La revolución ciudadana: La revolución del siglo XXI

La revolución ciudadana: La revolución del siglo XXI

Por: Luis Alberto Correa López
enero 07, 2014
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La sociedad de nuestro tiempo ha visto suceder cuatro hitos que marcan el principio del fin, no sabernos con certeza de qué, si de la globalización, del capitalismo, de la civilización judeo-cristiana, o de qué, pero han tenido una influencia decisiva en lo que será este siglo XXI, y son: uno, el desplome de las Torres Gemelas (2001), símbolo de la seguridad y estabilidad del mundo occidental; dos, el huracán Katrina (2005), símbolo de la amenaza del cambio climático; tres, la caída de la bolsa de Wall Street (2008), símbolo de la fortaleza y prosperidad económica del capitalismo; y cuatro, el 15-M, (2011), peyorativamente llamados dizque “los indignados”, versión europea de la Revolución de los Jazmines que se inició en Túnez y se extendió por el mundo árabe con la llamada “primavera árabe”, símbolo del ejercicio de la Ciudadanía como el mayor instrumento político y de poder al servicio del ser humano en una democracia.

“Los indignados”, no: “los ciudadanos” en el libre ejercicio de su ciudadanía, es decir, de su soberanía. Y actuando en la plaza pública, escenario donde nacieron al mismo tiempo, porque son inseparables, inherentes, la ciudadanía y la democracia. Vale recordarlo: la ciudadanía es un concepto fundamental y esencialmente político de nuestra civilización, cuando en sus orígenes, en las antiguas ciudades-Estado, en la civitas de Roma y en la polis griega, hace 2.500 años, los ciudadanos se reunían en el ágora o en la plaza pública en asamblea popular, a debatir los asuntos públicos -incluido el del gobierno- y a tomar decisiones, por consenso o por mayoría, dando origen a la democracia directa. Es decir, en el principio fue la ciudadanía, y era la democracia ciudadana o participativa.

Y esa ciudadanía en ejercicio ha sido forzada a actuar, a buscar la plaza pública como escenario natural, por la severidad de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales que viven muchas naciones en el mundo, hoy. La primera razón es económica y ambiental: el capitalismo salvaje es el responsable de tanta desigualdad y de la destrucción del planeta. A través de multinacionales, banqueros, empresarios, inversionistas, han cooptado el poder político de las naciones creando una asimetría explosiva entre el cobro de sus bienes y servicios (exacción) y la cada vez mínima capacidad de pago de los ciudadanos. Ellos tributan poco a las arcas de los dineros públicos y tienen grandes exenciones y beneficios, dejando a la mayoría de los ciudadanos la responsabilidad de sostener el Estado. Eso es injusticia social. Los ciudadanos se lanzan a la plaza pública o a la calle con consignas como “Nosotros no somos anti sistema. El sistema es antinosotros.”

La segunda razón es política: llevamos años votando y cada vez estamos peor. La corrupción hace que las élites evidencien cada vez más como su mayor lucro, a esa tan cacareada “democracia” que tanto pregonan y defienden, porque es una democracia excluyente: sin ciudadanía, es decir, sin participación, sin vigilancia y sin fiscalización de los ciudadanos. Una democracia que el PNUD (ver AMÉRICA LATINA: HACIA UNA DEMOCRACIA DE CIUDADANAS Y CIUDADANOS, 2004) llama “electoral” y que sólo se preocupa por unas elecciones, en las cuales los ciudadanos se limitan a depositar el voto cada cuatro años y luego se retiran al letargo de su indiferencia hasta que los vuelvan a “motivar” en la próxima elección, todavía en muchas regiones, con encuestas y con dádivas y/o sobornos. Hay que romper con esa democracia electoral, hay que vencer a esa fuerza dominante actuando en democracia.

Solo los ciudadanos pueden desatar una fuerza lícita, legal y legítima, capaz de lograr una revolución pacífica y democrática: la democracia participativa consagrada en la Constitución de 1991 y birlada de manera tramposa por los poderosos. Esa revolución democrática y pacífica es la revolución ciudadana. Y su metodología es sencilla: la red ciudadana. Y entre todos ciudadanos tejamos una red: desde el hogar, la familia, la cuadra, el barrio, la comuna, la ciudad, la región, el país, el mundo: LA RED CIUDADANA.

Los ciudadanos tenemos hoy dos armas poderosas para derrotar a los medios de comunicación y lograr nuestros fines: las redes sociales y la plaza pública.

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