Ahora es todas las semanas, todas las malditas semanas un concierto. Es para todos los gustos, es Miley Cirus, Ruben Blades en el Movistar, es The Strokes en Briceño, es el mundo a tus pies. Pero en 1992 vender a Colombia en el exterior era un acto de fe. En esa época Queen iba a Caracas, U2 a Buenos Aires y Chile, Metallica a México, todos los aviones pasaban por Colombia y nunca se detenían. Si bien en los setenta habían venido al país grupos míticos como Santana o James Brown, solo hasta 1988 se realizó el primer gran concierto en el Campín, fue el Concierto de Conciertos y estábamos tan putamente perdidos que metíamos en el saco del rock al mismísimo Franco de Vita y sus baladas cutres.
Entonces, a comienzos de 1992, un grupo de empresarios encabezados por Felipe Santos, hermano de quien fuera veinte años después presidente de la República. Fue Julio Correal quien tiró la primera piedra. Iban a traer, junto a Armin Torres, al General cuyo meneíto enloquecía las discos colombianas, pero le llegó como anillo al dedo el anuncio de que AXL y su corte estarían en Caracas. Se arriesgaron y firmaron el contrato por 1 millon de dólares que pusieron entre cuatro personas. 250 mil dólares cada uno. Serían dos fechas, 28 y 29 de noviembre de 1992. Pero la suerte se cebó contra ellos.
Primero fue enterarse a través del televisor que la intentona de golpe de Hugo Chávez al gobierno de Carlos Andrés Perez había cerrado el aeropuerto de Caracas. Por lo tanto se perdía una de las fechas. Ya había un hueco, como le diría años después Correal a la revista Vice, del tamaño de un cráter lunar. Además el techo que habían traído desde Estados Unidos en uno de los ensayos previos al concierto en Bogotá, un aguacero hizo caer la estructura. Felipe Santos y Correal se pusieron a llorar al ver lo que había pasado. Si llovía, el concierto se cancelaba.
Y entonces el domingo 28 de noviembre las filas inundaban el barrio Nicolás de Federman. Gente de todas partes del país llenaron el Campín. 50 mil personas. El concierto duró sólo una hora. El caos era total, miles de fans de Guns, que querían entrar al estadio, hicieron la mera revolución en las afueras. Al comandante de policía de Bogotá le dio un infarto al ver el caos incontenible. Es que en ese momento el combo de Slash era lo máximo en la música. Muchos decían que serían los sucesores de los Rolling Stones. Pero los excesos de Axl Roses lo mermaron y hoy, aunque siguen haciendo unos espectáculos maravillosos, los sesenta le empiezan a pesar. Igual vamos a llenar el Campín en este octubre.
Si bien el momento más hermoso de esa noche fue cuando Axl, sentado al piano, cantó November Rain e inmediatamente comenzó a llover, esto significó la ruina total para Armín Torres, Felipe Santos y Correal. La lluvia podía electrocutarlos. Correal se dio cuenta que los músicos no iban a volver a cerrar su concierto y se encendió contra su manager.
La revista Vice le hizo esta entrevista en el 2019 a Correal y es uno de los mejores relatos de rock que se han hecho en este país: