Los paladines del clima del planeta tierra tienen una cita en la COP27 de Sharm el Sheij en Egipto con la promesa de que “van a trasformar las palabras en hechos concretos” Manejan una apretada agenda de la “acción climática mundial” decididos a revertir el calentamiento global y las emisiones de los gases de efecto invernadero. Lo esencial es que se cumplan las promesas que las grandes potencias hicieron en Paris 2015.
En el paraíso turístico Sharm el Sheij 196 países han enviado sus representantes que seguramente disfrutarán del buen clima, los cócteles, los impresionantes banquetes gastronómicos, ágapes y fiestas folclóricas. La lucha a favor de la ecología es algo muy sacrificado y es necesario que los grandes predicadores que van a salvar el mundo se relajen en las hermosas playas del mar Rojo masajeados por agraciadas escorts.
Estos burócratas que ganan sueldos astronómicos y que poseen un acaudalado patrimonio con sus discursos grandilocuentes nos advierten que el fin de la humanidad está muy próximo sino tomamos medidas urgentes para revertir la catástrofe medioambiental.
Entre los caudillos políticos que se autoproclaman los redentores de la humanidad tenemos al presidente de Colombia Gustavo Petro que ha asumido el papel de “profeta mesiánico” que no se cansa de repetir: arrepentíos que ha llegado la hora del apocalipsis. La naturaleza agoniza y al mundo le queda muy poco tiempo de existencia.
Es de vital importancia tomar urgentemente cartas en el asunto y parar la explotación del petróleo, el carbón y el gas; sustituir los combustibles fósiles por energías limpias como la solar, eólica, hídrica, mareomotriz o térmica.
Pero resulta que paradójicamente la presidencia y la vicepresidencia de Colombia cuenta con una flota de 30 camionetas y limosinas blindadas de alta gama que gastan diariamente más de ¡400 galones de gasolina!
Las élites del poder político predican, pero no practican pues jamás van a renunciar a sus privilegios. Y otra vez insisten con vehemencia sus versos y milongas: “hay que reducir las emisiones de efecto invernadero” Pero los primeros que tienen que sacrificarse son los pobres que dependen directamente de los hidrocarburos.
El mariscal de campo Al Sisi, el “Pinochet del Nilo”, les da la bienvenida a los jefes de Estado, presidentes, primeros ministros, reyes y príncipes a los que reciben con alfombra roja como si fueran unos faraones. Se ha declarado el estado de sitio en el país para proteger a tan ilustres visitantes.
Es la mejor manera de lisonjearlos para que le brinden su espaldarazo y perdonen la violenta represión desatada durante la revolución del Tahrir -justificada en aras de garantizar la “democracia” y el estado de derecho-.
Egipto es un socio de primera categoría del imperialismo norteamericano, de Europa y también aliado estratégico del estado sionista de Israel. Como ficha clave en el combate contra el terrorismo islamista todo se le tolera y excusa.
Este montaje es el mejor regalo de la ONU a la tiranía egipcia que ha desembolsado millones y millones de dólares en su organización, aunque sus ciudadanos sobrevivan con menos de dos dólares diarios (en un país donde la corrupción campa a sus anchas) Y toda esta impresionante farsa se ha concebido para blanquear el régimen genocida.
Es necesario imperiosamente sublimar y santificar la imagen del monstruoso dictador el mariscal Al Sisi, el rais hijo de Allah y último faraón de Egipto. La ONU lo bendice y como por arte de magia olvida todas las violaciones de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad (genocidio, tortura, desapariciones, asesinatos en masa, miles de prisioneros políticos) cometidas por esas hienas ponzoñosas.
Apenas han existido algunas voces disonantes que en voz baja protestaron, no se ha producido ningún boicot contra la COP27 pues todo el mundo aplaude y se congratula de tan magnífico evento.
Egipto regresa por la puerta grande al seno de la comunidad internacional y se reconcilia con los países occidentales que tanto criticaron los “trágicos sucesos” del golpe de estado contra el presidente Mohamed Morsi. Pero no importa el dictador Al Sisi se erige como un gran ambientalista, defensor de la fauna, de la flora y los ecosistemas en vías de extinción.
