En confusos pero previsibles hechos, el descuadernado gobierno decidió desconocer la voluntad popular, pasar por encima de la constitución y de la Ley; y tomar decisiones en contravía de la democracia y de la decencia, que viene siendo un atributo superior de las personas.
Forzados por la presión internacional, al gobernante y a su cuadrilla no les quedó más remedio que deshacer a medias su metida de pata, recurriendo a cualquier tontería de excusa para poder reunir fuerzas que le permitan volver a la carga, esta vez con mayores posibilidades de éxito.
Y cuando los gremios le expresan que no es cierto que el país vaya a las mil maravillas, el cínico mandatario responde que lo que ocurre es que los medios deberían ser más optimistas al momento de presentar la realidad, en lugar de pasar notas negativas sobre la situación.
A quienes a esta altura de la descripción sigan pensando que me refiero a Venezuela, lamento decirles que se equivocan de cabo a rabo. Obviamente, la vergonzosa similitud entre lo que perpetraron los gorilas del vecino país y los micos del propio, ratifica la percepción de que nos encontramos frente a esquemas de gobierno idénticos, pero con distinto ropaje.
¿Sabrán los ilustres negociadores de la Mesa de Quito
lo que ocurre en el país?
Las coincidencias no terminan ahí. Ambos juran estar al servicio de sus pueblos, pero no tienen el menor reato de conciencia para aliarse con los peores enemigos de la gente. Así como pudimos ver a los señores de las Farc departiendo y bailando con la institucionalidad, antes de entregar las armas, desmovilizarse, confesar, reparar y prometer que no repetirán; esta semana que pasó constatamos cómo los del otro bando, los del ELN, ahora patrullan las aguas limítrofes del río Orinoco a bordo de las lanchas “piraña” de la guardia nacional venezolana; imponiendo contribuciones, vacunando y traficando de consuno. ¿Sabrán los ilustres negociadores de la Mesa de Quito lo que ocurre en el país?, ¿o preferirán pasarse años y años de espaldas a los colombianos como ocurrió con la mesa de La Habana? ¿La descarada invasión de nuestro territorio por soldados venezolanos, no será en el fondo un mensaje de fuerza para la Mesa de Quito? En verdad no importa, ya que, pase lo que pase, el actual gobierno estará dispuesto a arrasar con cualquier obstáculo o incomodidad que la democracia y las leyes le atraviesen. Para eso tenemos a un Congreso ahíto de contratos, unas cortes vendidas a la izquierda (en el mejor de los casos); y algunos medios de comunicación dedicados en cuerpo y alma a mejorar, pero no a cualquier precio, sino a precio de oro, la imagen del presidente y su gavilla. Hoy no existe proyecto de ley, por estrambótico que sea, que no pueda ser aprobado por el Congreso, siempre y cuando el precio sea el correcto.
No existe proyecto de ley, por estrambótico que sea,
que no pueda ser aprobado por el Congreso,
siempre y cuando el precio sea el correcto
Por eso tenemos un acuerdo de paz, firmado en manifiesto desafío a las normas de la democracia. Por eso tenemos aprobada una justicia especial para la paz que, de haberse aplicado en Núremberg para los crímenes de la Segunda Guerra Mundial, habría enviado a los asesinos de las SS y de la Gestapo para sus casas, a disfrutar del botín arrancado a las minorías que tanto persiguieron. Las versiones criollas de Göring, Hess, Ribbentrop y otros asesinos, tuvieron la oportunidad de escribir ellos mismos las leyes con las que han de ser juzgados; con la ñapa de una nueva ley que pretende blindar por 12 años la inmunidad de sus fechorías. Si los colombianos de bien lo permitimos.
La única manera de modificar esta aberración es de la misma forma como se hizo. Cada colombiano debe asumir su responsabilidad y su papel en el cambio de rumbo de nuestra Nación, antes que sea tarde. Con nuestro voto vamos a nombrar a un presidente decente, a unos congresistas interesados en el bien de la patria y no en el propio; y vamos a tramitar leyes que no sean vergonzantes, para poder erradicar todos los abusos que ocho años de gobierno de una persona sin principios y sin moral le han dejado. El voto es la puerta civilizada hacia el cambio; y debe ser ejercido antes que, como ocurre con el papel moneda de nuestro vecino, pierda por entero su valor.
Publicada originalmente el 20 de abril de 2017