Natalia Springer quiso anticiparse con la renuncia a su rol de analista al lado de Vicky Davila en La FM previendo nuevos cuestionamientos por el contrato firmado con la Alcaldía de Valledupar para organizar el evento inaugural y echar a andar la primera Escuela de paz para el posconflicto en esa ciudad. El contrato por $1.400 millones tendría una duración de dos meses y fue suscrito con la firma Springer Von Shwarzeneberg, una sociedad fundada por 11 profesionales internacionales, que la acompañaron desde un principio, enfocados a trabajar en temas de paz.
Hace un par de meses se dio una situación similar cuando se supo de otros dos contratos firmados a través de la misma firma con el despacho del fiscal, Eduardo Montealegre. El primero por $895 millones, para el procesamiento de datos en casos de crímenes de lesa humanidad y graves violaciones de derechos humanos cometidos en el marco del conflicto, que dio origen a la Unidad de Análisis y Contexto clave para el juzgamiento de los máximos responsables del conflicto; y el segundo suscrito en el mes de enero de 2015 del por $3 mil millones para la asesoría y el acompañamiento al fiscal general en las macro investigaciones también de crímenes de lesa humanidad, perpetuados por bandas criminales –Bacrim- y por el ELN en el marco del conflicto armado.
Entonces Springer ya había considerado su retiro de la radio para regresar a sus actividades académicas y ocuparse de lleno a su labor en la Fiscalía, pero después de despejar dudas con la directora del programa, decidió quedarse.
La creación de la Escuela de paz en el Cesar no fue una iniciativa aislada. Aunque la idea fue del alcalde vallenato Fredy Socarras, el Gobierno Nacional vio la oportunidad de apoyar actividades regionales en torno a la negociación, y más en una región escéptica frente a los diálogos con las Farc donde el paramilitarismo ha dejado una huella en la sociedad vallenata. El vicepresidente, Germán Vargas, fue uno de los que se apoyó la propuesta de su copartidario político, el alcalde Socarrás.
Lo que no sospechaba Natalia Springer eran las consecuencias que traerían su participación en este proyecto articulado a la negociación de La Habana y que comenzó con la incertidumbre de un estallido en la sede del evento y que luego incendió las redes sociales con comentarios negativos y, sobre todo, peyorativos por su doble rol de periodista y contratista del Estado. Le han hecho múltiples llamadas insultantes y con amenazas a su teléfono personal y la etiqueta #SpringerCorrupta, con mensajes sistemáticos, fue tendencia en el fin de semana.
No han faltado las críticas de sectores uribistas, empezando por el propio expresidente, en cuyo último trino se refirió al tema pero la cargó contra el presidente Santos y el proceso de paz sin atreverse a mencionarla: ‘’Santos da mal ejemplo de contratar periodistas con altas sumas so pretexto de promover la paz. Qué pasará con periodismo independiente!’’, seguido de sus escuderos virtuales y congresistas de su bancada como María Fernanda Cabal y José Obdulio Gaviria, quienes pasaron a calificativos personales y acusaciones de alto calibre.
Un duelo de vieja nada con el círculo de expresidente Álvaro Uribe, a quien Natalia Springer se enfrentó duramente en el pasado en escenarios académicos cuando se desempeñaba como decana de la Facultad de ciencias jurídicas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, siendo rector José Fernando Isaza, y a donde llegó tras terminar un doctorado en Derecho Transicional en Austria. Fue precisamente ella quien logró que Álvaro Uribe, como presidente en ejercicio en el 2008, asistiera a un debate sobre la inconveniencia de la reelección presidencial en el que participó junto a Claudia López y que terminó transmitido por televisión. En la misma semana del debate se hundió en la Corte Constitucional la posibilidad de que Álvaro Uribe permaneciera en el poder.
Desde entonces Springer hace parte formal como víctima en el proceso de las chuzadas del DAS contra líderes de la oposición y periodistas y ha sido permanentemente atacada por su cercanía con los más radicales detractores del gobierno Uribe como León Valencia, Gonzalo Guillen, Claudia López, Hollman Morris, Iván Cepeda y Piedad Córdoba con quien compartió en labores humanitarias y con los entonces presidentes de la Corte Suprema Augusto Ibáñez, Jaime y Arrubla, Humberto Sierra y el magistrado estrella de la parapolítica, Iván Velázquez. Presiones y amenazas llevaron a Springer a tener que trasladarse a vivir a vivir a Nueva York a mediados de 2009, y que nuevamente la tienen en la mira.
Quince minutos antes del inicio del primer foro el pasado viernes 31 de julio en Valledupar, las 3.000 personas que llegaron a escuchar las intervenciones de Claudia López, David Barguil, Sofia Gaviria, Rodrigo Lara, Juan Camilo Restrepo, Guillermo Rivera, John Sudarsky, Simón Gaviria y a la primera de los 12 invitados internacionales, entre otros, se sorprendieron con un apagón cuando se dispararon los controladores de energía de alto voltaje del salón donde se realizaba el evento. Lo grave fue que no se trató de una sobrecarga de energía, sino una acción provocadora para sabotear el evento que Springer no permitió que se cancelara.
La primera Escuela de paz para el posconflicto se inicia con un ciclo de 20 eventos con la participación de invitados internacionales como el exjuez de la audiencia nacional de España, Baltazar Garzón –también asesor del Fiscal Montealegre-, el expresidente Pepe Mujica; el director de paz de la universidad de Suecia y sede del premio Nobel de paz, Peter Wallnnteen; John Paul Lederach, director del Instituto Nacional de Paz en Estados Unidos; Roberto Garreton, negociador del conflicto Palestina – Israel y conferencistas nacionales como Rodrigo Uprimny, el vicerrector de la Javeriana, Vicente Duran Casas, Antanas Mockus, el expresidente de la Corte, Humberto Sierra Porto, entre otros invitados internacionales como el asesor de paz del papa Francisco.
Natalia Springer ha estado presente desde el 2002 a través de una columna en El Tiempo y desde el 2005 acompañando a Vicky Davila en la mesa de La FM como experta en temas de derechos humanos, derecho internacional humanitario, procesos de paz y opinando sobre distintos acontecimiento de la política nacional. Sin embargo, la firma de los dos contratos con el Gobierno vulneraron su actividad en la radio, a pesar de contar con todo el respaldo de la directora del programa y del propietario de la cadena radial, Carlos Julio Ardila. Springer quiso dejar en claro las cuentas de la Escuela de paz para darle trasparencia a su actividad, pero entendió que el tiempo en la radio había llegado a su fin, para de momento dedicarse de lleno a los temas de paz desde su ejercicio profesional y a su trabajo en el despacho del Fiscal Montealegre como una de sus asesoras claves en la preparación de la entidad para asumir los retos derivados del proceso de paz.
Primer evento Escuela Vallenata para la paz: