Rasga las vestiduras porque derriban la estatua de un verdugo histórico. Pues deben saber que existe silencio cómplice de esos mismos actos, incluso con inauguración incluida cuando hablando de desarrollo arremeten contra monumentos culturales arraigados en las comunidades y originarios de procesos nativos.
En Aguachica, sur del Caribe, aduciendo que es necesario permitir el desarrollo, intencionalmente el gobierno municipal anterior (de tradición conservadora) asumió la remodelación del parque central demoliendo la tarima y el ringlete, testigos mudos de la primera consulta popular por la paz en el mundo, realizada el 27 de agosto de 1995.
A pesar de la advertencia pública que hicieron dos periodistas, Euclides Rafael Alsina Granados y Daynis Pelaez Cardoza durante un mes consecutivo en una emisora local para evitarlo, aduciendo la importancia histórica y la necesidad de conservar esos símbolos de paz, fueron derribados sin piedad y sin contemplación alguna; en flagrante desafío a quienes como autores de la época asumieron el riesgo de convocar a los ciudadanos a depositar su voto, rechazando la violencia y convirtiendo a Aguachica en un municipio modelo de paz.
A la fecha no hay investigación y mucho menos que autoridad alguna por oficio hubiese asumido aperturar un proceso judicial contra el o los responsables. ¡Oh, qué ironías!
Ignorantes de nuestra historia o simplemente serviles de gobiernos ultraderechistas ponen el grito en el cielo, pidiendo judicializar a valerosos y valientes ciudadanos que asumen reivindicar la imagen de sus verdaderos héroes.
En el caso de Aguachica fue el mismo gobierno legítimamente constituido representado en un alcalde el que actuó arrasando el legado de paz instaurado por el constituyente primario. Nada ha pasado ni pasará. Lo mínimo sería que desde el mismo gobierno nacional, en un acto público de desagravio trasmitido en directo por radio y televisión, se pida perdón ante semejante ofrenda (sin embargo, esto no tiene la más mínima importancia) y se descubra una réplica de la tarima y el ringlete, restaurándolos en el mismo sitio.
Este caso específico bien puede convertirse en una deuda social impagable anteponiendo la trascendencia histórica y filosófica de un proceso ciudadano ejemplo digno de relevancia.