A los educadores, como a ningún otro, se les exige que practiquen lo que predican. Julián de Zubuiría enseña a sus alumnos en el colegio el respeto por la diferencia y por la opinión del otro. Por esa elemental como esencial razón ha renunciado a su columna permanente en la revista Semana.
Por no compartir la línea editorial, así como el despido del periodista Daniel Coronell, renunció como columnista especializado en educación, labor que desempeñó desde 2014 con gran acogida entre los lectores. “Me retiro porque con los nuevos dueños cambió el lineamiento editorial, lo que condujo al cierre de la revista Arcadia, al retiro de excelentes periodistas y a la llegada de una línea de periodismo más ligado a la opinión, desligado del periodismo investigativo que siempre la habían caracterizado”.
Julián de Zubiría es un reconocido pedagogo y educador. Su propuesta pedagógica fue implementada desde 1988 en el Instituto Alberto Merani, institución educativa de la cual es fundador y Director. Consultor de Naciones Unidas en materias educativas, del Ministerio de Educación y Cultura del Ecuador, del Ministerio de Educación Nacional de Colombia y del Convenio Andrés Bello. Actualmente asesora a varias secretarías de Educación en la formulación de las políticas educativas regionales.
En el curso de su carrera ha realizado importantes contribuciones a la educación colombiana y latinoamericana. “Ha formulado una nueva teoría pedagógica, nutrida en la psicología y pedagogía contemporánea según la cual la escuela debería dedicarse al desarrollo y no al aprendizaje; es decir que la función de la escuela debería consistir en enseñar a pensar, valorar y actuar a los estudiantes y no a aprender múltiples informaciones sin significado para la vida. Los principales referentes de esta concepción, conocida como Pedagogía Dialogante”.
A todo buen maestro se le exige coherencia, que aplique lo que enseña. Julián de Zubiría es un gran educador que ha dado muestras de coherencia, de entereza, de vivir como enseña. Julián nos ha enseñado a defender y querer la democracia. Nos ha enseñado a ser coherentes éticamente. Su renuncia a seguir escribiendo en Semana en una gran lección para los maestros y para el periodismo. No se puede tolerar la arbitrariedad. No se puede guardar silencio y pasar de agache ante la tropelía de sacar a los empellones a Daniel Coronell. Por eso ha preferido irse, al igual que lo hicieron Daniel Samper Ospina y Yezid Arteta.
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No se puede guardar silencio y pasar de agache ante la tropelía de sacar a los empellones a Daniel Coronell. Por eso ha preferido irse
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Existen unos valores propios de la democracia y la convivencia ciudadana que la sociedad exige enseñar y promover a los maestros en su labor formativa. Uno esencial es el respeto por la diferencia y por lo que piensa el otro, el distinto, el diferente. Como lo señala el maestro Estanislao Zuleta: hay otro sentido de la democracia que consiste en dar derecho al otro para que exponga y desarrolle su punto de vista. Una cosa que sí es democracia, y que sí debemos defender, es la idea de que a nadie se le puede decir NO por el hecho de que esté en minoría o porque sea único; por el contrario, hay que ofrecerle condiciones para que pueda decir todo lo que piensa, como un aporte para nosotros, que debemos tener en cuenta. Democracia es dejar que los otros existan y se desarrollen por sí mismos. Yo soy demócrata si sé que, aunque una mayoría muy grande esté en contra de lo que una persona piensa, yo no lo voy a permitir y voy a luchar porque lo que esa persona piensa sea oído por todos”.
La pluralidad como bien supremo de la democracia y el derecho a pensar distinto sin ser estigmatizado, condenado, perseguido o excluido, es un valor que Julián de Zubiría ha enseñado y promovido entre los educadores.
Su renuncia como columnista interpreta el sentir y el rechazo de los colombianos a los usos y abusos del poder de los medios de comunicación y en particular de la empresa Semana. A sus desafueros, cometidos a nombre de la libertad de empresa, la cual manejan a su antojo en contra de la libertad de opinión y de información.
Todo estos valores esenciales que los educadores procuran inculcar fueron transgredidos por la revista Semana con su aleve proceder. Una acción despótica realizada sin miramientos de los lectores, del derecho que les asiste de tener acceso a opiniones diversas, única manera de juzgar de manera informada lo que está pasando.
La salida de Julián deja un vacío transitorio, nos priva de sus luces y agudas reflexiones sobre el devenir de nuestra educación, pero es una gran lección ciudadana de coherencia con lo que se piensa, con lo que se enseña, con lo que se pregona y propone. Con seguridad en unos pocos días encontrará un espacio desde el cual seguir aportando a la defensa de la educación pública, a la transformación de nuestra mediocre educación, a la búsqueda de una mejor sociedad, al reconocimiento de la educación como el único camino para construir una democracia plena en medio de las diferencias, pero sin liquidar al otro.