Lo único bueno de la quinta temporada fue el último capítulo. Con el exabrupto que sucedió ayer ese epílogo queda borrado: ¿Para qué matar a Jon Snow si lo iban a revivir? ¿Están improvisando o necesitaba HBO crear expectativa para aumentar suscriptores? Sabíamos que Melisandre lo iba a hacer, lo que no sabíamos era como: La serie que era capaz de desconcertar a sus seguidores asesinando, sin remilgos, a su protagonista, ahora, en plena decadencia, revive al insulso Kit Harington a punta del tradicional Hocus-pocus.
Ahora la traición a Snow se justifica para purgar a la guardia del muro y, por supuesto, verter más sangre. Con ella, además, cobrarán importancia los salvajes dentro de la historia. Poca cosa para tanto recoveco. Que tristeza, además, ver como el personaje de Melisandre - otrora sexy y todopoderosa- ahora tiene problemas de autoestima. Ella, hermosa y eterna, que tiene el poder de revivir a los muertos, se siente poquita cosa sólo porque se ha visto más de una arruga en el espejo.
La estructura se cae como un castillo de naipes. Por eso no logran ser capaces de seguir una de las subtramas sino que, ganando tiempo, viajan a Dorne –a quien le importa Dorne?- , visitan a la cieguita (¿?) Ayra Stark siendo golpeada por enésima vez, muestran a Tyrion consintiendo a los dragones que ahora también tienen crisis de identidad y, aunque más grandes y monstruosos, parecen dos perritos que buscan afecto en las manos de un enano sólo porque mami ha ido a pasear a la tierra dothraki.
Que tristeza ver a los hermanitos Lannister no sólo siendo maniatados por la secta fundamentalista que dirige Jonathan Pryce, sino por la incapacidad de los guionistas de la serie que, ya sin el mapa que eran los libros de George R.R. Martin, los han convertido en estatuas que miran con tristeza el mar del Poniente. Insoportable ya ver al gran Peter Dinklage, relegado al papel del enano putero y borracho que intenta hacer las delicias del público haciendo chistes sobre eunucos.
Me llaman precipitado porque estoy criticando la serie apenas en el segundo capítulo. Esto no empezó hace poco, esta falta de cohesión, esta intrascendencia, lleva ya doce capítulos. Los fans no se quieren dar cuenta porque, a falta de Dios, heroína y caudillos, abrazan causas como la defensa a ultranza de ésta historia de televisión, que hasta hace poco compartía el olimpo de las series con Breaking Bad, Mad Men, Los Soprano y que ahora, por las presiones comerciales y el bloqueo de su creador, amenaza con convertirse en un nuevo Lost.
Entre abucheos me bajo ya de la serie. Recurrir a la resurrección de un personaje es una reculada imperdonable, una ingenuidad que evidencia lo que ya todos sabemos pero ninguno quiere reconocer, porque hemos comprado todos los libros, porque llevamos cinco años siguiéndolos. No quiero ver como toda la caravana de Game of Thrones se despeña por el barranco de la intrascencia. Además, acéptenlo: que pereza volver a ver a esa nulidad de Kit Harington liderando la venganza de los Stark.