Tenía la tripa recién cocida después de una operación la verraca. La herida me produjo una reacción alérgica y literalmente se me incendió, provocando alrededor de la costura, quemaduras de segundo grado que logré sobreaguar a punta de analgésicos. Con semejante buqué encima, me levanto aquel domingo de hace unos días, todo empepado, a leer El Espectador y a dos páginas full color me topo con una foto de la fiscal Martha Lucía Zamora, en la que, con una sonrisita melancólica, recibe el sol a través de una ventana. El titular: “Soy víctima de Sigifredo López y sus amigos abogados”. Más abajito, una entrevista salpicada con mi nombre de cabo a rabo.
Lo dejo pasar.
Algunas lunas y un par de soles más, vuelvo y leo en el mismo periódico, pulsada por la misma periodista, que a bien había tenido darme semejante pantallazo con flash incluido, una columna de opinión en la que se afirmaba que yo era un tipo grosero dedicado a atacar mujeres.
Entonces, así de vuelto nada, penando aún por mis dolencias, sobre la mesita plegable del desayuno, con la llaga viva que me miraba, me tocó desenfundar mi teclado y cascarle a esta prosa que es mi pistola.
Doña Fiscal Zamorita dice en la entrevista, que hay un grupo de abogados liderados por Sigifredo López creado para difamarla en twitter y que yo hago parte de ellos. El Espectador le hace coro, saca de mi artículo un par de frases que juntas dicen lo que no es, y bueno, el que lea eso termina pensando en mí como en un Hannibal Lecter criollo y en doña Fiscal como en la madre Teresa de Calcuta.
Lo primero que hay que dejar en claro es que ese tema está más refrito que un chicharrón cocho. A mí ya se me había olvidado: lo escribí en junio del año pasado. Se armó un polvorín de dos días y nadie volvió a hablar al respecto. Ahora, un año después, ¿por qué a alguien le interesa palanquear en El Espectador esta entrevista que parece un publirreportaje?
Por una sencilla razón: doña Fiscal empezaba su campaña para ser nombrada en la Corte Constitucional y con la cantidad de tropezones que ha dado durante su carrera, lo único que podía hacer era colgarse en una cruz y echarse salsa de tomate, para que tuvieran piedad de una mártir y le dieran por fin la chambita de sus sueños. (Acordémonos que se quemó el año pasado cuando aspiró a dicha magistratura). Al parecer, sin quererlo, sin buscarlo, coroné y terminé metiendo un gol de taquito y con los ojos cerrados: A Doña Fiscal no sólo no la ternaron para la corte, sino que fue echada a gorrazos de ese puesto que terminó quedándole grande.
Descubierto el verdadero motivo tanto de la entrevista, como de aquel artículo tan enredado de Cecilia Orozco, ahora sí me permito realizar las siguientes aclaraciones:
1. No soy amigo de Sigifredo López. Nos reunimos después de redactado el artículo y nos tomamos una foto, donde aparezco con un sobrepeso de 15 kilos que ya me quité de encima. Esa foto inundada de mi antigua gordura, terminó siendo lo que más me ofendió de ese panfleto publicitario que publicó El Espectador.
2. No existe tal complot en contra de doña Fiscal. La prueba es que jamás volví a mencionarla en ningún lado. Esa señora me vale güevo. Con Sigifredo me hablé un par de veces por teléfono para el tema de los falsos testigos que le montaron al senador Luis Fernando Velasco a quien apodero hace varios años, y ya. Jamás hablamos de la doñita. Sigifredo no me conocía antes de que yo escribiera el artículo, incluso, días después de haber sido publicado, me dijo que no le había gustado la forma. Todo lo que dice Elmer Montaña, su abogado, es cierto: yo no tengo nada que ver ni con Sigifredo, ni con su fundación.
3. Yo no tengo twitter. Tengo un twitter de la novela que escribí, pero ni siquiera recuerdo haber tuiteado nada en contra de esa señora, ni la he mencionado por ningún lado, reitero: me vale güevo (por no expresarme de una forma más escatológica).
4. En mi escrito yo censuro lo que de la vida privada de la fiscal, dicen varios medios de comunicación. En mis palabras: “Dice la prensa mentirosa”, “Todo esto es basura barata, panfleto colorado, infame imputación para muchos deshonrosa que a nadie debe interesarle”, es decir, no puede venir a decir Zamorita que yo fui el autor de chismes que habían estado documentando otros medios desde hace años. Aún más: debería agradecerme por haber parado en seco a todos esos periodistas que la estaban difamando. Yo fui muy claro al afirmar que nadie podía meterse con su intimidad. Ni más faltaba.
5. Yo no dije que doña Fiscal fuera “una prostituta bazuquera tirada en una esquina, a la que por unas monedas se follan los transeúntes que le pasan al lado”. Si me equivoco me dicen, va el copie paste al último párrafo de mi post de aquella época:
“Lo que hizo esta honorable jurista es muy grave. Atentar contra la autonomía de los fiscales es volver al oscurantismo, debilitar desde sus cimientos cualquier democracia. Estos hechos hacen ver la nuestra, como lo que es: una prostituta bazuquera tirada en una esquina, a la que por unas monedas se follan los transeúntes que le pasan al lado”.