Y aunque sea un sanguinario matarife que aplasta a su propio pueblo como si fueran cucarachas, Está demostrado que la ecología humana es algo irrelevante y que lo más importante son los grandes mamíferos de la sabana africana.
Y lo más paradójico es que Egipto es uno de los países más contaminados del mundo, el Nilo es uno de los ríos más contaminados del mundo, mejor dicho, una verdadera cloaca que descarga diariamente millones de desechos tóxicos y metales pesados al Mediterráneo, el Cairo es una de las ciudades más contaminadas del mundo y que ahora se repinta de verde gracias a la realidad virtual de los ingenieros informáticos.
La hipocresía llega a tal extremo que se oculta la explotación a destajo de los combustibles fósiles e inclusive la exportación de gas a su socio Israel.
El plan del año fiscal 2021-22 incluye la producción de alrededor de 3,44 millones de pies cúbicos de petróleo crudo, condensado y butano, alrededor de 2,6 billones de pies cúbicos de gas natural, 4,37 millones de toneladas de productos petroquímicos y 13 millones de toneladas de minerales.
A quien le importa si el pueblo egipcio sufre la pobreza extrema, el hambre, la miseria y represión. Esta COP27 hiede. Y es en este escenario que nuestro presidente Gustavo Petro vienen a hablar de paz, amor y protección de la naturaleza. ¿Estrechará el exguerrillero “izquierdista” del M-19 y líder de Colombia Humana, las manos manchadas de sangre del dictador egipcio?
Él está decidido cueste lo que cueste a salvar la vasta región tropical de la Amazonia que, según sus propias palabras, es un ecosistema vital para la supervivencia del planeta. Evidentemente la selva está en riesgo de desaparecer a causa expolio, los incendios, explotación y destrucción que la vienen arrasando desde hace más de 500 años. ¿Cuántas etnias originales aún sobreviven?
Las podemos contar con los dedos de la mano. Seamos sinceros este genocidio y ecocidio ya no tiene vuelta atrás. Pero parece que el presidente Petro se ha propuesto resucitarla y como primera medida anuncia que destinará un importe anual durante 20 años de 200 millones de dólares para intentar detener el holocausto amazónico ¿será que con dólares va a reverdecer la selva?
Que sigan con sus cuentos de Blanca Nieves y los Siete Enanitos que ya no se los cree nadie. Estamos cansados de esa retórica propagandística de esos lunáticos sibaritas, aburguesados funcionarios que viajan en jets privados y se mueven en limosinas de lujo.
Pero el combate contra el cambio climático tiene que hacer frente a un gran enemigo que se llama deuda y que castiga ferozmente a 56 países subdesarrollados. La pandemia y la guerra de Ucrania han exagerado aún más el índice de empobrecimiento. Se acabaron los presupuestos y hay que pedir préstamos al FMI o el Banco Mundial.
Mientras el planeta Tierra se debate ante una de las mayores crisis medioambientales de la historia. Nos encontramos en un callejón sin salida: las deudas demasiado onerosas y casi impagables impiden a muchos estados armarse para afrontar la batalla contra el calentamiento global.
Pero si se han comprometido a revertir el cambio climático están forzados a pedir más prestamos monetarios. Asumir indefensos la amenaza de la catástrofe climática representa para varios países del Tercer Mundo, un incremento en las tasas de interés que reclaman los organismos financieros internacionales . O sea, una deuda más costosa.
Cuando la furia de la naturaleza devasta las zonas más deprimidas y marginales causando grandes hecatombes no queda otra posibilidad que endeudarse hasta el cuello.
El 50% de la población del mundo se encuentra sumido en un estado de extrema pobreza. ¿Es que esos miserables podrán darse el lujo de ser ecologistas o ambientalistas? Que paguen los países que más contaminan, el primer mundo superdesarrollado e industrializado, un fondo por los daños del cambio climático.
Pero EE.UU y China se niegan a asumir tan alto costo que dinamitaría sus florecientes economías. A la gran humanidad, a los parias sin tierra, sin techo y sin patrimonio no les queda otra posibilidad que explotar indiscriminadamente los recursos naturales para garantizar su supervivencia. Saltan las alarmas y algunos agoreros profetizan que la “carnicería climática” puede causar 1.000 millones de desplazados en el año 2050.