La responsabilidad social del discurso
Opinión

La responsabilidad social del discurso

A propósito de la lealtad y la ética

Por:
julio 16, 2015
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La oposición es fundante, necesaria, condición de existencia en una democracia, cómo que no y, por supuesto, es el devenir del Estado todo; los programas diversos, divergentes son afortunados, bienvenidos, oxígeno del sistema. Un hecho.

El planteamiento de ciencia política se amplía cuando en el ‘juego del poder’ o hacia el poder, la oposición, que tiene vocación de obtenerlo, lo logra y así se podrán reemplazar. Ello es sano.

Ahora bien, en las dictaduras de cualquier pelambre el ‘juego del poder’ es visto con desdén y, se persigue, sino por la fuerza material o física, por la del expediente judicial. Un horror.

Y se castiga, se sanciona el pensamiento, la expresión, la exposición de ideas…ahhh y, por lógica, a los seguidores se les convierte en cómplices y hasta, como ahora se dice, por medio de la actuación del Estado, se les abona como pertenecientes, con membresía a la subversión y no partido o tendencia política: se les otorga el carnet de diverso, violento y contradictorio, fuera de le ley. Grave.

Pero miren ustedes: de la persecución frontal se ha pasado a la de la sutileza; se castiga el papel con impositivos fiscales, para que la prensa sea silente o, por lo menos no descriptiva de una realidad; desde el poder se atomiza el partido o el segmento político con maquinaciones destructivas, se deja sin oxígeno; se disparan, bien dicho, se disparan improperios, deslegitimaciones a la opinión contraria, dejándola al borde del delito sino del pecado —se dan como sinónimos—; en fin, se acaba con el contradictor legítimo para poder seguir detentando el poder.

Muchas de esas maquinaciones las hemos visto en nuestro paisaje; muchas de esas, verdaderas persecuciones ojalá no sean utilizadas en procura del poder, para después, en la oposición, acudir —fantasmagóricamente— al mismo argumento que en realidad había padecido el antiguo contradictor.

Así, se ha de acudir a la ‘responsabilidad social en el discurso’,  pues en el discurso no todo es válido, aunque se crea que ello es posible; no todo es aceptable, arrancando por razones casi obvias, por las normas sociales o, en las de la mera cortesía.

Como no está bien que desde el púlpito del poder se disparen improperios contra la postura contraria deslegitimándola, tampoco es válido acudir al argumento que lleve a la satanización de la vida privada de las personas: una afrenta hasta a la urbanidad. El discurso son ideas contrarias, contradictorias, divergentes, pugnaces, pero sobre el poder y su ejercicio, no sobre cuestiones que no importan al Estado mismo. Sí, señoras y señores, es un despropósito poner a la corrupción como una cualidad sin preguntarse sobre el sujeto que la realiza y, en cambio, sí reprochar la pertenencia a una comunidad de minoría o vulnerable. Complicidad, intolerancia, respectivamente.

La descalificación, obvio, que no es por el Estado, para que tenga eco, se saca del cubilete, como en acto de magia, la palabra exacta: ¡¡desleal! Y allí Troya…!

Todo el mundo a esconderse, no se admite posibilidad diversa, se cobra políticamente, simplemente por apartarse de un concepto, de una reflexión o acción que es, según el afectado, inadecuada.

Por contraste, Leal[1] es fiel, fidelidad, mientras que desleal apunta al que no es fiel; la fidelidad constituye una postura, una forma de ser o de comportarse frente a alguien o, con respecto a algo.

Empero, ¿qué relación puede haber entre pensar diferente y ser desleal? Ninguna; el pensar diferente es un derecho y, sobremanera cuando el tema más que una postura política hace referencia a un tema estético o ético. ¿Será que la lealtad es una obligación, aún en contra del criterio personal?, ¿del cosmos personal que refiere a la ética? No lo creo. La libertad impone la diferencia y, así, la posibilidad de lucir un criterio divergente. ¿Cuál la razón del costo político? ¿Por qué la condena? ¿Se debe ser leal y fiel a rajatabla?

El mero reconocimiento a la superioridad, la lealtad sin respecto a parámetro alguno son propios del Medioevo, cuando existía el delito de felonía : la traición al pacto de vasallaje; ¿somos vasallos de alguien o de algo o, por el contrario, ciudadanos? Esa es la responsabilidad social del discurso.

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1.1. adj. Que guarda a alguien o algo la debida fidelidad. U. t. c. s.2(…)
adj.Dicho de una caballería: Que no es falsa.http://lema.rae.es/drae/?val=leal. R. A. E derechos reservados

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