio de este año. Llamamos a la prensa y mi hermano amenazó con coserse la boca si no lo recibían.

Mi padre murió el pasado miércoles, sin atención, sin los cuidados que debe tener un paciente anciano, con un médico tratante costeño y despótico que prefería jugar con su celular de última tecnología, a hacer aquello que juró el día de su graduación.
Esta es solo una muestra de cómo atienden la salud de los colombianos. Agrego que ser cotizante no garantiza calidad, aunque ellos, los negociantes de la salud, ya tienen garantizado el cobro.

Para la reflexión también dejo: ¿Qué tipo de profesionales se gradúan en las universidades del país?

¿Los principios humanos, la ética son solo palabrejas? Vamos hacia el despeñadero, porque no soy la única y estamos en manos de las mafias y la indecencia.

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