Para que la declaración de Aída Merlano surta algún efecto político se necesitan dos cosas: jueces y medios de comunicación. Lo primero está complicado conociendo el ajedrez judicial y la poca independencia que podemos esperar del fiscal Barbosa, más aún si atendemos a la declaración de Merlano, según la cual, la Fiscalía está controlada por los mismos políticos que denuncia. Por lo pronto la acción judicial la descarto.
Nos queda la posibilidad del juicio moral y es donde los medios tienen toda la posibilidad de presionar al gobierno, de despertar a la ciudadanía, de ejercer el juicio moral que merece la corrupción. Pero cuando digo medios son los tradicionales y los alternativos, incluyendo en estos a las redes sociales. Lastimosamente los primeros, que son quienes tienen la capacidad de masificar los mensajes por su alcance y sí, porque aún para un gran sector de la audiencia un medio tradicional representa la verdad, ellos no lo hacen. Callan, faltan a su deber de buscar la verdad y con ello consuman su complicidad.
Hablemos de medios. La disputa mediática del día a día es por la agenda: esto es por imponer el tema de que se habla. En México, por ejemplo, la agenda la impone el Presidente López Obrador, pues madruga todos los días a dar sus “mañaneras” -ruedas de prensa diarias- y todo lo que dice ahí serán los temas de discusión sobre los cuales hablarán los medios grandes y alternativos y la ciudadanía. En Colombia, la agenda está en disputa, se sortea a diario, no está claro quién la impone.
El hecho es que Vicky Dávila anunció con anticipación la primicia y así la audiencia estuvo atenta a lo que el lunes se iba a publicar. Sabíamos que no se hablaría, al menos en internet, de nada más. Pero pese a las gravísimas denuncias que hizo y a que fue tendencia en Twitter todo el lunes y un tema recurrente el martes, el miércoles pareció diluirse, y los grandes medios de comunicación no hicieron eco de la noticia. El Espectador apenas le dedicó un pequeño recuadro, Caracol y RCN hablaron de otras cosas, El Tiempo fue indiferente. ¿Por qué pasa esto? Algunos en Twitter lo pusieron como un tema de ego profesional contra Semana por tener la primicia, pero va más allá y toca la estructura de los medios de comunicación asociada al poder político y económico de Colombia.
Los medios de comunicación son un negocio privado. Los canales públicos, por su lado, son sostenidos por el Estado y por eso no comparten los contratos en pauta, los presupuestos, ni los intereses de los privados. Si nos preguntamos por sus dueños y por las marcas que anuncian y patrocinan encontraremos relaciones muy interesantes con las corruptelas políticas que Merlano denuncia. Así que el problema no es solo ideológico, y no es que RCN sea Uribista porque sí, porque le gusta su ideología. Es porque en el fondo, la inmensa estructura de empresas que componen los medios, tienen asociaciones directas con la clase política: negocios. Por eso, cuando Dávila le preguntó por qué, pese a tantas denuncias, A. Char tenía tan buena imagen, Merlano dijo, por el cuarto poder: los medios.
Esto, por un lado: los medios como modelo de negocio. Por otro, como sistema de propaganda. Pensemos que Char y Sarmiento tienen entre sus negocios mercados, empresas industriales, equipos de fútbol, por nombrar tres negocios que necesitan pauta en la televisión. Son el músculo financiero de los medios. Pero tengamos muy claro algo y es que los medios no se enriquecen por transmitir noticias políticas, de hecho, es lo que menos venden, ellos facturan por publicidad, espectáculo y deportes. Sin embargo, el contenido político es su misión ideológica. Y para cumplir con su ella disfrazan su intención política de vocación periodística: entonces sus noticias dicen buscar la verdad, la parcialidad y la objetividad, incluso, vigilar al poder en pro de la democracia. Pero esto es falso. De ser así las declaraciones de Merlano debieron ser replicadas, los medios debieron enviar corresponsales, buscar entrevistas, consultar analistas, interceder por una salida diplomática para que Merlano declare en Colombia, presionar al poder judicial para iniciar una investigación seria, y ellos mismos investigar a fondo a los implicados. Pero los implicados son los mismos dueños, por eso callan.
Cuando un medio como el Espectador publica contenidos críticos, que lo hace muy a menudo, fíjense bien que son temas que nunca tocaran las bases de la estructura política y económica. Caracol y RCN no cumplen con esa misión periodística de ser contrapoder, sino lo contrario: son el poder. Los medios dan luz a lo que ellos quieren y en ese sentido son selectivos. Como la democracia es un asunto de masas, porque quienes eligen son las masas, no pueden mostrarle el lado del asunto que los perjudica. Si la democracia está secuestrada por una élite corrupta en el poder, que es a su vez la dueña de los medios, parece no haber salida, aunque Internet nos da una esperanza.
Pero no lo idealicemos. Internet sirve para lo mismo. En él reina la ignorancia. Pero sí, no es un espacio absolutamente controlado por la hegemonía, y en esa grieta se puede dar la ruptura. Para eso están las redes sociales, y por este motivo es que las “bodeguitas” se disputan las tendencias y el matoneo, porque de esto depende llenar a la masa de sus pensamientos.
En redes vemos todos los días el juego de la oposición: hay un tema sobre la mesa y sobre este dos narrativas: positiva o negativa, verdadera o falsa. El caso de Merlano nos lo ilustra bien: los uribistas decían que era falso y los no uribistas que eran denuncias incuestionables. ¿Cuál es problema? Que la presión en redes es, por ahora, insuficiente, pues poco les interesan a los organismos de control la opinión y la exigencia de los usuarios cualquiera. Si incluso no le importan las marchas, menos aún las redes. Por esto la democracia digital es una ilusión en la que crees que participas, pero en verdad no pasa nada.
El tema de Merlano podrá ser tendencia un día entero pero pasa, porque así es la información, efímera. En cambio, un cubrimiento persistente y continuo desde un medio grande de comunicación sí toca las estancias de control. Claro, no por parcialidad investigativa sino por corrupción informativa. Recordemos, por ejemplo, la presión de los canales privados sobre el tema de Petro y las basuras y cómo su investigación intensa, de todos los días, influyó en la destitución. Pero casos de esa intensidad periodística únicamente se ven a cada tanto, cuando es necesario atacar a un opositor. Podrá estallar Twitter y las redes con las denuncias de corrupción, pero por ahora, no se igualará el poder de un medio tradicional, así la gente siga creyendo que estos están perdiendo audiencia y poder. Esto también es falso.