¿Quién canta más claro? Eso lo digo de nuestra DEMOCRACIA, jamás lo diría de la doñita, pues no me consta lo que hace cuando se enrumba, ni sé si tenga alguna forma de subsistencia paralela a la de su prístina labor como fiscal.
6. De resto, el artículo está documentado en fuentes precisas y veraces, periodistas como Antonio Caballero han denunciado las actuaciones de Martha Lucia Zamora, sus decisiones en el “Proceso 8000”, su intervención en la operación “Milenio” que por poco termina salvando a Fabio Ochoa Vásquez de la extradición y, el peor de sus traspiés, el caso de Sigifredo López, que terminó enguacalado y boletiado como asesino de las Farc, por cuenta de la manipulación al proceso (investigada, denunciada y soportada probatoriamente por Sigifredo) que realizó esta joyita justiciera, que hoy en día es una de las mujeres más poderosas del país, a la que todavía le caminan miles de fiscales e investigadores, y que viene a decir que es víctima mía, víctima de un simple abogado al que todos tienen por el degenerado de las letras perversas y al que su amiga Doña Cecilia Orozco muy acertada y benevolentemente trata de “tipo” grosero
7. En el artículo que escribí hace un año, aterrado por ver que doña Fiscal no contenta con joder de la forma en que jodió a Sigifredo, seguía sosteniendo un manto de duda sobre su inocencia, le metí su madrazo.
8. Ahora y al respecto, me pronuncio: ¿cómo más la puedo llamar? Espesemos el tema y metámole un poco de análisis filosófico: Un madrazo se lo merece quien ejecuta, elabora o lleva a cabo actos ruines y deleznables. Ahora bien, si le echamos una miradita a la declaración ante el Consejo Superior de la Judicatura de la funcionaria del CTI de Cali que llevó la investigación de Sigifredo Lopez, en la que sindica a Martha Lucia Zamora no solo de ser la que dirigía el proceso, sino de ser ella quien ordenó la captura, muy a pesar de que ya sabían en Bogotá que el del video no era Sigifredo, podemos obtener un resultado a partir de una ecuación lógica y racional: Zamorita, lo que usted le hizo a Sigifredo es muy ruin y muy deleznable, luego, el madrazo, muy respetuosamente, usted sí se lo merecía.
9. Así se lo digo y lo sostengo ante el que usted quiera, ante el fiscal que recibió la denuncia por calumnia que usted interpuso en mi contra y a quien le voy a solicitar que me llame a interrogatorio rapidito y que me impute tan pronto salga de este posoperatorio que me tiene postrado. Écheme una manito doña Fiscal, usted como víctima puede mover ese proceso, dese sus mañas, que cuando usted sopla las velas se encienden.
10. Ahora bien, respecto a lo que dice doña Cecilia Orozco Tascon, periodista a quien respeto y que a diferencia de Zamorita no me vale guevo, me permito aclarar que grosero si soy, para qué joder, vulgar, soez y sobre todo caspa, pero eso sí justo y ecuánime, porque esas boronas blancas que me caen del pelo son para el que se las merezca, de ninguna forma me dedico a encochinar mujeres como lo quiere presentar mi colega en su columna. Mi caspa es pa'los casposos y la prueba está en mis escritos: Al Procurador Ordoñez lo vestí de rosado, lo casé con un santandereano y le eché su maldición pa que respete, tanto así que el artículo duró tres horas colgado en la página de Kien y Ke, de la que me lo descabezaron porque estaba muy áspero, y terminó ecolgado en el portal de mi gran amigo Cristian Cipriani, genio del porno mundial, Santalatina.com. A Gerlein lo puse a morder el pasto, mientras lo crucificaba excrementalmente un inmenso morenazo, a Uribe lo he cacheteado con su poncho, a los curas y cristianos les he aventado demonios, a Hitler le recordé su descendencia cuando dije que su mamá fue una cabra Austriaca, igual que ha Mussolini, engendro de una cerda italiana, de Bush dije solo la verdad: que había sido parido por una burra… Y a la fiscal Zamora, la única mujer sobre la cual he escrito, reitero, con sumo respeto y reverencia, atendiendo siempre la majestuosidad de su cargo y sus prístinas funciones, le escupí en la cara ese madrazo caliente y baboso que tanto se merecía.
Realizadas estas aclaraciones me permito señora Fiscal, exigirle que levante la cabeza y que me mire a los ojos. La reto Marta Lucía Zamora. Usted y yo. Usted y detrás su ejército de fiscales, funcionarios del CTI, policías judiciales, investigadores, jueces, magistrados, periodistas, políticos; y yo, armado con un código, una constitución y mi teclado. Saque de todo esto a Sigifredo, a Doña Cecilia, a mi gran amigo de toda la vida David Teleki. Zamora y Mendoza. Uno al frente del otro en un pueblo perdido. El viento sopla, un arbusto atraviesa volando la calle polvorienta. La gente observa desde las ventanas. Vamos a ver quién cae primero. Si usted o la libertad de expresión. La espero en el juicio.