Viagra, whisky y cocaína fueron los elementos que usó en su última fiesta en Bogotá. La familia del cantante le mete la culpa a la modelo Chloé Bello.
La última vez que Natalia vio a Gustavo Cerati, él estaba sentado en una de las mesas del bar Armando Record’s de Bogotá, rodeado por un séquito de bellas jovencitas, fumando y esnifando cocaína. Muchos al percatarse de la presencia del cantante se quisieron acercar pero al ver que su rincón estaba cerrado por unos cordones de seguridad prefirieron dejarlo tranquilo.
Los fans que llegaron a aquel bar, sin saber que ahí iba a rematar el artista argentino, lo hicieron después de verlo cantar 21 canciones durante dos horas aquel jueves 13 de mayo de 2010 en el Coliseo El Campín. Cerati bebió varios vasos de whisky y se fumó unos seis cigarrillos durante su última presentación en Colombia en la gira de su álbum Fuerza Natural. Uno de los comentarios del cantante que aún reposan en la memoria de Natalia fue cuando entre canción y canción el exvocalista de Soda Stereo preguntó: “¿Bogotá se ha subido más? Me estoy quedando sin aire”.
Todo indica que en la seguidilla de conciertos por todo América había hecho lo mismo: cantar, fumar, beber, ir a rematar, esnifar algunas líneas de cocaína, consumir viagra y tener sexo. “En el Waterfront Theater del American Airlines Arena de Miami cuentan, quienes presenciaron el recital, que se lo veía bastante delgado y que se bebió varios vasos de whisky mientras duraba la actuación, que fue impecable”, escribió el periodista Tomás Eliaschev.
Lo del viagra aparece con la última novia que tuvo el cantante, la modelo argentina Chloé Bello. Personas cercanas al cantante revelaron que Cerati, quien en aquella época tenía 51 años y Chloé apenas 22, comenzó a consumir viagra para tener relaciones sexuales con su chica, aquella niña que lo tenía enamorado. Incluso, Chloé lo acompañó en la gira casi que hasta el último concierto; habían compartido en Los Angeles, Acapulco, Lima y Medellín, pero la modelo no viajó a Bogotá por un compromiso publicitario.
Tras el accidente cerebrovascular la familia de Cerati le pidió a la chica que se alejara. Asumían que los excesos del cantante se habían intensificado con la energía de una mujer tan joven. “No fue un estado de euforia repentino, sino una ingestión de alcohol mezclado con pastillas para prolongar la actividad sexual, algo que tenía prohibido porque era hipertenso”, reveló en su momento una médica del hospital Fleni en Buenos Aires.
Natalia aún trata de recordar si aquel día de fiesta en Armando Record´s, Cerati llevaba puesto un sombrero negro de ala ancha. “Andaba metiéndose una líneas y tomando whisky. Él en su fiesta y todo el mundo mirándolo”, cuenta la bella jovencita que sabe como nadie de la discografía y carrera del mítico cantante. El desenlace indica que cuando se prendieron las luces para echar a la gente del bar, Cerati quiso seguir la rumba y se fue a re-rematar a la casa de Julio Correal: “esa madrugada terminamos tomando una cerveza y hablando de la familia”, contaría el reconocido empresario.
Gustavo Cerati, con la resaca más tremenda de su vida, viajaría el 14 de mayo a Caracas para presentarse al día siguiente en la Universidad Simón Bolívar. De la suite del hotel salió solo para ir al concierto. Llegó bajo de nota, pero al subirse al escenario trató de cambiar su actitud. “Ese concierto se hizo en una zona montañosa del sureste de Caracas y con las luces y eso habían muchas mariposas y animalitos voladores que se le estaban enredando a Cerati en el cabello y él justo dijo, muy simpáticamente, que tenía muchas cosas en la cabeza”, cuenta María Alejandra Moleiro, una de las asistentes.
Sin embargo, Cerati tenía tanto guayabo que durante las dos horas de concierto solo se tomó un vaso de whisky y no quiso fumar. Se sentía mal. Para la posteridad quedó aquella imagen en la que en medio de una canción se agarró la parte de atrás de su cabeza como muestra de que algo estaba pasando con su cerebro. “Un lago en el cielo”, fue la última canción que entonó Gustavo Cerati. Como por instinto le preguntó al público que dónde sería el remate. “Bueno, ¿dónde va a ser la rumba?”, dijo. Pero muchos se quedaron espérandolo en un bar muy conocido de Caracas.
Aquel hombre que solo su mamá lograba frenarle sus excesos, no quiso ir a rematar, por el contrario le dolía tanto la cabeza que dijo que lo llevaran al hotel. En el camino sintió que se le paralizó la pierna, presagio de lo peor, porque muchos años antes ese síntoma determinó que dejara de consumir cocaína, alcohol y cigarrillos, pero había recaído. De tal suerte que lo llevaron al hospital. Allá fue medicado. Al día siguiente le dieron salida y regresó al hotel, pero después del almuerzo se desmayó y perdió el conocimiento. Cuatro años pasaron tras aquella última rumba, hasta el pasado 4 de septiembre de 2014, cuando Gustavo Cerati dejó de respirar.