El Estado de Israel asesina niños-mujeres-ancianos-hombres; sin discriminar a nadie que sea de nacionalidad palestina. Israel propina un nuevo holocausto a la historia del mundo exterminando a miles de personas, bombardeando hospitales, escuelas, casas, mezquitas y centros de reunión.
El Estado de Israel optó por el terrorismo para forzar a la población palestina a desplazarse. Optó por segregar a la población árabe de Gaza construyendo los muros de la vergüenza. El Estado de Israel repite la historia que a ellos les propinaron los nazis hace 69 años. La ONU y todas esas organizaciones de adorno guardaron silencio sepulcral durante semanas frente a este nuevo holocausto, frente a este genocidio. Muchos medios de comunicación con sesgadas líneas editoriales han cambiado el nombre de las cosas (asesinatos de civiles palestinos por muerte de palestinos, como si esos fallecimientos no hubieran sido planeados con premeditación y alevosía) para mentir, para calmar algunas conciencias.
Internet guardará esta ignominia. Serán archivados los vídeos de las muertes, los destrozos, la devastación, la desolación, el genocidio, el holocausto, las lágrimas de las madres, el desplazamiento forzado, los bombardeos, el fuego, el llanto, el humo negro, las ruinas, los cuerpos calcinados en las carreteras, el llanto de todos, el ruido, las sirenas de las ambulancias y los carros de bomberos, los huérfanos de caras empolvadas, las caras surcadas por caminos de lágrimas vivas-secas como cicatrices, las viudas y su lamento eterno; la desesperanza de las madres de esos hijos muertos para siempre y por siempre. Por los siglos de los siglos. Las imágenes de este asalto a la humanidad no se borraran por más que estemos embebidos dentro de Facebook o WhatsApp y el que tenga tiempo de reflexión entenderá la verdad y caerán la vergüenza y la tristeza sobre él.
Se entenderá que los diálogos de paz no prosperaron entre israelíes y palestinos porque no eran rentables para el negocio de la guerra o, para qué serviría uno de los ejércitos más poderosos del mundo sino tiene un enemigo al que atacar todos los días, todas las noches. Más de mil y una noches de esta guerra milenaria.
Hamás es un grupo terrorista, no cabe duda. Pero no se puede atacar a una población inerme bajo esa excusa. Según cifras de la ONU, el 80% de las víctimas son civiles. Gente inocente. Más de 660 muertos en dos semanas y seguirá creciendo el número de caídos al igual que el silencio de los Jefes de Estado de las potencias mundiales, haciendo uso de la diplomacia. Quién exponga su posición frente a la beligerancia será llamado demagogo. El silencio es el padre de las arbitrariedades. Tal vez la revolución no sea televisada pero el holocausto, el exterminio, el genocidio del pueblo palestino se transmite día y noche, en vivo y en directo, en tv y en radio, en las redes sociales.
La violencia de este absurdo ataque ha enlutado a los medios de comunicación que enviaron y perdieron a alguno de sus enviados especiales. Las cadenas televisivas han visto llorar en vivo a sus reporteros; con impotencia han registrado los empujones y golpes que han sufrido los periodistas por hacer visible esta aniquilación. Y nosotros en silencio. Atónitos frente a Facebook. Atontados. Entorpecidos. Embotados como aquél que ha sobrevivido a la explosión de un mísil e inmerso en la brutalidad de la guerra ha perdido el sentido