La semana pasada, mientras Guacho asesinaba a los tres periodistas de El Comercio en la selva que controla en la frontera colombo-ecuatoriana donde esconde los laboratorios de coca, en las calles de Tumaco había fiesta. Celebraban en los barrios de los narcos, desde donde salen los pilotos de las lanchas rápidas, que están vigilados por los campaneros, los que cuidan las calles, y desde donde también se maneja el microtráfico que llega hasta Cali.
Habían coronado; el cargamento estaba en su destino en Centroamerica o México. Llovían los dólares. En una semana pueden entrar al puerto hasta USD 20 millones que da para coimas y borracheras y plata para todos los de la cadena de un negocio tan peligroso como rentable.
Asi se mueve la coca hasta salir de Tumaco por el Pacífico.