La noticia se proliferó por las redes sociales con la velocidad acostumbrada de las malas nuevas. Nos tomó Por asalto, nos removió las angustias y pareció empujarnos de nuevo los sueños hacia el sinsentido y el infortunio. El momento del desalojo anunciado en un documento oficial, parecía increíble, con un escudo del municipio acompañado de un lema que reza “compromiso de todos”, resultaba una paradoja, un chiste de mal gusto.
Los artistas que humildemente han pasado por esta biblioteca, sí que saben del verdadero significado de la palabra “compromiso” en estas comunidades tantas veces olvidadas por el estado. En las paredes de la biblioteca resuena su música, sobre los libros reposan como polvo sus cuentos narrados, y por su vieja alfombra transitan las pisadas de actores y danzantes de ensueño. Las galas literarias, la bibliocarreta, el cineclub, las tertulias ya son un hábito de niños y adultos unidos por la esperanza, la necesidad de escape y de acercamiento a la condición humana en una realidad compleja.
Recuerdo y recuerdo tantas imágenes de esta quijotesca aventura que ese grupo de muchachos defensores de la utopía han construido, los veo rodeados de pequeños y de adultos que no han dejado de ser niños, navegando alegres en el navío de la literatura hacia todos los mundos posibles. Pareciera un asunto salido de la misma ficción, ese mágico hecho de hacer florecer en la gente el gusto por las letras y la convicción de seguir luchando con amor a la vida. Antes como aparente arrebato, ahora como toda una costumbre. Tantas son remembranzas, como páginas de los ejemplares donados que allí reposan.
Pero parece mucho más irreal que la voluntad política logre dar continuidad a esta asombrosa biblioteca, mucho más fantasiosa u onírica la petición de que se atienda el llamado de la gente, y que se les brinde la posibilidad, si no es de este, otro espacio para seguir con esta quijotada, otrora de cobertura barrial, hoy por hoy de impacto cultural en la ciudad.
“Desalojo” ha sido una palabra que como fantasma persigue la biblioteca, como si fuera tras el mismo Andrés Caicedo en busca de impedir que, incluso después de muerto siga sacudiendo a las futuras generaciones con su transgresora obra literaria. Un proceso muy kafkiano que en el marco de la legalidad desatiende el sentir humano, en este caso de todo lo que implica esta biblioteca comunitaria como proyecto de educación alternativa, como sitio de convergencia cultural, como recinto fundador de personas transformadoras del entorno social. Y es que, el que su puerta cruza, allí se queda para siempre, como muchos que solemos amarla y padecerla incluso sin ser del barrio en donde fue fundada. Por eso, como tararearía jubilosamente Andrés Caicedo la salsa Richie Ray y Bobby Cruz ¡Agúzate que te están velando!