Por primera vez, y debido a la pandemia que azota al planeta, el Festival Mundial de Salsa que se realiza en Cali se ha tenido que hacer de manera virtual, sin la presencia de ese público que alienta, grita, aplaude, sufre y festeja a los participantes.
Y hace falta estar ahí, en la emoción de la alzada, en el vértigo de los giros, y en los pasos precisos y certeros que marcan el compás de un tema que produce emociones en el alma.
Pero así nos tocó y así lo estamos viviendo. Con menos entusiasmo, con más desgano, con menos emoción.
Decir “salsa” es evocar el caribe. Es sentir que ese ritmo hace parte de un fenómeno cultural enraizado en los sectores populares de la ciudad capital, que exorcizan la tristeza o la marginalidad por medio de la música y el baile.
Hablar de salsa es invocar la felicidad que camina por los cuerpos de los danzantes. Es ver cómo el acople y la armonía se transforman en pasos certeros y ágiles con los que se descifran las notas musicales para transformar el baile en un espectáculo que maravilla y asombra a quien lo observa.
La salsa es más que música. Es una pasión que se interioriza y se manifiesta en los pasos, giros, alzadas, quiebres y sonrisas que denotan la alegría de quienes se expresan en movimiento y belleza.
Y aunque dicen que la cuna de la salsa fue Nueva York, la ciudad donde se concentra el mundo, en Cali están los mejores bailarines de este género musical. De esos barrios orilleros y marginales de la ciudad Sucursal del Cielo han surgido los más destacados bailarines, quienes con sus pasos ágiles y precisos han conquistado los galardones que acreditan a Cali como “la capital mundial de la salsa”.
En Estados Unidos, durante un tiempo, impusieron para el baile el “New York Style”, que tenía su origen en las escuelas cubana y puertorriqueña. Otros trataron de imponer “Los Ángeles Style”, pero es el baile desarrollado en Cali el que logra ganarse la atención del mundo. Hablar de baile de Salsa es nombrar a Cali.
Hoy el baile de la salsa se ha convertido poco a poco en una industria cultural que exporta bailarines y con ellos la cultura bailadora de la ciudad hacia los más diversos lugares del planeta en los que se aprecia, valora y trata de aprender cómo se baila en Cali.
La salsa con su baile se ha ido a recorrer el mundo y a conquistar adeptos para oficiar en el templo de la alegría su canto a la vida. Porque bailar salsa es más que armonizar pasos con música, es ejercer el derecho a la felicidad, celebrar que el corazón palpita locamente y tener en los brazos un cuerpo de mujer para que la vida continúe.