La religión es un asco, la pandemia me lo confirmó

La religión es un asco, la pandemia me lo confirmó

"Si dios es tan benevolente, ¿por qué el Vaticano y las miles de iglesias que hay en el mundo no se han solidarizado con los más necesitados?"

Por: Yeferson Estiven Berbesi Palencia
abril 14, 2020
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La religión es un asco, la pandemia me lo confirmó
Foto: Instagram @franciscus

En el transcurso de la cuarentena he podido seguir identificando el absoluto egoísmo de las religiones y sus representantes, sobre todo por la falta de solidaridad hacia los más desamparados en medio de la crisis. Por ende, queda claro que es el mejor momento para seguir arraigado a mis pensamientos razonables de que la religión es el peor proyecto expansionista y egoísta. Esta fue creada por la ambición del humano ante la necesidad del poder terrenal, para manipular conciencias ingenuas que reposan sus condolencias ante un asesino serial que algún día revivirá para juzgar a vivos y muertos, entre esos a paganos y blasfemos como quien escribe esto, y retomará sus actos delictivos de decapitación a diestra y siniestra a quien se oponga a su falsa creencia como se afirma en Lucas 19:27 (también aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos traedlos acá, y decapitadlos delante de mí).

 Realmente es justificable que el representante de una de las empresas más ricas sobre la faz de la tierra se postre estúpidamente en el suelo de la Basílica de San Pedro, rodeado de suntuosas opulencias a donde quiera que se mire, a pedir ante el dios todo poderososo amparo para los más necesitados, primordialmente aquellos que contrajeron el virus y el personal médico (que sí merece mis más sinceros respetos). Además, en el mundo hay millones de familias que antes de la llegada de la pandemia no tenían absolutamente nada que comer, a pesar de que podían alimentarse ocasionalmente gracias a las ayudas recibidas de la mendicidad, ni pensar cómo estarán ahora: es imposible imaginar el ayuno involuntario que deben de estar padeciendo, no para fortalecer su espíritu y tener un acercamiento más próximo a dios, ni para mostrar la obediencia y sumisión ante este vil ser egoísta, sino como consecuencia de la desigualdad social de la que hacemos parte y que nos ha hecho inmunes a la empatía.

Las oraciones sagradas de ese ser descarado, doble moralista, que teniendo el capital para poder esfumar la pobreza es incapaz de hacerlo, pero siempre quiere llevarse el protagonismo a donde quiera que vaya, sin hacer el más mínimo de los esfuerzos para mitigar las problemáticas, no van a saciar la hambruna que se padece. ¿Qué es lo que le hace arraigarse cada vez más a las riquezas producidas por terceros a través de la promulgación de engaños? Soy consciente de que hay espíritus altruistas que lamentablemente hacen parte de esa hermandad y hasta el momento se han esforzado por llevar alimentos a comunidades menos favorecidas. Sin embargo, son uno en un millón. ¿Qué hay del resto? Quizás están haciendo orgías homosexuales, navegando en la deep web para ver pornografía infantil o violando niños ingenuos a través de sus estrategias de engaño.

Si dios es tan benevolente como dicen, ¿por qué el Vaticano y las miles de iglesias que hay en el mundo no se han solidarizado para albergar a contagiados o refugiar a los habitantes de calle que mueren de frío, entre ellos a consumidores de sustancias psicoactivas o los que por alguna razón no tienen a donde poder ir a dormir? Sé que son problemáticas sociales que le corresponde mitigar a los gobiernos, pero estamos padeciendo de una crisis donde, más allá de si son ricos o pobres, tiene que reinar la igualdad social por encima de cualquier cosa. Aquí tiene que prevalecer la vida, no un papel llamado dinero, al cual el mismo humano le dio su significado para implementar un orden social. Mientras tanto, las estructuras criminales, junto a pequeños y medianos empresarios, se han esmerado por crear cadenas de solidaridad y disminuir su escaso capital para atribuirlo en ayudas mínimas que de alguna u otra manera calmarán el hambre por un par de días. Cuando se nace y se crece en medio de la extravagante riqueza es imposible ver las verdaderas necesidades que padecen terceros. Es hora de que despierten de la ignorancia en la que implícitamente han sido sumergidos.

Para cerrar, están en todo el derecho de creer en lo que quieran, es aceptable, lo que sí es repudiable es que sigan contribuyendo a hacer cada vez más ricos a individuos que verdaderamente no lo merecen.

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