A principios de febrero, el escritor Juan Diego Mejía le expresó a sus amigos la incomodidad que sentía en su trabajo. Pensaba renunciar a la dirección de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Este sería su cuarto año. Coloquialmente les dijo que no pensaba tragarse más sapos por decisiones de la secretaria de cultura Amalia Londoño. Las diferencias entre los dos se habían ido profundizando y Mejía parecía estar llegando al límite. .
En el gabinete del alcalde Federico Gutiérrez y en su consejo de gobierno, la secretaria de cultura no ha logrado mayor eco. Obsesionado con la seguridad –logrando importantes réditos-, al alcalde y a su secretario de gobierno, el más poderoso del gabinete, Santiago Gómez, el tema de la cultura les resulta irrelevante. De allí el frenazo que ha sufrido el presupuesto que llevaba in crescendo, durante los últimos doce años, desde la llegada de Sergio Fajardo, luego con Alonso Salazar y por último con Aníbal Gaviria.
La postura del alcalde que le rebaso la copa a Juan Diego Mejía fue percatarse de su idea de convertir a la ciudad de Chapecó, sede del equipo de futbol que murió en el trágico accidente aéreo de La Ceja y que conmovió al burgomaestre y a todos los paisas, como la invitada de honor de la edición número 11 de la Feria del Libro –lo anterior fue negado por Amalia Londoño-. Mejía la tuvo clara: prefería dedicarse a completar la novela que tenía en proceso antes que dedicarle el tiempo a los tejes manejes de una feria sobre la cual no iba a tener control.
En los cuatro años en los que estuvo al frente, Mejía había transformado la Fiesta del Libro en un evento no solo con proyección nacional sino una de las cinco mejores de Latinoamérica y la única con énfasis en literatura infantil. Mejía había conseguido que la rosca literaria paisa dejara de seguir enfrascada en peleas menores y que en el mismo espacio estuvieran editores y rematadores de saldos que usualmente son relegados de los espacios feriales. El resultado: más de un millón de dólares en el certamen del 2016.
La renuncia de Mejía, presentada el pasado mes de febrero, desajustó los planes de la secretaria de cultura, quien después de dos meses no ha decidido su reemplazo. Pero algo más puso en evidencia problemas del sector que trasciende el tema de Fiesta del libro. En abril, el mes del libro pasó desierto de actividades; los lectores barriales se quejaron del cierre de las bibliotecas municipales durante diciembre y enero, en plenas vacaciones estudiantiles. No les convenció el argumento de la Secretaria Londoño, que justificó el largo receso para repensar una nueva estrategia de lectura. La voz de alarma de Jorge Melguizo, ex secretario de cultura de Fajardo, creador del programa ¡Arriba mi barrio! se hizo oír. Además el Museo de Antioquia se queja de que en este momento solo le han entregado la mitad de los recursos a los que está acostumbrado: 510 de los 800 millones que recibe usualmente.
Dos teatros emblemáticos de la ciudad, el Lido y el Pablo Tobón Uribe atraviesan dificultades. El primero, creado en 1945, ha recibido a artistas de renombre como el pianista Claudio Arrau o el chelista Pierre Frounier. En los 80, en plena guerra del narcotráfico, el Lido entró en una decadencia que resucitó a mediados del 2000 por la inversión municipal y volvió a ser sede de conciertos, teatro, recitales de poesía, pero ahora está sin programación a merced de un debate que busca convertirlo en la cinemateca de Medellín. Su último lleno fue en febrero pasado cuando los fans de Kraken acompañaron a Elkin Ramírez en su velorio.
La suerte del Pablo Tobón Uribe depende hoy de lo que pueda hacer su recién nombrado director, el músico Juan Carlos Sánchez, quien tendrá que afrontar una ambiente adverso ocasionado por la abrupta salida de Sergio Restrepo quien renunció el pasado 30 de marzo con una dura carta: “Creo que no se deben volver a poner vigilantes en el teatro, ni volver a cerrar la reja. Y no solo hablo de la reja física sino que es indispensable que los conceptos diferentes puedan ingresar al teatro y salir del teatro”, dijo. Restrepo es recordado por su esfuerzo de recuperar desde el 2011, en la alcaldía de Alonso Salazar, quien aprobó un presupuesto de $3 mil millones para 5 años cuando este operaba con escasos $300, el emblemático recinto fundado en 1967. En sus seis años logró puestas en escenas memorables como el El rapto del serrallo de Mozart y la consolidación de espacios como Días de playa, Lunes de ciudad o Café teatro que sirvieron para vincular a la gente particular con el teatro.
El alcalde Federico Gutiérrez y su secretaria de cultura Amalia Londoño, están poniéndoles el pecho a las críticas y con sus decisiones quieren mostrar unos cambios con los que esperan convencer. Este 4 de mayo anunciarán en la Feria del Libro de Bogotá al nuevo director de la Fiesta del Libro. Además anunciarán al país invitado que será Brasil y vendrán actividades como el Días del Libro, Parada Juvenil de Lectura para lo que invertirán $6.000 millones de pesos con ayuda además de los socios.