En las calles, en los cafés y en redes sociales hemos discutido ampliamente que la estrategia de vandalizar las ciudades para deslegitimar el paro fue estúpida. Los videos que circularon en redes sociales, la frustración y el sentimiento de los ciudadanos fueron una muestra de ello. A partir de esta experiencia, el gobierno ha aprendido a deslegitimar la protesta social a través de otra estrategia diferente: Silenciándola de los medios e integrándola a la cotidianidad.
Herbert Marcuse escribió en 1954 que el sistema capitalista controla la disidencia y la oposición integrándola a su estructura. Un ejemplo que se ha utilizado bastante para describir este fenómeno es la clásica camiseta del Che Guevara, manufacturada y comercializada en masa. A partir de allí, la disidencia se vuelve parte de la cotidianidad, perdiendo su eficacia.
Al parecer, esta ha sido la estrategia seguida por el gobierno. Adaptar la cotidianidad en materia de movilidad a las marchas, al mismo tiempo que muestra piezas gráficas aisladas en los grandes medios de comunicación hace que el paro nacional se vuelva algo cotidiano.
En mi opinión, el paro nacional no puede ser parte de la cotidianidad. El objetivo es alterarla completamente, cambiarla y transformarla, a partir de la insatisfacción y reivindicaciones que tenemos como pueblo. Siendo así, la estrategia gubernamental, destinada a descalificar el movimiento y sus objetivos, plantea un reto al paro nacional: ¿cómo seguir resistiendo?, ¿cómo seguir alterando la cotidianidad?
Frente a esto considero que lo mejor que podemos hacer es transformar la expresión social. Crear nuevas formas de paro, nuevas expresiones, como el cacerolazo sinfónico, como las expresiones populares (que se han propuesto en Chile, por ejemplo, en forma de cabildos abiertos). Seguir transformándonos, para transformar la realidad, para empoderarnos y construir propuestas desde la ciudadanía, ser nuevamente los dueños del poder.
Podríamos decir que la resistencia no se crea ni se destruye, solo se transforma (y transforma realidades).