Estas palabras pretenden principalmente hacer un homenaje a la vida y pensamiento de Karol Wojtyla. El 18 de mayo de hace 100 años nació en la ciudad de Wadowice, Polonia, una de las figuras más influyentes de la historia de la segunda mitad del siglo XX. Pocos lo recordarán por su nombre propio, pero sí por el apelativo de Juan Pablo II, gran líder de la Iglesia católica por más de 26 años.
Con el correr del tiempo el olvido sobre su aporte a la humanidad se va haciendo más evidente. En la mente de unos pocos queda el recuerdo de un viejito bonito vestido de blanco, que robaba el afecto de grandes multitudes. En mi caso conservo la figura de un hombre ahogado que no era capaz ya de hablar y permanecer mucho tiempo en público. Quiero explicar quién fue Karol Wojtyla y de qué forma sus ideas terminaron por cambiar los destinos de la nación que hoy lo considera su libertador.
Cuando Karol Wojtyla tenía 9 años afrontó la muerte de su madre Emilia y a los 12 años la de su hermano médico Edmund, sin contar con que antes de nacer ya había perdido a una hermana. Acompañado de su padre continuó sus estudios secundarios y a mediados de los años 30 se trasladaron a la ciudad de Cracovia para inscribirse en la universidad Jagellónica, en donde se matriculó a clases de teatro. En 1939, la Alemania nazi ocupa Polonia y en 1941 muere el padre de Wojtyla.
Durante la ocupación alemana, ante la imposibilidad de continuar sus estudios, la vida del joven Wojtyla se desenvolvió entre el trabajo en una fábrica de químicos y la participación en un teatro clandestino que se convirtió en un foco de la resistencia polaca. Llama mucho la atención que uno de los primeros objetivos de los tiranos ocupantes fue el de atacar la clase intelectual polaca, ya que pretendían desaparecer su concepto de nación. De esta manera la resistencia polaca tuvo una facción armada que fue repelida sin problema por el poderío militar nazi, pero también tuvo su lugar una resistencia intelectual, ciudadanos de toda clase que desde la clandestinidad encarnaban en recitales el espíritu de su ser polaco, un grupo de jóvenes que desde el arte comenzarían a gestar los primeros pasos de un largo proceso de independencia.
En este contexto de resistencia Karol Wojtyla adelanta un proceso de vida espiritual que lo llevará a convertirse en sacerdote de la Iglesia católica el 1 de noviembre de 1946, al poco tiempo fue enviado a Roma a perfeccionar sus estudios filosóficos y teológicos obteniendo el titulo de doctor en teología por sus estudios sobre el acto de fe a la luz de las obras de San Juan de la Cruz, desde entonces su empatía con el castellano.
De regreso a Polonia fue asignado como auxiliar en una parroquia a las afueras de Cracovia y comenzó a ejercer la docencia en la universidad Jagellónica y en 1954 fue nombrado catedrático de ética de la Universidad Católica de Lublín, teniendo una gran acogida entre los estudiantes con quienes creó un gran lazo de amistad y los acompañó en su resistencia contra los abusos del régimen comunista, que siguió los pasos del joven docente universitario en busca de algún discurso que fuera en contra de las doctrinas del régimen. Sin obtener resultados claros.
El nombramiento como obispo auxiliar de Cracovia el 4 de julio de 1958 no fue impedimento para seguir adelante con el desarrollo de su pensamiento y el acompañamiento a la juventud. En 1962 participó activamente en algunas sesiones del concilio vaticano II haciendo notables aportes sobre el ateísmo moderno y la libertad religiosa. En 1967 es nombrado Cardenal arzobispo de Cracovia.
Su madurez filosófica es contenida en la obra acto y persona, publicada por primera vez en 1969 y mejorada en una versión inglesa con el título Acting person en el año 1979 cuando ya era líder de toda la Iglesia católica.
En medio de sus ocupaciones intelectuales y eclesiásticas no menguó su labor discreta de resistencia gestada desde los años de juventud, acompañando toda clase de iniciativas que estuvieran acordes a la defensa de los derechos individuales y del valor de la persona humana. Es decir que sus ideas no se originaron en teorías vagas, sino que surgieron como necesidad de fundamentar en lo más profundo de la esencia humana esas ansias de libertad que la nación polaca venía alimentando por más de 800 años, en medio de las ocupaciones de las potencias de turno.
Y es así como vimos caer la cortina de hierro, cuando Polonia alcanzó su independencia, no por medio de un ejercicio militar sino por la fuerza de una razón que mantuvo a la vista sus ideas desde la clandestinidad de unos artistas soñadores.
Wojtyla es en nuestro contexto un claro ejemplo de lo que es la resiliencia. A pesar de que desde muy joven perdió a sus seres queridos, llevó la mira de su existencia más allá del mero sobrevivir, consagrándose no solo a Dios sino a la humanidad. No se ocupó solo de aliviar su propio dolor sino que lo superó pensando en aliviar el dolor ajeno. Esta actitud resiliente lo llevaría a convertirse en el patriota libertador de toda su nación. Sin necesidad de empuñar un arma, solo buscando con sus ideas y su acompañamiento el significado real de una persona.
