Sin duda la llegada de Daniel Quintero a la alcaldía de Medellín sacudió el panorama político antioqueño. Montado en los hombros de un discurso “independiente” y de un antipartido, Quintero se convirtió en un auténtico “palo” electoral y derrotó en su casa natal al uribismo y a un incipiente fiquismo. Aunque Federico Gutiérrez salió con un alto nivel de favorabilidad, no logró dejar un sucesor ya que el piso 12 de La Alpujarra lo terminó ocupando un crítico a su gestión.
Sin embargo, su papel en la contienda resultó estratégico porque al empeñarse en sacar adelante la inviable aspiración de Santiago Gómez (al punto que la Procuraduría le abrió un proceso por participación en política) dividió la derecha; estalló el uribismo por el radical sector de los Paolos y le restó una votación natural a Alfredo Ramos. En el uribismo se dice que Fico no dejó sucesor, pero sí resultó funcional para la llegada de Quintero. Muchos no se lo perdonan.
En un principio, la relación entre Fico y Quintero se percibió cordial, al cierre del empalme el 23 de diciembre de 2019, Quintero lo invitó a “acompañar con su consejo” durante cuatro años y en su estrellada posesión el 1 de enero lo nombró, ad honorem, asesor en seguridad. Así quedaba en evidencia que los dos antiguos contradictores acordaron cuidar las formas y que la de Quintero no sería una alcaldía de retrovisor.
Muchos pensaron que las críticas del Quintero activista relacionadas con el cuestionable manejo de la contingencia de Hidroituango; el gasto excesivo en publicidad (incluyendo la famosa Bodega de Fico) o aquello de la seguridad en manos de un “practicante universitario”, pasarían al olvido. Aunque en un primer momento Quintero se resistió a poner el retrovisor, las circunstancias asociadas a la crisis en la junta directiva de EPM quebraron las buenas formas y ahora Fico es tal vez el mayor opositor a Quintero. ¿Qué pasó?
La respuesta a esa pregunta se encuentra en la necesidad de Fico de salvaguardar su legado como un buen gerente ya que ese será el leitmotiv que orientará su aspiración presidencial; asimismo, busca proteger los intereses del sector empresarial con el cual cogobernó en Medellín y que le serán claves para la financiación de su campaña “independiente” a la presidencia. No encuentro más motivos fácticos que puedan justificar las encarnizadas críticas de Fico a Quintero, no ha pasado ni un año de su gobierno y lo ha tildado de petrista (algo alejado de la realidad); insinuado que se está devorando el “queso de la corrupción” y que simplemente está improvisando. En una crisis que, encubre la tensión entre la clase política tradicional representada en Quintero y el empresariado paisa, Fico tomó posición por los segundos. ¿Habrá algún temor adicional que motive sus críticas encarnizadas al alcalde?
Por el momento, Fico continúa pavimentando su camino a la Casa de Nariño y seguramente no escatimará esfuerzo en atacar a Quintero si lo considera una piedra en el zapato, poco importa que su nivel popularidad sea casi similar al que él ostentó en sus años de gobierno. Que amenacen su legado o toquen a sus posibles financiadores, es suficiente para activar toda la retórica agresiva, uribista y antipopulista que lo caracteriza. Más allá de ese temor surge una pregunta: ¿Continuará Quintero poniendo el retrovisor? Motivos no le faltan.
